SEMANA: ¿Usted es un músico que se hizo doctor o un médico extraviado en la música?
Shokery Awadalla: Estudié música y medicina al mismo tiempo; medicina en El Cairo, en Egipto, y música en la Academia Nacional de Arte. Desde siempre quería ser músico, pero en ese tiempo, y estamos hablando de hace muchísimos años, las mamás y los papás no veían con buenos ojos que los hijos se volvieran artistas. Y el sueño de mi mamá era tener un médico en la familia. Entonces, llegamos a un acuerdo, estudié mi música, pero también me matriculé en medicina. Así fue como me puse en la tarea de hacer las dos carreras al mismo tiempo.
SEMANA: ¿Y en ese camino cómo aparece el laúd, su instrumento de cabecera?
S.A.: El laúd en Egipto es como la guitarra en Colombia o el acordeón en la música vallenata. Todo el que quiere ser músico o le gusta la música en mi país tiene que tocar laúd, es obligatorio. Se trata de un instrumento tierno, muy especial, nostálgico, que da la sensación de que la música te abraza. Entonces, cuando uno lo interpreta es como si abrazaras al otro.
SEMANA: Para quienes no conocen mucho de este instrumento, ¿qué tipo de ritmos se interpretan con el laúd
S.A.: El laúd es el origen de toda la música árabe, desde la música clásica hasta la música popular y la más bailable. Pero en los países árabes se usa más para las reuniones familiares o eventos especiales. Y es un instrumento esencial en la música egipcia. No tiene tanto un componente religioso, es más romántico y nostálgico. Los músicos en Egipto somos más románticos que religiosos.
SEMANA: Usted nace en Egipto, pero hace varias décadas llegó a Colombia por culpa de la música. ¿Cómo es esa historia?
S.A.: Hace 35 años vine en una misión absolutamente de paseo, invitado por el embajador de Colombia que estaba en ese momento en El Cairo. La idea era pasar solo diez días. Eso fue hace unos 35 años. Recuerdo que cuando llegué a Colombia me llevaron a tocar el laúd en una ciudad maravillosa que se llama Ibagué. Y después vine a Bogotá, me gustó lo que vi y me terminé quedando. El verde que hay aquí es algo fascinante para alguien que viene de un país como Egipto, donde todo es un desierto y uno no encuentra ni una sola matica.
SEMANA: En términos de medicina, ¿con qué país se encontró en ese momento?
S.A.: En esa época me ofrecieron quedarme en Colombia porque no había muchos especialistas. Ya me había atraído el país por su verde maravilloso. Decidí quedarme y no me arrepiento, es una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.
SEMANA: ¿Fue duro ese choque entre dos culturas tan distintas?
S.A.: No fue duro, aunque sí implicaba ajustarse a muchas cosas, pero creo que los egipcios nos ajustamos a todo. A Colombia han llegado muchísimos árabes a varias regiones y se han ajustado a toda esta cultura y se integraron; se nota, por ejemplo, en términos de la cocina. Y uno podría decir que muchos de los ritmos colombianos tienen su origen en la música egipcia. Muchos ritmos actuales, como el reguetón, son absolutamente egipcios, no colombianos. Y el vallenato tiene la misma nostalgia y sentido romántico. El acordeón también se usa mucho en Egipto.
SEMANA: Dice que hace casi 40 años no había muchos especialistas, pero el panorama, en su rama, que es la endocrinología, no es que haya cambiado mucho.
S.A.: Sí, faltan aún muchos especialistas, sobre todo en este campo, que es la endocrinología pediátrica. Por eso ayudé en el lanzamiento, hace un año, de una especialización con la Fundación Universitaria de Ciencias de la Salud (Fucs) para formar endocrinos pediatras. En Colombia hay uno de estos especialistas para cada 15.000 niños. Eso es poco. Tuvimos mucha resistencia de las asociaciones científicas porque creían que les íbamos a dañar un negocio, pero logramos sacar esta idea adelante porque entendimos que la salud de los niños, por el contrario, no es un negocio. Sentía que tenía ese deber, como una manera de compensar todo lo que me ha dado Colombia.
SEMANA: ¿Qué costo ha tenido para el país contar con tan pocos endocrinólogos pediatras?
