Hace 12 años, el pene de Malcolm MacDonald, un británico padre de dos hijos, literalmente se cayó. Por esas épocas sufría de una terrible infección en la sangre que empezó a gangrenar los dedos de sus extremidades y su miembro viril. Un día en el baño, el pene, que se había tornado de color negro, cayó. “Se fue”, “adiós”, relató en un documental de televisión llamado El hombre con un pene en su brazo, que se transmitió esta semana por el Canal 4 de Gran Bretaña.
Sus perspectivas eran terroríficas y ante la posibilidad de quedar mutilado, MacDonald se entregó a las drogas y al alcohol. En 2015, sin embargo, un grupo de médicos británicos, liderados por David Ralph, experto en reconstrucción de falos del hospital de University College en Londres, le ofreció una opción: hacer un pene de colgajos de piel del brazo y conectarlo a los testículos, que no sufrieron con la sepsis.
Los médicos escogieron el brazo por razones de calidad y sensación. Con esa piel también crearon una uretra. El costo de la operación sería de 60.000 dólares. El hombre, de 47 años, no solo aceptó, sino que pidió que el pene fuera cinco centímetros más largo que el anterior. Los médicos lo complacieron.
Para hacer el órgano, los expertos tomaron piel y músculo de su brazo y una vena de la pierna derecha. La piel fue moldeada en torno a la vena para que luciera como un pene. Una vez listo, llegó el momento de implantarlo en su puesto. Pero en la cirugía surgió una complicación debido a falta de oxígeno en la sangre, por lo que los médicos tuvieron que abortar el procedimiento y conectarle el nuevo pene de 15 centímetros al brazo izquierdo de manera temporal, con el fin de mantener el tejido del miembro sano.
Sin embargo, una serie de demoras en los hospitales y la llegada de la pandemia del coronavirus hicieron que el hombre debiera tener colgado el miembro en el brazo por seis años. En ese tiempo, cuenta MacDonald, tuvo momentos muy embarazosos porque a pesar de que usaba camisas de manga larga, ese apéndice en el antebrazo se balanceaba libre y asomaba por entre la ropa, lo cual impresionaba a la gente. En el documental cuenta que una vez estaba tratando de agarrar un producto en el supermercado, al lado de una anciana, cuando el pene salió y rozó la cara de la señora. No podía ir a la piscina con sus dos hijos y cuando le daba un abrazo a alguien la sensación era un poco rara. Por fortuna, mientras estuvo en el antebrazo, el miembro no podía tener erecciones.
El año pasado, después de una cirugía que duró nueve horas y que involucró cirujanos plásticos, urólogos y otros expertos cirujanos, MacDonald logró que le implantaran el miembro en el sitio correcto. “Lo primero que hice fue mirar hacia abajo y cuando lo vi, dije ‘lo logramos esta vez’. Me sentí como un hombre de verdad de nuevo”, relató en el documental.
MacDonald también podrá tener relaciones sexuales, ya que los médicos instalaron un implante que consiste en dos tubos que le permiten inflar el pene con una bomba manual para lograr una erección mecánica. También podrá orinar. Todo esto lo hace sentir muy afortunado. “Será una gran historia para contarles a mis nietos”, concluyó.