¿Cómo puede alguien con una fortuna por encima de los $150 millones de dólares, que ha logrado todo lo que se ha propuesto profesionalmente, ser infeliz? ¿Acaso no es eso lo que todos queremos obtener? ¿Alcanzar metas y cumplir nuestros sueños? Fantaseamos con tener más, con conseguir ese ascenso que tanto queremos, comprar la casa o el apartamento que deseamos, y se supone que trabajamos duro para lograrlo Creemos que no seremos felices hasta que no tengamos esas cosas.
Sin embargo, historias como las de Justin Kan nos muestran que lograr todo lo que queremos y tener cantidades abismales de dinero no nos van a dar más felicidad. Puede que nos den más estabilidad y una inyección de dopamina y emoción instantánea, pero no nos pueden dar felicidad duradera. Es contraintuitivo pensar que conseguir nuestras metas y los sueños que más nos apasionan puede volvernos más infelices de lo que estábamos antes, Esto se conoce como la “caminadora hedónica” o la adaptación hedónica, un término que describe la tendencia de los seres humanos a retornar rápidamente a un nivel base de felicidad: sin importar qué tanto más consigamos en términos de dinero y poder, siempre volvemos a este nivel.
De acuerdo con esta teoría, a medida que una persona logra más metas, consigue más cosas materiales y acumula más dinero, sus expectativas incrementan de manera proporcional, lo cual hace que no experimentemos ningún aumento en nuestra felicidad a largo plazo. Es frecuente que corramos hacia deseos que creemos que nos van a dar felicidad, pero en realidad no avanzamos: solo estamos corriendo en el mismo lugar, como en una caminadora eléctrica, por años, sin ver un cambio emocional duradero.
Esto es lo que les pasa a personas como Justin, que aun después de exceder sus expectativas más locas, resetean su nivel de felicidad a un nuevo estándar, lo que hace que, al final, no se sientan más felices Una compañía de mil millones de dólares no fue suficiente; ser reconocido por todo el ecosistema de emprendimiento de Silicon Valley, tampoco. Entre más lo reconocían, más se dedicaba él a mirar al de al lado, que por lo general tenía el pasto más verde, según él. Siempre había alguien con una empresa más grande, con más dinero en la cuenta o más famoso. El ambiente al que ahora pertenecía había cambiado su estándar de felicidad y, por lo tanto, cada vez se sentía más vacío. Y como sentía que tenía que llenar ese vacío, empezó a abusar de sustancias que le subieran el nivel de dopamina y las endorfinas.
De hecho, así inician varias adicciones: nacen para tapar los huecos de los vacíos emocionales que experimentamos a consecuencia de esa comparación constante a la que estamos sujetos. Para algunas personas la vía de escape es la comida, para otras la pornografía, y para algunas más los videojuegos; hoy en día existen muchas más adicciones de las que había hace cincuenta años.
Llevamos mucho tiempo pensando que la felicidad es un pote lleno de oro que se ubica al final de un arcoíris —que en esta comparación serían nuestras metas profesionales y logros monetarios—, pero esto no podría estar más alejado de la realidad. Entre más tratemos de encontrar la felicidad, más infelices vamos a ser, porque el pote de oro tiende a seguirse moviendo hacia adelante, para que nunca podamos alcanzarlo. Le estamos poniendo demasiada expectativa a este pote, esperando que sea la solución a todos nuestros problemas, cuando en realidad la respuesta está más cerca de lo que creemos, y no se ubica al final del arcoíris.
Si la felicidad no está en donde creíamos, ¿dónde rayos se encuentra? ¿Me creerían si les digo que la felicidad está en el propósito y la disciplina? Una de las razones por las cuales Justin Kan no encontró la felicidad en todos sus éxitos fue porque en cierto punto paró de trabajar. Cuando vendió su compañía y se encontró con miles de millones de dólares en su cuenta bancaria, ¿qué otra aspiración le quedaba? Perdió el propósito de su vida porque amarró el concepto de felicidad a una pasión. Al perderlo, experimentó niveles más altos de estrés y ansiedad y, poco a poco, se sumió en una espiral negativa de pensamiento que lo llevó a sentirse deprimido. No importa qué tanto más tuviera o comprara, su mente seguía hundiéndose en pensamientos negativos que lo dejaban cada vez más insatisfecho.
Y es por esto que estoy convencido de que perseguir pasiones es un camino erróneo a la felicidad, que nos puede llevar a terminar como él: solos, infelices y hundidos en alguna adicción. De esto hablaré un poco más en el siguiente apartado. Después de años de lucha y búsqueda, Justin Kan logró salir de esa oscuridad encontrando su propósito de vida y volviéndose una persona disciplinada; esto lo logró a través de un set de hábitos que describiré más adelante, con el cual me identifico por completo, porque a mí también me sacó de un profundo estado de infelicidad. Este set lo reta a uno en varios aspectos de la vida y requiere de un esfuerzo consciente para que se pueda implementar con éxito.
No es un camino fácil, pero justo esa característica de dificultad hace que sea perfecto para alcanzar niveles de felicidad nunca imaginados. Es paradójico pensar que someterse a obstáculos y retos pequeños resulta en mayores niveles de felicidad, sobre todo si lo que estamos tratando de hacer es construir una estabilidad económica y social para poder acostarnos en una hamaca a descansar. Pero resulta que ese descanso que nos imaginamos en la playa no es lo que nos lleva a ser felices, después de todo Justin encontró esa felicidad en una decisión difícil para él —dejar el alcohol— y al comenzar a concentrarse en sí mismo, al 100%, poniéndose retos que le generaran un propósito más allá del hedonismo