La fatiga muscular es una sensación que va mucho más allá de sentirse cansado. Ante la presencia de este síntoma el deportista tiene un sensación de pesadez en los músculos y, a su vez, un aumento del ritmo cardíaco y respiratorio. Este episodio puede desencadenar falta de coordinación e incluso crisis de ansiedad.

Según Mayo Clinic, este trastorno es complicado y puede durar al menos seis meses. El síndrome se distingue del cansancio o fatiga habitual, ya que empeora con la actividad física o mental, pero no mejora con el descanso.

Hasta el momento no se ha podido identificar el instante exacto en que aparece este síndrome, sin embargo, factores como la edad, el estado físico y la alimentación pueden influir. Cabe mencionar que la fatiga puede ser un síntoma de diversas enfermedades, como infecciones o trastornos psicológicos. En general, es importante consultar con un médico especialista si se padece de fatiga persistente o excesiva.

Otro factor que puede influir en este padecimiento es que quizá la persona que lo presenta se está excediendo con la programación de entrenamientos físicos, lo que puede desencadenar en futuras lesiones.

La fatiga muscular puede generar fatiga e intensos dolores de cabeza. | Foto: Getty Images

Síntomas

  • Fatiga.
  • Problemas de memoria o concentración.
  • Dolor de garganta.
  • Dolores de cabeza.
  • Dolor muscular o articular sin explicación.
  • Mareos que empeoran a pesar de estar acostado, sentado o de pie
  • Sueño no reparador.
  • Agotamiento extremo después de realizar ejercicio físico o mental.
Sufrir de un dolor de cabeza por un tiempo prolongado, es un aviso de alerta y lo mejor es visitar al médico. | Foto: Gettyimages

Causas

  • Reducción de los niveles de calcio. Este componente se encarga de la adecuada contracción y relajación de los músculos.
  • Acumulación de ácido láctico
  • Esfuerzo demasiado intenso.
  • Falta de recuperación.
  • Ejecución de técnica incorrecta.
  • Estancamiento en los entrenamientos.
  • Planificación inadecuada.
  • Problemas con la glándula de la tiroides.
  • Anemia.
  • Consumo de drogas, tabaco o alcohol.
  • Efectos secundarios de algunos medicamentos.
  • Mala alimentación.
  • Inadecuada hidratación.

Otras posibles causas

  • Infecciones virales: algunas personas desarrollan el síndrome de fatiga crónica después de tener una infección viral; los investigadores aseguran que sí es posible que sean los virus los que desencadenan este trastorno. Entre los virus sospechosos se encuentran el virus de Epstein-Barr y el virus del herpes humano 6. Cabe mencionar que todavía no hay un estudio efímero que haya encontrado relación entre los dos síntomas por ahora se maneja como un hipótesis.
  • Problemas del sistema inmunitario: se cree que los sistemas inmunitarios de las personas que tienen síndrome de fatiga crónica puede estar afectados de manera leve, pero no está claro si el deterioro es suficiente como para causar el síndrome.
  • Desequilibrios hormonales: las personas que tienen síndrome de fatiga crónica a veces experimentan niveles anormales de ciertas hormonas en la sangre, las que se producen en el hipotálamo, en la hipófisis o en las glándulas suprarrenales. Sin embargo, se desconoce la importancia de estas anormalidades.
  • Trauma físico o emocional: algunas personas han indicado que experimentaron una lesión, una cirugía o un estrés emocional significativo poco antes de que comenzaran con los síntomas.

Factores de riesgo

Los factores que pueden aumentar los riesgos de padecer síndrome de fatiga crónica son los siguientes:

  • Edad: el síndrome de fatiga crónica puede ocurrir a cualquier edad, pero afecta con más frecuencia a adultos jóvenes y de mediana edad.
  • Sexo: las mujeres son diagnosticadas con síndrome de fatiga crónica con mucha más frecuencia que los hombres, por lo que es posible que simplemente las mujeres sean más propensas a informar sus síntomas a un médico.

Consejos

El portal web de salud y belleza ABC Bienestar brinda algunas recomendaciones que pueden ayudar a tratar este síndrome:

  • Planificar los entrenamientos adecuadamente.
  • Mantener una dieta saludable.
  • Prestar atención a la hidratación.
  • Buscar asesoramiento profesional.
  • Adaptar la intensidad progresivamente.
  • Calentar y estirar antes y después de cada entrenamiento.