La infertilidad es una enfermedad y cuando se sufre es tan pesada como llevar una cruz en la espalda. Así habla Marian, una mujer de 40 años que durante años tuvo que someterse a tratamientos para poder tener a sus dos hijas.  “No solo es duro saber que no puedes tener un hijo sino que a eso se suma la desgracia económica de lo que cuesta”, explica. En Colombia por esa razón, este tipo de procesos siempre ha estado excluidos del plan de beneficios del sistema de salud y solo los infértiles de estratos 5 y 6 llegan a estos sofisticados tratamientos. Lo costean de su bolsillo y hacen lo que sea -hasta vender el carro- por la oportunidad de que ese sueño se concrete. Pero otra cosa ha fallado la Corte Constitucional al decir que tener una familia es un derecho de todos los colombianos, y por eso dichos tratamientos debería sufragarlos el Estado. El gobierno de Juan Manuel Santos objetó este fallo porque cubrirlo resultaba un gran costo fiscal, 13 billones de pesos al año, lo que equivale al 25 por ciento del presupuesto del país. Hace poco el tema revivió gracias a una tutela en la cual la Corte volvió a fallar al respecto. Palabras más palabras menos dice que la objeción del gobierno de Santos no se puede tener en cuenta porque prima el derecho de los colombianos frente a otras consideraciones. Muchos cómo Marian se emocionaron con este pronunciamiento porque la infertilidad es un tema tan doloroso que incluso puede llegar a destruir un matrimonio. “Las parejas se separan porque no soportan la presión, la sexualidad se medicaliza y tu vida termina girando al hecho de poder tener un hijo o no, porque al tiempo que estás haciendo los tratamientos para tratar de concebir, también debes pensar en qué va a ser de mi vida si no lo logro”, dice.  Para los médicos también es una buena noticia. “Estamos contentos porque mejora el acceso y eso es importante para los derechos de todos”, dice Juan Carlos Vargas, director médico de Profamilia. “Enhorabuena”, dice Andrés Gutiérrez, experto en fertilidad de Reprotec. La pregunta que se hacen es de dónde va a salir la plata. Porque las circunstancias económicas del costo de estos procedimientos no han variado, es decir, atender a las 250 mil familias que necesitan tratamientos en Colombia hoy, se llevaría una tajada grande del presupuesto, tal y como lo dijo el gobierno anterior. Para tener una dimensión de lo que esa cifra significa aquí van algunos ejemplos:  tres veces el presupuesto total de las 32 universidades públicas, dos veces el presupuesto del ICBF, y tres veces lo que se gasta anualmente en la atención integral a más de 1,2 millones de niños del programa de la Primera infancia, incluyendo la remuneración de más de 50 mil madres comunitarias. O 5,6 veces lo que cuesta el programa Más Familias en Acción, que beneficia a 2.4 hogares.Lea también: La historia de la mujer que dio a luz por primera vez a los a los 70 años  Según los expertos en fertilidad la razón del alto costo de los tratamientos es el precio de los medicamentos, que son altos no solo aquí en Colombia sino en todo el mundo, porque son innovaciones recientes. “El medicamento para preparar el cuerpo de la mujer es costoso, lo producen pocas casas farmacéuticas y son de tecnología de punta”, dice Vargas.  Además, las máquinas para hacer los procedimientos son sofisticadas y valen. “Los medios de cultivo cuestan. Solo un catéter para poner un embrión vale 100 dólares y todo eso va sumando y sumando”, dice Gutiérrez. Así las cosas, se calcula que cada ciclo cuesta alrededor de 20 millones, según datos de Profamilia, una de las instituciones con precios más bajos en este tipo de servicio. Pero puede llegar a ser más costoso, tanto que una alta ejecutiva que logró pagarse su tratamiento con su sueldo decía que su hijo era el “million dollar baby”, en alusión a la aclamada película de Clint Eastwood. Si todo terminara ahí, en que todas las familias infértiles necesitaran solo una inversión de 20 millones, no habría tanto problema. Pero como explica Gutiérrez, este procedimiento, además de definirse por tres características ya conocidas –ser invasivo, costoso y emocionalmente desgastante- también es ineficiente. Solo el 35 por ciento de los casos produce un embarazo a término, lo que quiere decir que si el estado paga por 100 tratamientos de fertilización in vitro al final solo le soluciona el problema a 35 por ciento de las parejas. Si intentan una vez más, la probabilidad aumenta, pero cada intento cuesta. Por eso los médicos recomiendan solo tres intentos y si al cabo del tercero no hay embarazo, les piden a los potenciales padres que exploren otras opciones como la adopción. El mayor predictor de fracaso es, según Gutiérrez, la edad de la mujer (después de los 40 años), pero también influyen los recursos médicos. Marian, por ejemplo, quien lo intentó bordeando esta edad, tuvo muchos intentos fallidos antes de quedar embarazada de su primera hija. En total fueron tres tentativas de fecundación in vitro. “En la primera quedé embarazada, pero tuve un aborto. Con el segundo me transfirieron un embrión congelado, pero no cuajó y con el tercero sí lo logramos”. Para la segunda hija fue algo similar: ni el primer ni el segundo intento funcionaron, pero el tercero sí.

