La apnea del sueño es un trastorno que puede resultar potencialmente grave, en el cual la respiración se detiene y vuelve a comenzar en repetidas oportunidades.

Esta afección se presenta debido al cierre de la vía respiratoria superior, que abarca las fosas nasales, la boca, la faringe y la laringe, según indica el sitio especializado Cinfasalud. Si una persona ronca de manera fuerte y siente cansancio incluso después de haber dormido toda la noche, es posible que tenga este padecimiento.

Existen varios tipos de apnea. Uno de ellos es la obstructiva del sueño, que es la forma más común y ocurre cuando los músculos de la garganta se relajan.

También está la apnea central del sueño, que se presenta cuando el cerebro no envía señales correctas a los músculos que controlan la respiración y, por último, el síndrome de apnea del sueño compleja, denominado apnea central del sueño emergente del tratamiento, que se presenta cuando una persona tiene los otros dos tipos de apnea.

Los signos y síntomas de la apnea obstructiva y la apnea central del sueño coinciden, por lo que a veces es más difícil determinar de cuál se trata. Los signos y síntomas más comunes de estas dos incluyen los siguientes, según Mayo Clinic.

- Ronquidos fuertes

- Episodios en los que la persona deja de respirar durante el sueño

- Jadeos al respirar durante el sueño

- Despertarse con la boca seca

- Dolor de cabeza por la mañana

- Problemas para mantenerse dormido (insomnio)

- Sensación de sueño excesiva durante el día (hipersomnia).

- Dificultad para prestar atención mientras se está despierto

- Irritabilidad

Según los expertos, los ronquidos fuertes pueden indicar un problema potencialmente grave, pero no todas las personas que tienen apnea del sueño roncan, por esta razón es importante consultar con el médico si la persona considera que está presentando algunos signos o síntomas relacionados con esta afección.

Son variadas las causas que pueden incidir en cada uno de los tipos de apnea. En el caso de la obstructiva del sueño, se puede presentar cuando los músculos en la parte posterior de la garganta se relajan. Éstos sostienen el paladar blando, la porción triangular de tejido que cuelga del paladar blando (úvula), las amígdalas, las paredes laterales de la garganta y la lengua.

Cuando los músculos se relajan, las vías aéreas se estrechan o se cierran en el momento en que la persona respira, de tal forma que no puede recibir suficiente aire, lo que puede ocasionar que se reduzca el nivel de oxígeno en la sangre. Según los expertos de Mayo Clinic, cuando esto ocurre, el cerebro detecta que la persona no puede respirar y la despierta brevemente para que pueda volver a abrir las vías aéreas. Este despertar generalmente resulta tan breve que el paciente no lo recuerda.

“Esta situación se puede repetir de 5 a 30 veces o más cada hora, durante toda la noche, lo que dificulta tu capacidad de alcanzar las etapas profundas y reparadoras del sueño”, precisan.

En cuanto al apnea central, ocurre cuando el cerebro deja de transmitir señales a los músculos de la respiración. Esto significa que la persona no realiza esfuerzo para respirar durante un período breve de tiempo y es posible que se despierte con dificultad para respirar o que le cueste volver a dormir.

Algunos de los factores de riesgo que aumentan la probabilidad de padecerla son la obesidad, las vías respiratorias estrechas, ser mayor, antecedentes familiares, congestión nasal y consumo de alcohol y de tabaco, entre otros.

¿Qué problemas de salud puede provocar?

Según Cinfasalud, si este padecimiento no se trata a tiempo, además del cansancio que produce la falta de un sueño reparador, puede provocar graves problemas de salud, ya que la obstrucción de las vías respiratorias impide que llegue al organismo el oxígeno necesario para su correcto funcionamiento. Entre las posibles complicaciones, está la hipertensión, pues los episodios de asfixia provocan la contracción de las arterias, lo cual puede elevar la tensión arterial o agravar este problema de salud.

De igual forma, si la apnea se extiende en el tiempo, se pueden presentar enfermedades cardiovasculares como insuficiencia cardiaca, arritmias y cardiopatía isquémica; ictus cerebrales o, incluso, diabetes o resistencia a la insulina.

También puede darse una mayor tendencia a padecer depresión o ansiedad y la somnolencia diurna puede interferir en el rendimiento académico o laboral de la persona que la padece e incluso provocar accidentes.