Las enfermedades respiratorias se vuelven muy comunes en las temporadas de invierno o de mucho frío, debido a que durante esos períodos se presentan las condiciones ambientales que facilitan la propagación de virus.

Normalmente, los contagios se dan a través de las secreciones respiratorias que se generan al hablar, llorar, toser y estornudar, entre otras. A esto se suma el contacto con las manos, que es, según los expertos, una de las vías de transmisión que más contagia.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), un niño normalmente puede presentar de seis a siete resfriados en un año. Si bien es una afección benigna, es importante hacer seguimiento para evitar que se presenten complicaciones.

Las vitaminas juegan un papel determinante para el fortalecimiento de los pulmones y las vías respiratorias y para evitar el desarrollo de este tipo de afecciones. De acuerdo con una investigación realizada en Reino Unido y publicada en la revista BMJ Nutrition Prevention & Health hay una estrecha relación entre el consumo de las vitaminas A, E, C y D y la incidencia de problemas respiratorios.

Los científicos analizaron los datos obtenidos de encuestas a 6.115 adultos ingleses entre 2008 y 2016 y determinaron que el consumo de vitaminas A y E (tanto en la alimentación como a partir de suplementos) y de vitamina D (suplementos) se asocia con menos casos de problemas respiratorios, según indica el portal Saber Vivir.

Así las cosas, la ingesta de estos nutrientes es clave para evitar resfriados, influenza, bronquitis y otras complicaciones de salud relacionadas con los pulmones.

Vitamina A

La vitamina A se encuentra en los alimentos de dos maneras: Retinol, que es una forma activa de este nutriente y los carotenoides, que son los pigmentos de las plantas (tintes), que cuando el organismo los digiere los convierte en vitamina A, explica la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos.

En general, las principales fuentes de esta vitamina son el hígado de res y otras vísceras; algunos tipos de pescado como arenque, salmón y aceite de hígado de bacalao; los huevos; productos lácteos como queso y leche fortificada; cereales para el desayuno fortificados; frutas y verduras de color naranja y amarillo, como zanahorias, patatas dulces, mangos y melón y la mayoría de los vegetales de hoja verde oscuro.

Vitamina E

Por su parte, la vitamina E se caracteriza por ser un antioxidante, por lo que protege el tejido corporal del daño causado por las sustancias llamadas radicales libres, que pueden afectar las células. De igual forma, ayuda a mantener el sistema inmunitario fuerte frente a virus y bacterias.

La mejor manera de obtener los requerimientos diarios de vitamina E es consumiendo alimentos tales como: aceites vegetales de maíz (germen de trigo, cártamo, maíz y soya); nueces (almendras, maní y avellanas); semillas (girasol); hortalizas de hoja verde (espinacas y brócoli) y cereales fortificados para el desayuno, jugos de frutas, margarinas y productos para untar enriquecidos, es decir, que tienen la vitamina agregada.

Vitamina C

Este nutriente se encarga de disminuir la duración de las infecciones en las vías respiratorias y es utilizado por el cuerpo, por ejemplo, para fabricar colágeno. “Las personas que toman suplementos de vitamina C regularmente podrían tener resfriados ligeramente más cortos o síntomas algo más leves”, precisa la Biblioteca de Medicina.

Los alimentos que la contienen son las naranjas y otros frutos cítricos como el limón y los pomelos; también se puede hallar en fresas, kiwis, mango, papaya, sandías y en verduras tales como las espinacas y pimientos verdes y rojos, brócoli, coliflor y coles de Bruselas, según la Clínica Universidad de Navarra, de España.

Vitamina D

Este nutriente ayuda a reducir el riesgo de sufrir infecciones respiratorias. Saber Vivir cita una investigación japonesa realizada con un grupo de estudiantes, la cual concluyó que el aporte de vitamina D durante los meses fríos protegió contra la gripa al 40 % de los participantes.

Por su parte, otro estudio publicado en Nature Immunology, indica que si los niveles de esta vitamina son bajos, las células asesinas del sistema inmunitario no se activan, por lo que no pueden movilizarse y actuar contra los agentes patógenos que provienen del exterior. Se puede obtener de alimentos como el pescado azul, los huevos y las setas; además de la exposición al sol.