Ella tuvo la fortuna de poder hacer este proceso en Francia porque su esposo es de allá. En países de Europa, como España e Inglaterra, estos procedimientos los paga el Estado y tal vez por eso las cifras son tan diferentes a las nuestras. En Colombia, un país de 40 millones, se hacen 3.500 ciclos de fertilización in vitro mientras en España, con una población similar, ese número es de 50.000 por año. El gobierno español apoya estos procesos debido a que su expectativa de vida es alta y la de nacimientos baja, es decir, viven ya el fenómeno demográfico de la pirámide invertida y necesitan aumentar el índice de natalidad con el cual sostener su economía en el futuro. Una manera de lograrlo es apoyar a aquellas parejas que no pueden tener hijos por problemas de infertilidad. Pero según Gutiérrez, Colombia no tiene ese problema y por eso asumir ese costo sería “como si en una casa no hay plata, el hijo pide un televisor y el papá se lo compra, es decir, quedan con televisión, pero no hay con qué comer”. En el resto del mundo, incluido Estados Unidos, el paciente paga estos costos de su propio bolsillo. Experiencias cercanas como la de Argentina, donde recientemente el Estado asumió ese costo, generan temor. Según Carlos Zorro, del centro de fertilidad de la Clínica de la Mujer, esa medida hizo bajar en ese país los estándares de calidad porque como el Estado pagaba había que reducir el gasto. “Usan menos medicamentos para bajar costos, pero con ello también disminuyen la tasa de embarazos”, dice.  Explica que en este campo se compite por resultados, y al menos en el ámbito privado, el que tenga altas tasas de embarazos más pacientes le llegaran. Pero si se baja el estándar, resulta más doloroso invertir esa plata en casos que probablemente van a fallar. La complicada ciencia de hacer embriones La infertilidad es una enfermedad compleja que consiste en la dificultad para lograr o mantener un embarazo. No solo las mujeres pueden ser infértiles sino también los hombres. “En las mujeres puede ser la endometriosis o disfunciones severas de la menstruación o simplemente el aplazamiento de la fertilidad,  y en los hombres puede ser tener un factor masculino severo”, dice Vargas. Pero las razones pueden ser mucho más variadas. En el caso de Carolina, por ejemplo, la razón es que su esposo tuvo un cáncer y antes de recibir quimioterapia congeló muestras de semen para poder tener hijos después del tratamiento. “Me tuvieron que hacer tres tandas de extracción de óvulos, para cada una tuve que tomar medicamentos por un mes y luego someterme a una cirugía para la extracción. Solo eso cuesta 40 millones, y eso con descuento”, dice esta administradora de empresas de 30 años.Le puede interesar: La infertilidad se puede prevenir  Cada caso amerita una técnica diferente, una de las cuales es la fertilización in vitro que es la ciencia de hacer embriones. Este último es un proceso dispendioso. Así lo explica Vargas en términos legos: “Un ciclo es equivalente a un mes. Los expertos hacen una preparación antes de la menstruación con esos medicamentos para que el ovario esté en reposo y luego haga una ovulación múltiple. Otros medicamentos se usan después para que el óvulo madure. Entramos a capturarlos por la vagina, los sacamos y los calificamos: los que están maduros y los no aptos.  Si están maduros se juntan con el espermatozoide, que se ha preparado en un proceso aparte para fecundar el óvulo”. Cuando se tiene el embrión se introduce en el momento indicado en el útero de la mujer con la intención de que prenda, es decir, se adhiera a la pared y se desarrolle el embarazo. Otra técnica es la inseminación artificial. Gutiérrez explica que en ese caso “se estimula a la paciente para que ovule más y luego se le introduce una muestra de semen de su esposo en el útero, pero para esto debe tener trompas sanas y muchas no las tienen. Entonces la tasa de embarazo en dichos casos es de solo 16 por ciento. Es un procedimiento más económico, pero más ineficiente”. Cada pareja tiene derecho a decidir si quiere hijo biológico o adoptivo, dice Vargas. Pero el problema es cuando se mira la billetera. Marian es consciente de que muchos argumentarán que es mejor dar esa plata a los enfermos pues Colombia es un país pobre y la infertilidad no mata a nadie. “Pero apoyar estos tratamientos es reivindicar el dolor psicológico, el duelo de muchas parejas que padecen esta enfermedad”, argumenta. Eso mismo piensa Gutiérrez, quien como médico está feliz con la decisión, pero como ciudadano está preocupado por el presupuesto. “Habrá que limitar los casos, legislar para haya entes de control que vigilen estas clínicas de fertilidad”, dice.  En esto último coincide Zorro, pues piensa que el país está en mora de tener una ley de fertilidad que regule la práctica. No tenerla explica en parte por qué el cálculo de lo que cuesta es aproximado y es “porque no está del todo claro cuántos son ni cuanto cuesta porque no hay estadísticas ni reporte oficial dado que no hay regulación”, dice. “Otra cosa es cómo se aprovisionará una partida para ello”. Por ahora el presidente Iván Duque debe sancionar la ley y el senado hacer su parte al reglamentar la política pública del tema, que no es otra cosa que fijar las reglas sobre a quién se le concederá, en qué circunstancias y hasta qué límite se paga. Mientras tanto, el ministro de hacienda tendrá que hacer sumas y restas para ver de dónde saca la plática.