Francisco Oliveros es un mecánico industrial y tecnólogo en mantenimiento de equipo biomédico. Desde el año 2009 se dedica a la fabricación de todo tipo de repuestos a escala reducida para equipos médicos, carros y máquinas. En su empresa, Ingeniar Solutions, también ayuda a estudiantes universitarios a hacer realidad los proyectos y trabajos de ingeniería con su experiencia en mecánica y desarrollo de prototipos.
En el pasado, Francisco había diseñado pequeños productos como una cachucha con ventilador para usar en los calurosos días de Guapi, en el departamento del Cauca. Mejoró el diseño de un motor que se oxida fácilmente y otras tantas cosas, pero con la llegada del virus decidió girar su trabajo hacia esa lucha. De ahí salió Protectol, un aparato de bioseguridad que protege y aísla completamente la cabeza del usuario de las partículas en el ambiente. Según Francisco, la idea nació antes de la pandemia. Junto con un ingeniero peruano empezó a pensar en diferentes problemáticas como los ataques con ácido hacia las mujeres, el daño a la salud de los ciudadanos por la mala calidad del aire, el impacto ambiental de los elementos de protección médica desechables y la efectiva protección de los doctores en diferentes situaciones. Sin embargo, con la llegada de la covid-19 pensó que había llegado el momento de desarrollarlo del todo.
La idea del Protectol es cubrir toda la cabeza, que es el lugar de las tres mucosas por donde se pueden contagiar enfermedades, que son: la nariz, la boca y los ojos. Para eso, consta de una cápsula que se sella herméticamente en el cuello con unas almohadillas y se ajusta al cuerpo por medio de un arnés alrededor de los hombros. Esta cápsula tiene ventiladores para asegurar el flujo de aire en el interior, que además cuentan con filtros del 95 por ciento para recoger cualquier partícula del ambiente que pueda entrar al dispositivo. Para llegar al prototipo final Francisco hizo pruebas en el Hospital San Ignacio con médicos que le dieron pautas para mejorar y alrededor de 10 cambios sustanciales desde el primer prototipo. Espera que sirva para este personal que hoy se arriesga para luchar contra la pandemia.
El producto pesa entre 1,5 y 2,5 kilos. Hay una versión para el uso médico y otra para el uso civil. La primera usa la presión positiva acompañada de un filtro de inhalación y otro de exhalación para proteger al doctor de cualquier virus o enfermedad que haya en el aire y también proteger al paciente de un posible contagio por enfermedades asintomáticas. El segundo modelo solo tiene un filtro de inhalación para proteger al usuario del ambiente, pero no filtra las exhalaciones del mismo. Cree que con esto cada persona tendría su espacio seguro sin importar la cercanía que tenga con otra persona. Ambos modelos tienen una autonomía de batería de 10 horas pensando en las cirugías extensas y en las largas jornadas de trabajo que puede haber en un hospital o en una oficina. Por ahora, Francisco está a la espera de que el Invima apruebe el proceso para poder comercializar de manera masiva este aparato que podría ser una solución para algunos sectores en medio de la pandemia.