Cuando se habla de maltrato infantil, se olvida el maltrato institucional que también puede ser muy grave. A diferencia de los otros tipos de abusos cometidos contra el niño, en la variedad institucional no es necesario el contacto directo entre el niño y las personas que van a dictar las disposiciones, normativas, etcétera, que pueden constituir malos tratos. Detrás del escritorio de un despacho, también se puede ser responsable de malos tratos. Muchos niños que lamentablemente han ingresado al sistema de protección infantil en Colombia, son vulnerados no sólo de manera inapropiada sino totalmente arbitraria, pasando años ante los tribunales, de apelación en apelación, mientras sufren un trauma emocional brutal. Se entiende por maltrato institucional cualquier norma, programa, procedimiento o actuación por acción u omisión procedente de los poderes públicos, o bien, derivada de la acción individual de los funcionarios, que comporte abuso, negligencia o afectación de la seguridad y el bienestar físico, mental y social, vulnerando los derechos fundamentales de los niños.Los niños tienden a sentirse inseguros y sufrir dificultades en las relaciones cuando están afrontando situaciones de separación, pérdida y vinculación, y esto es mucho más grave si tienen que soportar un proceso legal tortuoso.Es cierto que los maltratos son más visibles en la familia y que la gravedad del daño es más importante. Sin embargo, no es justificable el olvido o la falta de atención al maltrato sufrido, por ejemplo, en la red de servicios sociales, en especial comisarías de familia y juzgados.Los efectos de ser abusados ??en un contexto en el que tienen todo el derecho a esperar seguridad pueden ser devastadores y una de las dificultades más importantes en este tipo de maltrato infantil institucional es el hecho que se percibe como algo normal.En el campo de la justicia, la lentitud de los procedimientos y la aplicación de leyes que benefician a los adultos son totalmente perjudiciales para el desarrollo del niño.Lea también: El desafío del ICBF ante los 9.000 casos de violencia sexual contra menores este año Cuando una institución del Estado asume, de una manera u otra, la responsabilidad de una intervención con un niño, implícitamente está asumiendo que es capaz de respetar sus derechos. Por este motivo, las instituciones no pueden permitir el abuso y deben preocuparse por evitar cualquier tipo de maltrato institucional. Tanto es así, que la eficacia en esta labor debe ser considerada como uno de los indicadores más poderosos de la calidad de la atención de la niñez en el país.Desigualdad de oportunidades en el trato, no responder a las características singulares y diversas de los niños, poco tiempo para realizar una gestión adecuada, vulneración de la dignidad, autorización de visitas sin preocuparse de intervenir con anterioridad la salud mental de los padres, demoras en la atención de situaciones de urgencia manifiesta, frecuentes cambios de funcionarios e instituciones, obstáculos y situaciones adversas al progreso personal de los niños, cambios frecuentes de estrategias legales que afectan negativamente a los niños. Todo esto ocurre cuando la intervención define el problema y no es el problema el que define la intervención. Vale la pena resaltar que una labor institucional exitosa concluye con la desaparición de la labor del profesional. Es decir que la tarea debe ser considerada como provisional y supletoria de la capacitación del padre o cuidador para tomar las riendas de la situación, adoptando estilos de comportamiento saludables y solidarios.Puede ser que algún día se lleguen a realizar investigaciones sobre maltrato infantil institucional que estudien y procesen criminalmente a cualquier funcionario del Estado al cual se le impute la omisión del cumplimiento de su deber que se traduce en maltrato emocional o negligencia con los niños a su cargo. Es imperativo que el cuidado que reciban sea consistente, competente y que tenga en cuenta sus necesidades. El entorno creado por las decisiones de la justicia debe ser tal que se puedan satisfacer todas las necesidades de desarrollo de los niños. No es suficiente ubicarlo en un entorno que puede no ser violento, pero que es todavía inconsistente, incompetente y no puede responder a sus necesidades de una manera que promueva su desarrollo.Le puede interesar: El documental sobre la pobreza de los niños en Cartagena que revivió 45 años después Casos en los que una situación hipotética lleva a adoptar las medidas más extremas sin el análisis y la evaluación adecuada de la situación y, en última instancia, sin justificación científica y obviamente sin el sentido más básico de empatía y probidad humana, generalmente diseñan una relación familiar grotesca, omitiendo en muchos casos los informes de los profesionales de salud mental y obligando a asumir riesgos físicos y emocionalmente, luego de programar visitas con el padre que sufre un trastorno de personalidad o una patología mental que hasta el momento no tiene cura.Cuando la vida afectiva se altera, se producen alteraciones como: Sentimientos de abandono y soledad con de gran impacto en la confianza básica y autoimagen del niño. La pérdida de seguridad afectiva deja al niño sin energía y desmotivado. El niño experimenta intensas emociones, especialmente en la primera etapa. Angustia, temor, rabia, etc., y asume comportamientos de supervivencia: pelear para tener un espacio, patalear para llamar la atención, movimientos auto estimulatorios para gratificarse en un medio no gratificante y para evadir la insatisfacción, uso inadecuado y acumulación de objetos por la necesidad de tener algo que sea propio.Y al final del camino: una gravísima dificultad de amar y ser amado.Cuando el niño percibe que nada de lo que hace modifica su situación (llanto, rabia, enfermedad, etc.), pierde la esperanza de controlar en alguna medida lo que sucede y entonces no intenta más. Llega un período en el que ya no lucha, tolera todo y no por adaptación, sino por resignación.
* Grupo de Investigación Nuevas Perspectivas en Salud Mental UCMC