Las drogas están cada vez más presente en la vida de los jóvenes de hoy. Sin darnos cuenta, las familias permitimos que las drogas entren en nuestros hogares, porque no trabajamos lo suficiente por la estabilidad y la fuerza de la familia y seguimos dominados por luchas de poder entre los padres, que sólo traen discordia, conflicto y separaciones. La torpeza emocional nos impide expresar bien el amor y eso vuelve a nuestros hijos vulnerables a cosas como las drogas. En un comienzo los jóvenes prueban la droga por curiosidad, casi todos lo hacen, pues experimentar y arriesgarse son conductas propias del adolescente. El peligro es que como la droga les ayuda a desinhibirse, les quita temores y les da una falsa seguridad, es fácil que algunos muchachos se vuelvan adictos. Aunque todos los jóvenes se sienten invencibles y creen que van a poder controlar el consumo, en las fases de experimentación pueden caer aquellos jóvenes que la psicología llama de “alto riesgo”. Se trata de jóvenes que vienen de familias en las que hay herencias nefastas. Hoy en día está claramente comprobado que cierto tipo de personalidades son más propensas a la adicción y que la personalidad es un rasgo hereditario. Aquel que tenga tendencia a la obesidad y a la compulsión es presa fácil. Recordemos siempre que un joven emocionalmente sano no necesariamente es presa fácil. De igual manera, quienes han estado sometidos a mucha tensión en su hogar pueden encontrar en la droga una vía de escape muy atractiva. También tienden a caer en la adicción quienes han visto en su casa de manera repetida comportamientos adictivos y algunos niños con déficit de atención, que tratan de buscar en la droga alivio para sus problemas. Pero aparte de esos jóvenes que se consideran de alto riesgo, la verdad es que el ambiente social hoy es tan laxo, y relajado en relación con las drogas, que muchos jóvenes, de familias estables y que no tienen un factor genético, caen en la adicción. Lo hacen porque no saben decir no, porque no saben cuidarse y porque los domina el facilismo y la presión de grupo. Para muchos jóvenes es más fácil evadirse a través de una droga, que enfrentar los obstáculos propios del crecimiento. Solo quien ha vivido el infierno de la narcodependencia sabe el sufrimiento que esto implica. El adicto es considerado un enfermo grave que va a necesitar de mucha intervención para poder salir adelante. Por eso, es urgente que los padres asumamos la responsabilidad que tenemos y trabajemos para formar familias fuertes que estén dispuestas a hacer cualquier sacrificio para darles a nuestros hijos buenos patrones emocionales, que es el mejor antídoto contra el riesgo de caer en una adicción. Una buena crianza, estar presentes, dar buen ejemplo, brindar apoyo en los momentos difíciles, enseñarles el manejo de las emociones, y sobre todo, la tolerancia ante las diferencias, son algunas de las formulas que nos permiten vislumbrar un futuro sano para nuestros hijos. Desde el seno de la familia tenemos que dar la pelea y generar alternativas reales y soluciones de vida para nuestros hijos. Recordemos siempre que un joven emocionalmente sano no necesita la ayuda de las drogas para enfrentar la realidad.