En el fin de semana muchos se enteraron por los medios de comunicación de que Guillermo Prieto La Rotta, más conocido como Pirry, había sido internado en un hospital de Tunja por un cuadro de depresión. Fue una noticia que se volvió viral pues a muchos los impactó que una persona tan activa y vital como él sufriera un trastorno de estos. En medio de todo, se preguntaban por qué, si son exitosos y famosos, pueden estar tristes. ¿Será que es la fama lo que los lleva a tener esos episodios? Lo cierto es que no hay estadísticas que comprueben que los famosos se depriman más que la población general. Simplemente sucede que la depresión, que afecta al 4,7 por ciento de los colombianos, toma a personas de todas las clases sociales y profesiones, así como a los famosos, actores, artistas, músicos.
Lo que ocurre es que, cuando uno de ellos confiesa en sus redes sociales que tiene síntomas de estar deprimido o esta información privada trasciende en los medios, se vuelve noticia porque cualquier cosa que les ocurra, por normal y cotidiana que sea, llama la atención de todo el mundo. La razón es que los famosos son los modelos de identificación que utilizamos socialmente, en quienes proyectamos nuestras ilusiones, nuestros sueños y también nuestros conflictos y necesidades. Por esto, la Asociación Colombiana de Psiquiatría ha justificado la campaña “#Yotambienvoyalpsiquiatra”, en la que aparecen personajes de la farándula confesando que ellos van al psiquiatra, con el propósito de romper el estigma de que esta enfermedad es de unas personas extrañas, lo que previene a mucho de consultar a profesionales de salud mental. En realidad esta enfermedad puede ocurrirle a cualquiera. La farándula, el narcisismo y la depresión Pese a que un actor o un personaje de la farándula se deprime lo mismo que cualquier otra persona, hay elementos en su profesión que pueden ser objeto de reflexión. Uno de ellos es que son personas histriónicas, comunicativas, extrovertidas y muy sensibles a lo emocional. Es decir, sienten y expresan muy intensamente las emociones humanas, una de ellas, la tristeza.
Por otro lado, desde la perspectiva psicoanalítica, podríamos especular, por ejemplo, sobre la pregunta: ¿Qué elementos conscientes o inconscientes de la personalidad de alguien hacen que busque ganarse la vida dependiendo de la admiración y el aprecio del público? Una posible respuesta podría estar en el manejo que estas personas hacen de la parte narcisista de su personalidad (nombre tomado por Freud del personaje del mito griego, dotado con una inusual belleza, incapaz de amar a otros y que murió ahogándose en un estanque en el que se proyectaba su figura).
El narcisismo, que en sí mismo no es bueno ni malo, es la parte de la personalidad encargada de darnos una sensación de identidad, unicidad, valor personal, sentido vital y de ser dignos de ser amados. Cuando todo va bien, el narcisismo sano permite el intercambio fluido y equilibrado del amor por sí mismo, con el amor, el cuidado y el respeto por los otros. El problema ocurre cuando hay un déficit de los suministros narcisísticos porque el niño o la niña no tuvieron los cuidados que necesitaba o fueron gratificados excesivamente. Esto puede llevar a que las personas tengan en el fondo de su inconsciente una sensación de no valer, de no ser suficientes, la cual es compensada con una necesidad exagerada de aprecio y de admiración. Ahí es donde el narcisismo patológico y la depresión se encuentran: en el fondo los narcisistas luchan contra una depresión interna y oculta causada porque no sienten que tienen valor real como personas, la forma de luchar contra ese déficit de su autoestima es creando un “self grandioso”, una imagen defensiva de sí mismos como personas dotadas de una gracia, talento, inteligencia, belleza, virtudes, fuerza, capacidades muy destacadas y muy por encima de los demás seres humanos. Estas personas son tremendamente necesitadas de la admiración y el reconocimiento superlativo por esas supuestas virtudes, de tal modo que suelen rodearse de personas o de situaciones que garanticen ese reconocimiento constante. Al no recibirlo, o bien entran en una ira profunda (la famosa “ira narcisística”), o entran en una profunda depresión. La depresión del déficit inicial de amor.
Por esto, es más frecuente encontrar personas con esas características narcisísticas de la personalidad entre la farándula, la política o los deportes, donde parte de su día a día consiste en ganarse la admiración, el aprecio y el seguimiento de un número cada vez mayor de adeptos, en quienes buscan estimular y de quienes esperan recibir una devoción fanática. Este dilema narcisístico descrito no es para nada exclusivo de los artistas, está presente y se manifiesta de diferentes maneras en muchas personas de las más diversas profesiones. Al tiempo que un artista reconocido es una persona excepcional, también es un ser humano común y corriente, que se deprime como todo el mundo. Aunque puede no ser el caso de muchos actores y cantantes que últimamente han declarado sufrir de depresión, lo anterior podría explicar por qué los famosos se deprimen. Por ahora lo más importante es entender que la depresión no escoge profesiones ni clases sociales y con ese dato en la mente es importante dejar a un lado el estigma para afrontarla con la ayuda médica necesaria, tal y como lo está haciendo Pirry.