S.A.: Que los niños llegan a la consulta y al diagnóstico tarde. Llegan tarde a la enfermedad y también tarde al tratamiento. Y hay enfermedades que no dan espera. Un niño diabético no da espera y requiere que lo vea un médico cuanto antes. Un niño con hipertiroidismo congénito no da espera. Y, como no tenemos suficientes especialistas, los pocos que estamos no damos abasto. Por eso hay que formar más especialistas en Colombia.
SEMANA: Ahora mismo en el país está en discusión una reforma a la salud y el sistema atraviesa una grave crisis. ¿Cómo se ha visto afectado?
S.A.: Una de las afectaciones ha sido por la escasez de medicamentos. La hormona de crecimiento, por ejemplo, está escasa y se les aplica a muchos niños con problemas de talla en el país. Y, peor aún, la insulina. Porque, digamos, si un niño se queda bajito, no se va a morir por eso, pero es que un diabético sin insulina sí tiene su salud en riesgo. No hay insulina en Colombia. Y no es para adelgazar, no la estamos mandando para adelgazar, como se dijo en estos días. ¿De dónde salen esas barbaridades? Que los políticos se dediquen a hablar de política y nos dejen a los médicos hablar de medicina. La insulina es un medicamento indispensable. Un niño con diabetes tipo 1 sin insulina debe tenerla disponible porque de lo contrario puede entrar en un coma diabético. Su salud y su vida pueden estar en riesgo. Hasta el acetaminofén en solución para los niños está escaso. Entonces, el panorama en estos momentos es complicado.
SEMANA: ¿Ha tenido oportunidad de analizar la reforma que propone el Gobierno nacional?
S.A.: El sistema de salud actual no es perfecto y se puede mejorar. Nosotros los viejos conocimos el Seguro Social cuando no había especialistas y llegar a uno de ellos podía tomar entre siete u ocho meses. No había casi medicamentos ni atención oportuna a la población; solo entre un 30 o 35 por ciento de las personas estaban cubiertas por el sistema de salud. Ahora esa cifra supera el 90 por ciento. Lidero un programa de crecimiento y viajo a toda Colombia para atender a los niños con talla baja que requieren atención por parte de un endocrino pediatra. Muchos de esos niños viven en zonas rurales, en las veredas y pueblos, y con este programa tienen acceso a un endocrino. Entonces, el sistema de salud actual sí funciona. Claro, tiene fallas, pero no es para tumbarlo, hay que mejorarlo. Porque para ingresar al modelo de una entidad única, que se hará responsable de la salud de los colombianos y que pague, es atrasarnos 50 años. Es muy peligroso.
SEMANA: Se le siente pesimista frente a lo que pueda pasar en el país con esta reforma.
S.A.: La verdad es que a mí me duelen los niños. Los niños colombianos en este momento tienen atención preventiva, primaria, secundaria y terciaria. Desde mi área lo que veo es que en la actualidad todos los niños necesitados de un endocrinólogo pediatra cuentan con ese servicio. Cada dos o tres meses tienen al endocrino pediatra que los está viendo. Me pregunto: cuando se acabe el sistema de salud, ¿quién los va a atender? Me preocupa eso. La reforma que se propone habla de salud preventiva para que no haya más enfermos. Y eso suena bonito, pero para ver resultados en la medicina preventiva se requieren de 20 a 30 años. ¿Quién le va a decir ahora a una persona con sobrepeso: deja de comer chocolates y dulces, mejor come lechuga y ve a hacer deporte? Eso ya lo estamos haciendo y no por eso la población deja de hacerlo. En la realidad, para que un modelo como ese sea aplicable, requiere de una apuesta de muchos años. El que ahora mismo tiene diabetes o colesterol alto, ¿cómo hará para que le traten su problema? Un médico general preventivo no lo va a tratar. No se puede desmontar una estructura que lleva funcionando 30 años. Los médicos ahora mismo no sabemos cómo vamos a trabajar si se aprueba esa reforma.
SEMANA: ¿Cree que con esa reforma el acceso a los especialistas desmejorará?
S.A.: Se acabará. Quién me va a emplear ahora para visitar a esos niños en Amazonas. Los gastos serán manejados por una sola entidad donde lo que importa es lo preventivo. Vamos camino al mismo sistema de salud de Cuba, donde todo serán vacunas y comida, y punto. Un niño con una enfermedad huérfana de alto costo o con déficit de la hormona de crecimiento no lo van a cubrir porque no resultará esencial.