Sergey Young no quiere ser inmortal. Solo quiere vivir más, probablemente 150 años y sin achaques. Tiene 49 años, vive en Nueva York, es millonario y uno de los mayores inversionistas de proyectos relacionados con la prolongación de la vida saludable, algo que hoy, en tiempos de pandemia, suena como un ideal imposible. Él, así como otros expertos en el tema, cree que este fenómeno es imparable.

Aún más, está seguro de que ya nació la generación que vivirá hasta 100 años sin problemas. “En 20 años, el mayor obstáculo no será la ciencia, sino la legislación y las consideraciones éticas”, dijo recientemente al diario The Sunday Times. Y no es para menos, pues vivir más afectará el sistema de salud y de pensiones, la sostenibilidad y prácticamente el estilo de vida de los humanos.

Para Young, CEO de Longevity Vision Fund, que invierte en compañías que hoy buscan detener el envejecimiento, dice que eso se logrará con big data, inteligencia artificial, computación cuántica, edición de genes y el microbioma, que según un reciente estudio reveló estar muy vinculado con este proceso.

A la luz de esta investigación, la vida larga está asociada a la presencia en el intestino de una serie de bacterias que inhibe el crecimiento de patógenos y previene las enfermedades que hoy matan tempranamente. Con ese menú de herramientas, dice al diario inglés, “vivir 150 o 200 años será tan simple como vacunarse hoy”.

La pregunta de todos es cómo lo lograrán. En su libro The Science and Technology of Growing Young, Sergey Young cuenta que la big data ayudará cantidades porque el mismo cuerpo estará monitoreado de tal manera que será fácil detectar las enfermedades antes de que estas ocurran. Él mismo lleva hoy aparatos en su cuerpo, como relojes inteligentes que monitorean sus signos vitales, su patrón de sueño y su corazón, así como el nivel de glucosa en la sangre. También cuenta con un kit casero para examinar el colon.

Con un laboratorio clínico portátil y disponible para chequear la salud, la medicina se volverá preventiva y no curativa. Esto será importante para los sistemas de salud que saben que es mejor prevenir que curar. El monitoreo, además, afianzará el concepto de medicina personalizada, que ya hoy se usa para el cáncer y otras enfermedades, y que promete tratar a los pacientes de acuerdo con su patología y su genética, es decir, a la medida, a diferencia de lo que pasa hoy cuando los tratamientos son talla única.

Con esa riqueza de datos sumada a la inteligencia artificial, será posible que, en cuestión de segundos, los médicos puedan tomar decisiones más acertadas frente a cada caso médico y evitar el ensayo y error. Y nada de esto es ciencia ficción: la medicina personalizada y predictiva ya existe, y ya se usa en el mundo. Y ni qué decir de la edición genética y la regeneración de órganos, líneas de investigación que van avanzadas y con hitos tan importantes como, por ejemplo, haber logrado editar el genoma de dos bebés en 2018, con lo que les confirieron resistencia al virus de VIH.

Este logro de los investigadores chinos, aunque cuestionado por razones éticas, podría en un futuro ser rutinario. También hay que mencionar los avances en el área de Car-T, una nueva terapia a la medida del paciente, que modifica la genética de las propias células del paciente para que ataquen la leucemia. La lista continúa. Varios grupos de investigación han podido descifrar las claves del envejecimiento y hacer más lento ese proceso en la levadura, en la mosca de la fruta y en roedores.

En estos últimos, han logrado aumentar su expectativa de vida hasta en 20 por ciento en promedio, lo que equivale a 16 años humanos. Si esto se tradujera a las personas significaría una expectativa promedio de cerca de 100 años. Este hito fue posible con una droga llamada rapamicina, que hoy se usa para evitar el rechazo del órgano en pacientes con trasplante y parece detener el envejecimiento y el daño que dicho proceso provoca en las células. El gran reto hoy es que esa hazaña se pueda replicar en las personas. Algunos expertos creen que un individuo podría llegar a vivir hasta 142 años en el futuro.

Young menciona en su libro otras drogas como la metformina, que se usa hoy en el tratamiento de la diabetes y también ha mostrado tener propiedades para prolongar la vida.

Young confía en que en un futuro se podrá contar con una fábrica de repuestos humanos, como hoy sucede con otros aparatos y con los carros. Esto gracias a la regeneración de órganos. Él ha invertido en Lygenesis, una compañía que busca producir órganos en el laboratorio para reemplazar a los que fallan y evitar que muchos hoy tengan que esperar a un donante para salvarse.

Por ahora, la compañía se concentra en hacer hígados, pero en el futuro, cuando se conozca la manera expedita de hacerlos, intentarán producir otras partes vitales como el corazón y el riñón. Otro receptor de los fondos de Young es Sigilon Therapeutics, una empresa que trabaja en producir una especie de perlas que “se convierten en biofábricas vivientes dentro del cuerpo para hacer proteínas, hormonas, anticuerpos y potencialmente, en el futuro, todas las demás sustancias terapéuticas, a la medida del paciente”.

En este campo, sin embargo, las cosas van más lento y aún no se ha logrado obtener lo que Young llama la longevidad en una píldora, aunque está seguro de que se logrará. Por ahora, mientras sus inversiones alcanzan ‘momentum’, el mensaje de Young a sus lectores es que tomen las riendas del autocuidado, pues si ellos no se interesan en mantenerse saludables no será posible beneficiarse de estas innovaciones.

Da diez consejos, y en ellos incluye cosas que ya muchos saben, como dejar de fumar, evitar tomar alcohol en exceso, dormir y comer bien y hacer ayunos intermitentes, así como adoptar una alimentación basada en plantas y menos en carnes. Con esta sencilla lista, él mismo cree que logrará pasar invicto la barrera del cáncer y de las enfermedades cardiovasculares que se da entre los 60 y los 65 años.

Luego viene otro momento crítico que son los 80 años, cuando se diagnostican la mayoría de enfermedades neurodegenerativas. Y para aquellos que regulan, legislan y toman decisiones de salud pública, su mensaje es que la revolución tecnológica es una realidad y lo que importa ahora es hablar del tema para poder resolver todas las implicaciones que generará. Más vale temprano que tarde porque, como él dice, no hay duda de que la gente en 20 años tendrá a la mano muchas de estas tecnologías que le permitirán al menos, por ahora, vivir 100 años.