Los antioxidantes son sustancias naturales o fabricadas por el hombre que pueden prevenir o retrasar algunos tipos de daños a las células. Están presentes en muchos alimentos, incluyendo frutas y verduras, además de que se encuentran disponibles como suplementos dietéticos, asegura la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos.
Las verduras y frutas son una importante fuente en estas sustancias. De acuerdo con la mencionada fuente, existe una amplia evidencia de que el consumo de este tipo de alimentos reduce riesgos de sufrir ciertas enfermedades.
Una publicación del portal Cuídate Plus indica que un nutriente tiene propiedades antioxidantes cuando es capaz de neutralizar los radicales sin perder su propia estabilidad. No obstante, en muchas ocasiones, no es capaz de combatirlos debido a un exceso de lo mismos, provocado por la contaminación atmosférica, el humo del tabaco, los herbicidas, ciertas grasas y otros factores externos.
Este exceso de radicales libres, al no poder ser eliminado por el cuerpo, daña las membranas de las células y facilitan el desarrollo de diversos padecimientos.
Una de las vitaminas que actúa como antioxidante es la C. Conocida como ácido ascórbico, es considerada como el más genuino de los antioxidantes. Como el organismo humano, a diferencia de otros mamíferos, es incapaz de sintetizarla, necesariamente se tiene que extraer en cantidades suficientes de los alimentos que las personas consumen a diario. Esta vitamina está catalogada como un nutriente esencial para el cuerpo.
Dentro de sus funciones primordiales, según la Fundación Española del Corazón, está la protección estructural de proteínas, lípidos e hidratos de carbono, y sobre todo, preserva del estrés oxidativo a los ácidos nucléicos que conforman el ADN y el ARN.
Los expertos de esta institución explican que sin la acción de esta vitamina el organismo no podría sintetizar el colágeno y la elastina, componentes que son clave para el desarrollo y sostenimiento de los vasos sanguíneos, tendones, huesos y ligamentos.
Así mismo, su papel es determinante en la síntesis de la noradrenalina (sustancia química que es clave para el funcionamiento de algunas células), y tampoco de la carnitina (aminoácido que tiene como función transportar los ácidos grasos hacia el interior de las mitocondrias). La vitamina C también aporta en la transformación del colesterol en sales biliares.
Las fuentes naturales de vitamina C son las frutas y las verduras, pero es importante tener en cuenta que la concentración de ácido ascórbico varía entre unas a otras. Entre las más ricas en este nutriente se encuentran la naranja, el kiwi, el limón, la papaya, el melón, las fresas, los tomates y verduras como los pimientos, las coles de Bruselas, y, en general, verduras de hoja verde como el brócoli y la coliflor.
De acuerdo con la Fundación Española del Corazón, cinco porciones diarias (tres de frutas y dos de verduras) aseguran un consumo mínimo de 200 miligramos de vitamina C.
Otra vitamina
Sin embargo, la C no es la única vitamina que actúa como antioxidante. La E también lo hace, aunque no en las mismas proporciones. Según el instituto de investigación Mayo Clinic, esta vitamina es un nutriente importante para la visión, la reproducción y la salud de la sangre, el cerebro y la piel, además de tener las propiedades antioxidantes.
De acuerdo con esta institución, es importante tener en cuenta que los suplementos podrían no ofrecer los mismos beneficios que los antioxidantes que se encuentran naturalmente en la comida. Algunos alimentos ricos en vitamina E son el aceite de canola y de oliva, la margarina, las almendras y los maníes.
También se puede obtener de las carnes, los productos lácteos, los vegetales de hoja y los cereales fortificados. Además, está disponible como un suplemento oral en forma de cápsulas o gotas. La deficiencia de vitamina E puede causar neuralgia y la cantidad diaria recomendada para los adultos es de 15 miligramos.