La malaria mata cerca de 500.000 personas cada año en el mundo. En 2020, según la OMS, hubo 241 millones de casos.
Esta enfermedad, que puede ser mortal, es causada por parásitos que se transmiten al ser humano por la picadura de mosquitos infectados. En concreto, se trata de la picadura de las hembras del género de mosquito Anopheles.
A pesar de que esta es prevenible y curable, sigue cobrando vidas en muchos países.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta, por ejemplo, que en la región de África hay una fracción desproporcionadamente alta de la carga mundial de morbilidad.
En 2020, informa la OMS, esta región concentró el 95 % de los casos de malaria, y el 96 % de fallecimientos por esta misma.
Con este panorama, durante décadas se ha intentado crear una vacuna que pueda contrarrestar la incidencia del también llamado paludismo.
No obstante, hasta el momento solo hay un biológico que tiene la licencia para ser aplicado contra la enfermedad, pero con un 30 % de efectividad.
Entonces, ¿por qué no se ha logrado desarrollar una vacuna contra esta afección después de tanto tiempo?
Esta pregunta se acentúa todavía más después de lo que se vio en la pandemia de la covid-19, en que se crearon múltiples vacunas contra el virus SARS-CoV-2 en tiempo récord.
La respuesta podría estar en dos puntos clave: la complejidad de los parásitos frente a los virus y el interés económico.
Así lo sostiene un artículo publicado por la Universidad Nacional de Colombia (Unal), en que se abordan algunos detalles de la malaria y su comportamiento.
El documento de la Universidad sostiene que a diferencia de los virus (como es el caso de la covid-19), el desarrollo de biológicos para los parásitos se dificulta por las diferencias celulares y genéticas, así como su evolución.
El biólogo de la Unal, Juan Camilo Sánchez, citado en el artículo tras una entrevista en la radio de la institución, afirma que la complejidad de estos parásitos y su núcleo celular definido, los hace más parecidos a las células humanas.
“Y son más grandes, lo cual permite que tengan más proteínas en su estructura, como antígenos que pueden reconocer el sistema inmune”, asegura Sánchez.
Otro de los factores que complican el estudio de estos organismos es que pueden reproducirse sexualmente, lo que crea una diversidad genética muy grande.
De esa misma reproducción también se da una capacidad evolutiva que los hace superiores y les proporciona mecanismos de escape.
El artículo de la institución educativa pone como ejemplo el caso de la leishmaniasis, que es una enfermedad en que el parásito que la produce puede esconderse dentro de las células humanas.
Estas complejidades características de los parásitos dificultan en gran medida que se pueda producir con rapidez una vacuna para contrarrestar los síntomas y prevenir un contagio de malaria.
Sin embargo, el interés económico es el otro gran punto a tocar en este tema.
La financiación de estos estudios y ensayos de las vacunas son casi que el sostén del avance en salud, porque son procesos costosos y para nada fáciles.
De acuerdo con el biólogo Sánchez, durante la pandemia de la covid-19 el mundo entero puso la lupa sobre esta enfermedad, así como las principales carteras de los países.
Esto permitió que en un año se tuvieran más de cinco vacunas contra el SARS-CoV-2, proceso que según Sánchez habría tardado cuatro o cinco años normalmente.
“Así se deberían encaminar los esfuerzos para encontrar la receta con la que se creen vacunas para los parásitos como la malaria”, señala el experto en el documento.
Incluso a día de hoy, dos años después del surgimiento de la mayor emergencia sanitaria de los últimos tiempos, se siguen desarrollando biológicos contra las variantes del virus.
Esta es otra de las cuestiones que dificulta la creación de la vacuna, y es reconocido incluso por el doctor Sócrates Herrera, quien trabaja en la vacuna contra la malaria en Colombia: por muy eficaz que sea la vacuna, necesitará un refuerzo.
“Es como si estos organismos se cambiaran de ropa y nuestro sistema inmune no los pudiera reconocer, de ahí que se tengan que hacer vacunaciones cada seis meses”, puntualiza el biólogo Sánchez de la Unal.
Y estos refuerzos y planes de vacunación implican tiempo y dinero que no siempre son destinados por los gobiernos.