David Ricardo Parada, un enfermero de la Subred Sur Occidente en Bogotá, vivió una auténtica pesadilla durante 18 días internado en unidad de cuidados intensivos y otros 13 en hospitalización en la Clínica Colombia tras contagiarse de coronavirus.

El hombre realiza vigilancia en Salud Pública en el aeropuerto El Dorado, pero cree que se contagió de covid-19 en el transporte público y no en su labor diaria identificando usuarios con sintomatología de fiebre, dolor de cabeza y malestar general, pues usaba todos los elementos de protección personal suministrados por la Subred durante sus jornadas laborales.

“Saliendo de turno recuerdo que me monté a bus y había un señor tosiendo mucho, abrí la ventana y los otros pasajeros protestaron ya que estaba haciendo mucho frío, volvía a cerrar la ventana y al llegar a casa se inició mi pesadilla”, contó David a la Secretaría de Salud, que hizo pública su historia este jueves. Jamás pensó que iba ser uno de los casos positivos del virus, pero al llegar a su casa comenzó a sentirse mal de inmediato. Se elevó su temperatura, sentía mucho cansancio, fatiga y un insoportable dolor de espalda y de cabeza. Cuando comenzó a sentir dificultad de respirar, se dirigió a su EPS a una cita prioritaria en la que le ordenaron la prueba PCR y al día siguiente ya estaba hospitalizado, con el resultado positivo de covid-19 horas después. En ese momento el llanto y la angustia se apoderaron de él, pues siendo enfermero sabía que las enfermedades crónicas que poseía, como diabetes, hipertensión, obesidad y apnea del sueño, agravaban el dictamen médico y las posibilidades de seguir viviendo. En efecto, el calvario de David duró 18 días en una UCI y otros 13 en la Clínica Colombia tras padecer dos infecciones en los pulmones y requerir de diálisis tras el fallo de sus riñones. “Fue una experiencia horrible, tu orgullo se va al piso, todos ven tu desnudez. En su momento era una enfermedad desconocida, los médicos no sabían qué medicamentos me podían poner, vi enfermeras llorando porque les tocaba turno conmigo. Había miedo”, explicó.

Entonces comenzó su recuperación paulatina, pero tuvo secuelas físicas. Perdió 40 kilos y ahora continúa con un tratamiento psicológico y psiquiátrico. También permanece el aislamiento con su familia, aunque aún no ha podido ver a su madre y hermanos, para evitar un posible contagio. Cuando le preguntan si cambiaría de profesión después de esta experiencia no vacila en decir que él es “un testimonio del poder y la soberanía de Dios, estudié para salvar vidas y seguiré haciéndolo y sirviéndole a Dios y la comunidad”.