Este lunes, la revista Nature Astronomy publicó un informe que sorprendió a los científicos: un grupo de astrónomos encontró rastros de fosfina flotando en la atmósfera de Venus, el segundo planeta más cercano al Sol y al que a menudo se le conoce como el “hermano de la Tierra” por su similitud en tamaño, masa y composición.
En la Tierra, la fosfina (PH3) es conocida como un gas tóxico, incoloro e inflamable. Es una molécula integrada por fósforo y tres átomos de hidrógeno que se producen por bacterias que no requieren oxígeno, como las de los pantanos, humedales, lodos o incluso las que están en el sistema digestivo de los animales. También puede encontrarse en la materia orgánica en descomposición y muchos comparan su olor con el del pescado en descomposición o el ajo.
Aunque este químico maloliente es mortal y suele aniquilar las formas de vida que dependen del oxígeno, los científicos dicen que es difícil de encontrar fuera de la Tierra y solo puede ser producido por organismos vivos (ya sean humanos o microbiana). Por eso, su presencia en Venus podría ser la prueba reina de que en el planeta vecino habría vida.
Según los científicos, este gas está presente en las nubes de Venus a niveles mucho más altos de lo que puede explicarse y su presencia obedecería a tres razones: “Fotoquímica, geoquímica desconocida o, posiblemente, vida”, escriben. “Me asusté inmediatamente, por supuesto. Supuse que era un error, pero quería que no lo fuera”, dijo la coautora del estudio Clara Sousa-Silva, investigadora posdoctoral en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT).
La noticia sin duda generó expectación, pero de acuerdo con José Gregorio Portilla, físico astrónomo y director del observatorio astronómico de la Universidad Nacional, hay razones para mantener la cautela. Por un lado, el hallazgo no es nada nuevo. La primera vez que se detectó fosfina en la atmósfera del planeta fue en junio de 2017 con un telescopio terrestre. Luego, se reconfirmó en marzo de 2019 con otro artefacto del mismo tipo. Y ahora, lo que hicieron fue probarlo de nuevo al utilizar un instrumento más potente.
“Lo hicieron con el telescopio alma, una red de telescopios que está en Chile. Volvieron a tomar las medidas con más precisión y cuidado. Y, en efecto, confirmaron que hay detección positiva de fosfina”, dice. Para Portilla, más que un hallazgo, el estudio es una confirmación que abre un nuevo camino de preguntas. Dentro de ellas, por qué hay tanta cantidad de fosfina en las nubes del planeta, teniendo en cuenta que las condiciones de Venus hacen que sea muy difícil que la vida prospere.
“Se ha encontrado fosfina en la atmósfera de Júpiter, que es una atmósfera reductora. No es raro encontrarla ahí porque hay bastante hidrógeno, lo raro es que esta molécula se degrada rápidamente en atmósferas que tienen mucho oxígeno, como la de Venus, que es oxidante y en la que no debería existir esa cantidad de fosfina”, explica.
Aun así, reconoce que la presencia del gas aún no significa que haya vida. Es solo una posibilidad entre muchas. Lo único que puede decirse hasta el momento es que los científicos no entienden por qué se produce y, en ese sentido, será un reto para los químicos planetarios explicar cómo existe tal cantidad en Venus y cuál es el mecanismo que lo hace posible.
Lo que ha despertado esperanza de que dicha fosfina podría venir de vida extraterrestre es el hecho de que fue detectada a una altura donde la temperatura es del orden de los 30 grados centígrados. "En la superficie de Venus la temperatura es de 400 grados, lo que hace imposible la vida allí, pero más arriba, a 50 o 60 kilómetros, donde fue encontrada la fosfina en este estudio, se reduce bastante y puede ser similar a la de Girardot”.
Pero ahí viene otro interrogante que habrá que resolver: “A esa altura las nubes de Venus están cargadas de ácido sulfúrico y, suponiendo que se trate de seres vivos, que tendrían que ser microscopios, está la pregunta de cómo sobreviven en un medio donde hay este tipo de vapor. Todo eso da pie para pensar que la fosfina puede tener un origen que no tiene nada que ver con la vida. Se trata de una química que aún es extraña para nosotros y habrá que investigar mucho más”, concluye.