El erotismo es un asunto de vieja data. En las ruinas de Pompeya, ciudad romana sepultada por una erupción en el año 79 d. C., los arqueólogos encontraron pinturas con escenas explícitas de sexo y una seguidilla de falos esculpidos en paredes, suelos, piedras y hasta hornos de pan. En Colombia está el Infiernito: uno de los parques arqueológicos de tipo fálico más grandes de América Latina, que a su vez muestra que la pornografía tuvo un carácter cotidiano en las civilizaciones antiguas.Aunque durante la época victoriana esta práctica quedó relegada al secreto, dos siglos después la humanidad encontró la manera perfecta para empezar a consumir pornografía en cantidades antes inimaginables. El ejemplo más contundente es Pornhub, el sitio de contenidos sexuales más grande del mundo, que solo en 2017 registró 28.500 millones de visitas y un total de 595.482 horas de videos subidos.Si bien la historia y los números demuestran que el consumo de material sexual explícito es una práctica social irreversible, el problema real es lo que los jóvenes están aprendiendo de él. Un reciente reportaje del diario The New York Times advierte que “hoy los adolescentes miran mucha más pornografía de lo que sus padres creen y eso está moldeando sus ideas sobre el placer, el poder y la intimidad”. Sugiere, además, que las nuevas generaciones necesitan con urgencia una educación sexual alineada con esos hábitos para poder diferenciar lo falso de lo real en los contenidos que consumen.Puede leer: Trump y la actriz porno“No hay otro lugar dónde aprender sobre sexo, además, las estrellas porno saben lo que están haciendo”, le dijo un joven de 15 años a la autora del reportaje, Maggie Jones. Para ella, sus palabras reflejan una paradoja sobre el sexo y la pornografía, pues a pesar de que los teléfonos inteligentes han facilitado que los adolescentes vean el porno, “la educación sexual en los colegios basada en la abstinencia sigue siendo la norma”.Una de las pocas excepciones a la regla es Porn Literacy, un curso desarrollado por la Universidad de Boston y la Comisión de Salud Pública de la misma ciudad, que busca combatir los estereotipos y la desinformación que provoca en los jóvenes consumir porno. La clase, según han explicado las pioneras Emily Rothman, Jess Alder y Nicole Daley, funciona igual que cualquier cineclub juvenil o curso de lectura. Los estudiantes van voluntariamente y, en un programa de cinco sesiones de dos horas, reciben instrucción sobre temas como historia de la pornografía, búsquedas comunes en internet (como doble penetración, sadomasoquismo o fisting), acoso sexual e, incluso, sobre las consideraciones legales de la práctica del sexting y la creación de la llamada ‘venganza porno’.“El personal del programa Start Strong, de la Comisión de Salud Pública de Boston, imparte la clase con el objetivo de alentar a los jóvenes a que si van a consumir medios sexualmente explícitos, lo hagan críticamente”, cuentan las expertas a The Boston Globe. Generalmente, relata Jones en su reportaje, luego de una larga charla sobre porno, los jóvenes bombardean a las mujeres con preguntas que evidencian su ignorancia sobre la sexualidad. Muchos aseguraron que gracias al porno pensaban que a todas las mujeres les gustaría que fueran agresivos en la cama, y también que estarían dispuestas a asumir diferentes posiciones e incluso a practicar sexo anal. Una idea que en la vida real es totalmente diferente.Puede leer: Profesora de kínder de día, actriz porno de nocheSobre este punto, la psicóloga y magíster en salud mental Catherine Salamanca explica que el fenómeno del porno en internet ha provocado que los jóvenes estén cada vez más desinformados en términos sexuales. “Que tengan más acceso al porno no quiere decir que construyan una relación significativa con el sexo. En Colombia no es así. Están tan abrumados que no lo pueden llevar a la práctica, comienzan a tener inseguridades, y si lo ven desde tempranas edades, construyen estereotipos que no se traducen en la realidad”.Aunque no existen estudios a profundidad sobre el consumo de porno en los jóvenes, es fácil calcular que en el país al menos 30 por ciento de ellos tienen su primer encuentro con este tipo de contenidos antes de los 15 años. Según la encuesta ‘Uso y apropiación de las TIC en Colombia’ de 2015 del Ministerio TIC, el 10 por ciento de los adolescentes entre los 12 y 17 años afirmó conocer a un amigo o familiar que practica el sexting. Término que se refiere a compartir contenido sexual con parejas o amigos por medio de redes sociales como Facebook, WhatsApp o Instagram.Según Salamanca, también hay que tener en cuenta que el porno no abarca solamente el contenido de un canal triple X, sino el de cualquier película en cualquier horario de televisión. “Antes el acceso era más limitado: había revistas y contenidos, pero igual la gente debía explorar su propia sexualidad con su pareja. Ahora los jóvenes están supremamente estimulados porque ven porno en todos lados y eso les genera ansiedad”. Igualmente, la presión de los amigos a que vean estos contenidos y a tener experiencias reales iguales a las que ven en estas películas juega un rol. “Aceptan iniciar una relación sexual a los 13 años porque ven artículos y tienen compañeros promiscuos que ejercen presión social”.Le sugerimos: Perfil: a los 91 años muere Hugh Hefner, fundador de la revista Play BoyAunque educar a partir del porno aún es un asunto debatible por la cuestión de la legalidad, las autoras del proyecto dejan en claro que en el curso no se reproduce pornografía ni está permitido que los jóvenes hablen de sus experiencias. “No haber visto pornografía no es un requisito de la clase. Sin embargo, creemos que plantear el tema de la pornografía es una buena forma de involucrar a los jóvenes en conversaciones sobre el consentimiento, el respeto, la seguridad y la salud”.“Si no puedes con tu enemigo, únete a él”, proclama esta iniciativa de la Universidad de Boston. Según Emily Rothman, Jess Alder y Nicole Daley, es imposible alejar a los jóvenes del contenido explícito sexual, pero enseñarlos a analizarlo críticamente tal vez no sea una mala idea.