La presión arterial es la fuerza que ejerce el corazón sobre las arterias para que transporten la sangre hacia los distintos órganos del cuerpo. Cuando el nivel se eleva a números muy altos, se considera que la persona tiene presión arterial alta, también conocida como hipertensión.
Son dos valores que se deben tener en cuenta en la tensión arterial: la tensión sistólica y la tensión diastólica. El primero obedece al momento en el que el corazón se contrae o late, mientras que el segundo representa la presión ejercida sobre los vasos cuando el corazón se relaja entre un latido y otro, así lo explica la Organización Mundial de la Salud (OMS).
“Para establecer el diagnóstico de hipertensión se han de tomar mediciones dos días distintos y en ambas lecturas la tensión sistólica ha de ser superior o igual a 140 mmHg y la diastólica superior o igual a 90 mmHg”, señala la máxima autoridad de la salud.
Es una enfermedad que puede pasar inadvertida y que suele presentarse con mayor frecuencia en las personas mayores de 40 años, aunque puede ocurrir a cualquier edad. De no ser tratada a tiempo, esta afección puede desembocar en problemas coronarios y cerebrovasculares.
“La presión arterial se puede elevar sin una causa previa conocida, por algunas enfermedades (endocrinas, renales) y por el consumo de algunos fármacos”, explica la Fundación Española del Corazón. El tabaco, el exceso de alcohol, el estrés, el sobrepeso, la falta de ejercicio y una dieta rica en sal son otros factores que pueden contribuir en el desarrollo de esta enfermedad.
Frente a este último factor, la fundación explica que diversos estudios han demostrado que “reducir la cantidad de sodio en la dieta reduce la presión arterial”. Reducir no es eliminar el consumo de sal, pues advierte que este elemento es necesario en el organismo, pero en dosis demoradas. El problema llega cuando las personas se excede en su consumo, el cual puede provocar retención de líquidos y aumento de la presión arterial.
“Necesitamos 1,25 g de sal al día y tenemos que tratar de mantener su ingesta por debajo de los 6 g al día (1 cucharilla de café): 6 g de sal = 2,5 g de sodio”, señala.
¿Cómo reducir el consumo de sal?
De acuerdo con la entidad, la forma más fácil de reducir la sal en la dieta diaria es no añadirla a los alimentos: “Los alimentos frescos suelen tener una concentración de sal mucho más baja que los preelaborados o precocinados”, dice.
En ese sentido, enumera algunos de los alimentos que son más ricos en sal, organizados de mayor a menor contenido: cubos de caldo, sopas comerciales, bacalao salado, tocino de cerdo, caviar, pizza, tocineta, precocinados (croquetas, empanadas...), queso azul, salsa de tomate, jamón serrano, aceitunas, jamón cocido, queso manchego, papas fritas comerciales, frutos secos y los embutidos.
Otro punto a tener en cuenta para reducir el consumo de sal es fijarse muy bien en el etiquetado de los productos de venta comercial. En la tabla de contenido hay un renglón dedicado a la sal y el porcentaje expresado en gramos que se encuentra en el producto.
“Ten en cuenta que los ingredientes se colocan en la lista en orden descendente de cantidad. Es decir, cuanto antes aparezca la palabra sal en la lista de ingredientes, mayor proporción contiene. Por ello, es aconsejable escoger los productos en los que la sal esté hacia el final de la lista”, explica la Fundación Española del Corazón.
De este modo, señala que conviene elegir los alimentos que contengan menos de 0,5 g o 500 mg de sodio por cada 100 g de producto. En caso tal de que el empaque no cuente con esa relación, la persona puede hacerlo con la ayuda de una calculadora, multiplicando la cantidad de sodio por 2,5 y lo sabrá. Es de recordar que un gramo de sodio equivale a 2,5 gramos de sal.
También hay que prestar atención a la lista de ingredientes de los fármacos, pues algunos de ellos tienen un alto contenido de sodio, la entidad explica que especialmente aquellos con una presentación efervescente.
¿Cómo sustituir la sal?
La Fundación Española del Corazón explica que las especias y las hierbas pueden ser buenos sustitutos de la sal. Así, recomienda hacer uso de laurel, nuez moscada, pimienta, salvia, tomillo, ajo, cebolla, orégano o romero a la hora de preparar carnes rojas y pollo.
Entre tanto, en el caso de los pescados pueden jugar mejor el curry en polvo, eneldo, mostaza, zumo de limón o pimienta. Finaliza explicando que los vegetales pueden ir acompañados de romero, salvia, eneldo, canela, estragón, albahaca o perejil.