La pérdida de apetito es un trastorno que puede ser continuo o momentáneo y ser originado por varias causas, algunas de ellas patológicas, que pueden acarrear consecuencias graves. Con frecuencia se produce una pérdida de peso repentina que puede derivar en un debilitamiento tanto físico como psicológico.

Las consecuencias de la falta de apetito no son menores. Por ejemplo, cuando una persona tiene este padecimiento no consume los nutrientes y las calorías necesarias para mantenerse sano y se produce un deterioro psicofísico; hay una pérdida de peso y también se puede producir deshidratación. Este último inconveniente puede ser especialmente agudo en los ancianos y los niños, especialmente en épocas de calor.

Según Medical News Today, junto con la pérdida de apetito, también es posible experimentar fatiga. Son varias las causas y los síntomas.

Los problemas digestivos pueden hacer que una persona pierda el interés por la comida. También puede ser generada por un tema físico o sicológico, suele ser temporal debido a factores como infecciones o problemas digestivos, en cuyo caso el apetito volverá cuando la persona se haya recuperado.

Hay personas para las que la inapetencia puede ser síntoma de una enfermedad prolongada y grave como es el caso del cáncer. Esto es parte de una afección que los médicos llaman caquexia.

El término médico para la pérdida completa del apetito durante un período de tiempo más prolongado se conoce como anorexia. Esto es diferente al trastorno alimentario llamado anorexia nerviosa, que es un problema de salud mental.

Estas son las razones

Las infecciones virales o bacterianas comunes, como la gripa o la gastroenteritis, suelen ser las causas más comunes de la pérdida del apetito. De este listado también hacen parte las infecciones respiratorias, las bacterianas o virales, el estreñimiento, un malestar estomacal, problemas digestivos, reflujo ácido, intoxicación alimentaria, alergias, intolerancia a ciertos alimentos, un virus estomacal o gastroenteritis, embarazo, desequilibrio hormonal, estrés, efectos secundarios de medicamentos y consumo de alcohol o drogas.

De igual forma, según los expertos, las enfermedades prolongadas pueden causar este padecimiento. En algunas oportunidades se relacionada con una disminución del funcionamiento del sistema inmunológico, una sensación general de malestar y molestias estomacales.

Dentro de estas afecciones están las molestias digestivas, como el síndrome del intestino irritable y la enfermedad de Crohn, una enfermedad hormonal conocida como Addison, pero también puede ser por asma, diabetes, enfermedad hepática o renal crónica, niveles altos de calcio en la sangre, VIH y SIDA, tiroides hipoactiva o hipotiroidismo y tiroides hiperactiva o hipertiroidismo, entre otras.

Causas psicológicas

Los factores psicológicos y las enfermedades de salud mental pueden tener un impacto significativo en el apetito de una persona. Estos pueden incluir: depresión, ansiedad, ataques de pánico, estrés, tristeza, desórdenes alimenticios, como bulimia o anorexia nerviosa y la edad.

La pérdida de apetito también puede ser más común en los adultos mayores. Esto puede deberse a un mayor uso de medicamentos y cambios en el cuerpo que pueden afectar el sistema digestivo, las hormonas, el sentido del gusto o el olfato.

Según Sanitas.es, la pérdida de apetito en las personas mayores, que se conoce como hiporexia, no debe considerarse nunca como algo propio de la edad o un capricho, pues puede ser un síntoma propio de alguna enfermedad más o menos grave, aunque en muchas ocasiones no se pueda encontrar la causa o ésta se deba a que la persona está inmersa en una situación de tristeza, soledad, depresión o ansiedad.

Así, de la misma manera que puede ser consecuencia de una enfermedad, la pérdida de apetito puede causar un estado de desnutrición que abra la puerta a una enfermedad o agrave las ya existentes, por lo que siempre debe tomarse como un signo de alarma.

Sea cual sea la razón que genera la falta de apetito, cuando esta afección aparece es importante consultar de manera rápida al especialista con el fin de determinar el origen del problema. Si la enfermedad que la produce puede ser tratada, el apetito se recuperará con el tratamiento.