El sodio, al igual que otros minerales, es clave para el buen funcionamiento del organismo. La Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos asegura que el cuerpo lo utiliza para controlar la presión arterial y el volumen sanguíneo.

De igual forma, las personas requieren de esta sustancia para que los músculos y los nervios funcionen apropiadamente. Se encuentra de manera natural en la mayoría de los alimentos, pero su forma más común es el cloruro de sodio, que es la sal de cocina.

La leche, las remolachas y el apio también lo contienen de forma natural. La citada fuente explica que este mineral se añade a muchos productos alimenticios. Algunas de estas formas son: glutamato monosódico (GMS), nitrito de sodio, sacarina, bicarbonato y benzoato de sodio. Estos se encuentran en artículos como la salsa de soya, la sal de cebolla y la de ajo, además de los cubos de caldo concentrado.

Las carnes procesadas, como el tocino, los embutidos y el jamón, junto con las sopas y verduras enlatadas, lo contienen de forma agregada. Según la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), de Estados Unidos, las dietas con alto contenido de sodio están asociadas con un mayor riesgo de desarrollar presión sanguínea alta, que es la principal causa de accidentes cerebrovasculares y enfermedad cardiovascular.

Precisa que contrario a lo que piensa mucha gente, la mayoría del sodio dietético (más del 70 %) proviene del consumo de alimentos envasados y preparados, y no de la sal de mesa utilizada para preparar la comida en casa.

No obstante, y a pesar de que los niveles que requiere el organismo para funcionar bien son bajos, hay oportunidades en los que estos se encuentran por debajo de lo deseado y se le conoce con el nombre médico de hiponatremia.

Síntomas

El sodio normalmente se encuentra en los líquidos corporales por fuera de las células, pero cuando se ubica por debajo de lo normal, esto provoca que las células se hinchen con demasiada agua. Las del cerebro son especialmente sensibles a la inflamación y esto provoca muchos de los síntomas que en algunas ocasiones son peligrosos.

  • Confusión, irritabilidad e inquietud
  • Convulsiones
  • Fatiga
  • Dolor de cabeza
  • Inapetencia
  • Debilidad muscular, espasmos o calambres
  • Náuseas y vómitos

En casos graves, el nivel bajo de sodio puede llevar a:

  • Disminución de la conciencia, alucinaciones o coma
  • Hernia cerebral
  • La muerte

Las razones detrás de la baja de sodio en el cuerpo están relacionadas con lo siguiente:

  • Quemaduras que afectan una gran área del cuerpo
  • Diarrea
  • Medicamentos diuréticos, que incrementan el gasto urinario y la pérdida de sodio a través de la orina
  • Insuficiencia cardíaca
  • Enfermedades renales
  • Cirrosis hepática
  • Sudoración
  • Vómitos

Un nivel bajo de sodio que ocurre en menos de 48 horas (hiponatremia aguda), es más peligroso que el que se desarrolla con el tiempo. Cuando baja lentamente durante días o semanas (hiponatremia crónica), las células del cerebro tienen tiempo de adaptarse y la hinchazón es mínima, precisan los especialistas.

El alto consumo de sodio puede afectar la presión arterial, pero cuando este mineral se baja también genera complicaciones de salud. | Foto: Getty Images

Recomendaciones

De acuerdo con los expertos, el sodio en la dieta (llamado sodio dietético) se mide en miligramos (mg). La sal de mesa contiene 40 % de sodio. Argumentan que los adultos sanos deberían limitar la ingesta de sodio a 2.300 mg por día, mientras que los que sufren de presión arterial alta no deberían consumir más de 1.500 y las personas que padecen insuficiencia cardíaca congestiva, cirrosis hepática y enfermedad renal lo ideal es que ingieran cantidades más bajas.

Si bien no hay restricciones de sodio específicas para bebés, niños y adolescentes, se han establecido ciertos niveles de ingesta diaria adecuada para un crecimiento saludable.

  • Bebés menores de seis meses: 110 mg
  • Bebés de seis a 12 meses: 370 mg
  • Niños de uno a tres años: 800 mg
  • Niños de cuatro a ocho años de edad: 1.000 mg
  • Niños y adolescentes de nueve a 18 años: 1.500 mg