La sal se ha convertido en uno de los ingredientes más importantes y utilizados en las cocinas debido a que es un buen potenciador del sabor de los alimentos. Sin embargo, su exceso puede resultar perjudicial para la salud.
Son diversos los tipos de sal que hay en el mercado y aunque todos contienen sodio, las cantidades de este y otros minerales no son las mismas.
El sodio es necesario en el organismo para el correcto funcionamiento y equilibrio de músculos, fluidos corporales y nervios, pero la cantidad requerida para ello es muy pequeña.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda consumir menos de cinco gramos de sal al día para los adultos sin problemas de hipertensión.
El exceso de este mineral en el organismo se ha vinculado con varios problemas para la salud, como un aumento de la presión sanguínea, riesgos de infarto cerebral o enfermedades renales, entre otras.
Según información de Mayo Clinic, los riñones se encargan de equilibrar de manera natural la cantidad de sodio almacenado en el cuerpo para mantener una salud óptima. Cuando el sodio del organismo es bajo, este órgano lo retiene y cuando es alto, elimina el exceso por la orina.
Pero si por alguna razón los riñones no pueden expulsar el sodio suficiente, este comienza a acumularse en la sangre. Dado que este mineral atrae y retiene el agua, aumenta el volumen del cuerpo, lo que provoca que el corazón trabaje más y aumente la presión en las arterias. Enfermedades como la insuficiencia cardíaca congestiva, la cirrosis y la enfermedad renal crónica pueden dificultar que los riñones mantengan el equilibrio del nivel de sodio.
En el mercado se puede conseguir una amplia oferta de sal. La más utilizada es la de mesa, también conocida como sal fina, que contiene un 95 % de cloruro sódico y un 38 % de sodio. En el proceso de elaboración se le añaden otros minerales, como el yodo y el flúor, así como otros aditivos y conservantes.
Los cristales de esta variedad son de un tamaño uniforme y muy pequeños. El problema de esto es que hace que sea más fácil salar en exceso la comida porque puede echarse de más sin querer, lo cual puede suponer un problema, indica un artículo de Business Insider.
Por otro lado, está la sal marina que se obtiene al evaporar agua de mar y, a diferencia de la sal común, contiene gran cantidad de minerales como azufre, boro, carbono, magnesio, potasio, sodio, flúor, fósforo, hierro, zinc, yodo, entre otros.
Aunque se tiende a pensar que este tipo de sal es más saludable que la sal común, ambas tienen la misma cantidad de sodio, indica la publicación.
También está la flor de sal, que se adquiere de las superficies de las salinas marinas de forma artesanal por medio de técnicas tradicionales en el Atlántico y el Mediterráneo. Esta normalmente es utilizada por los restaurantes gourmets gracias a sus propiedades gastronómicas. Es hipotónica, lo que indica que al ser consumida no causa retención de líquidos. Si se compara con los otros tipos de sal, es baja en cloruro sódico (solo 92,9 %) y en sodio (15 %).
Al igual que otras sales marinas, también tiene calcio, potasio, hierro y magnesio, aunque las cantidades son demasiado pequeñas para aportar mucho a la salud.
Sal del Himalaya
La sal del Himalaya o sal marina sin refinar es una sal muy gruesa y de grandes cristales. Tiene un 84 % de cloruro de sodio y un 16 % de minerales naturales como magnesio, yodo, potasio y fósforo. Al encontrarse en su proporción adecuada, estos minerales pueden contribuir con el correcto funcionamiento del organismo.
Este es un tipo de sal originaria principalmente de Pakistán, América Latina y no del Himalaya, como se podría pensar.
Sea cual sea la variedad que se utilice, lo importante es no excederse en su uso para evitar las complicaciones de salud. Los expertos señalan que aquellos tipos de sal sin refinar pueden ser las opciones más saludables para condimentar los platos.
Sin embargo, el problema no es la sal sino la forma de consumirla y la cantidad que se usa en cada comida. Su consumo exagerado es el que ocasiona problemas. Un estudio publicado en la British Medical Journal arrojó que los pacientes que redujeron la sal mejoraron su función renal, ya que los riñones tenían dificultad para procesar el exceso de sodio.
Otro análisis de la Escuela de Medicina de Harvard indica que una dieta baja en sal reduce la presión sanguínea y, por lo tanto, los riesgos de accidentes cardiovasculares.