El joven estudiante Julián Vélez captó la atención de los colombianos cuando decidió en febrero pasado no aceptar un vuelo especial financiado por el Gobierno en el que decenas de connacionales regresaron al país desde Wuhan, China, ciudad en la que comenzó la pandemia. En momento en el país no había un solo caso detectado de coronavirus. “Quedarme en Wuhan es un aporte responsable para evitar la propagación del virus”, dijo entonces Vélez, quien señaló que en China recibía educación, vivienda, servicios médicos y un subsidio de manutención. Además, dijo que no se había sentido privado de ningún tipo de alimento y que cuenta con todo lo necesario. "Algunos dicen que solo comen enlatados. Eso es por decisión propia. Yo tengo huevos, verduras, cereales y todo tipo de mecato", sostuvo.

El estudiante también afirmó que se sentía tranquilo con los protocolos y las medidas que habían tomado las autoridades chinas.  Vélez, de 20 años de edad, se refirió esta semana nuevamente a la pandemia en entrevista con el portal Vorágine. El joven, quien continúa con sus estudios en China, criticó que en el país algunos laboratorios cobren 70.000 pesos por practicar una prueba para detectar covid-19. Cuestionó además las intervenciones del presidente Iván Duque en los medios por la pandemia. Señaló que en Wuhan los reportes sobre el estado de la crisis eran entregados por especialistas y no por los gobernantes. Sobre la realización de una fiesta masiva en una piscina de la ciudad, afirmó a RCN Radio que no veía nada malo. "Wuhan es la ciudad china más segura en cuanto al virus (...) las autoridades han tomado medidas más especiales e incluso más estrictas. A la mayoría de la población la han testeado para saber si teníamos el covid, en especial a los asintomáticos", dijo. Wuhan fue la primera ciudad en el mundo en estar en cuarentena por causa del coronavirus. Allí surgió en diciembre de 2019, pero ahora sus habitantes disfrutan el regreso a una vida normal, a tal punto que muchos de ellos no dudan en dejar el tapabocas. Jóvenes bailando en una fiesta tecno, puestos de comida abarrotados y embotellamientos por todas partes: el paisaje de Wuhan (centro) ya no tiene nada que ver con la atmósfera de ciudad fantasma que vivieron las costas del Yangtsé desde el 23 de enero.

La metrópolis de 11 millones de habitantes vivió un duro encierro de 76 días, finalmente levantado a comienzos de abril. Pero con la casi desaparición de la enfermedad en la totalidad de China, el movimiento se ha adueñado de las calles.  Miles de wuhaneses hacen fila todas las mañanas frente a caravanas que venden desayunos. Una escena que contrasta con la multitud que acudía en masa a los hospitales de la ciudad durante el invierno, angustiados por el nuevo coronavirus. Mientras que la mascarilla es obligatoria en Berlín y en París, en Wuhan el objeto símbolo de la pandemia, así como los trajes completos y los anteojos de seguridad dejan su lugar a las sombrillas y los anteojos de sol. Estos últimos días las temperaturas alcanzaron los 34 grados. Con información de AFP