Catalina Correa recuerda que pasó por varias emociones cuando abrió la puerta del cuarto de su hijo de 10 años, una mañana de domingo cualquiera, y lo encontró sentado en su escritorio, semidesnudo, viendo pornografía en el computador donde habitualmente realiza sus tareas.
“Mi primera reacción fue el regaño, pero creo que yo estaba más asustada que él. Para mí, él todavía es un niño, no solo física, sino emocionalmente, en sus conversaciones, en sus juegos. Luego, cuando ya pasó la rabia, me llené de una enorme frustración y lloré. ¿Qué hice mal como mamá? ¿En qué fallé? ¿Será que mi hijo se siente solo? ¿Será que esto es normal?”.
Madre de familia con un trabajo a tiempo completo y separada hace varios años, Catalina no dudó en buscar ayuda profesional.
Puso sus dudas en manos del psicólogo del colegio de su pequeño y la respuesta que encontró fue más inesperada de que lo que pensaba: el especialista le confesó que, producto del prolongado encierro que dejó la pandemia de covid-19 y el acceso permanente de los niños a internet, las autoridades escolares han notado un creciente y precoz acceso a contenidos sexuales por parte de niños menores de 10 años.
El hijo de Catalina completa ya ocho meses en terapia psicológica. “Solo después de varias sesiones, confesó que comenzó a ver pornografía en el computador del papá, que se lo prestaba cuando tenía que conectarse a sus clases del colegio por Teams, durante la pandemia. Al comienzo fue por casualidad, pero luego él mismo sabía qué páginas buscar para ver pornografía. Y pues le quedaba fácil porque a veces estaba solo, porque el papá estaba fuera de la casa o en otro cuarto trabajando”.
Un caso parecido vivió Laura Mosquera, secretaria y madre de un niño de 8 años, estudiante de quinto año. “Yo me di cuenta que el niño veía esas cosas porque un día, jugando con varios compañeros virtualmente, comentó con nombre específico la página de pornografía que había visto. Y uno de los padres de familia de un compañero escuchó eso y se quejó en el colegio”, cuenta esta mamá.
“En las cuarentenas, uno igual estaba teletrabajando y no podía estar vigilando a toda hora lo que el niño hacía, menos si uno es mamá soltera —cuenta Laura—. Y hoy reconozco que era más fácil tener a un niño entretenido con un aparato, que tenerlo sin tener qué hacer en la casa, porque ellos en ese momento no podían salir ni a un parque siquiera, por la pandemia. Entonces, lo más práctico era que se entretuvieran con la tableta o el computador”.
Pero, si un padre de familia se encuentra ante esta misma situación, lo aconsejable es una intervención psicológica oportuna.
Así lo explica la psicóloga infantil Claudia Ruth Martínez, quien agrega que “el cerebro de un menor de edad es más propenso que un adulto a crear una adicción hacia el placer. Esto se debe a la dopamina, el neurotransmisor de sensaciones placenteras y de relajación. Entonces, lo aconsejable es buscar ayuda profesional”.
Graves consecuencias
Para Martínez, lo grave en estos casos es que la exposición a la pornografía a edades muy tempranas distorsiona el desarrollo normal de la sexualidad. Además, hay que recordar que en la adolescencia hay más dificultades para controlar los impulsos.
Con el tiempo, cuando ese niño se hace adulto, puede ver afectadas sus relaciones de pareja, tener problemas de adicción al sexo o propiciar relaciones con expectativas irreales alrededor del sexo que suelen incluir comportamientos agresivos y, en el caso de los hombres, una cosificación de la mujer.
Por eso, es importante que “los niños y adolescentes reciban una adecuada educación sexual, con un lenguaje claro y en ambientes controlados como su propia casa, que les ayude a entender la importancia de cuidar su cuerpo y, a futuro, establecer relaciones afectivas sanas”, advierte la especialista.
En opinión de José Luis García, psicólogo clínico y sexólogo y autor del libro ‘Tus hijos ven porno: qué vas a hacer’, diferentes estudios científicos sugieren efectos nocivos en el desarrollo de los niños y su repercusión en la adultez cuando acceden tempranamente a contenidos de pornografía.
Cuando los pequeños acceden a esos contenidos a futuro pueden enfrentar “adicción, hipersexualidad, alteraciones cerebrales, disfunciones sexuales, problemas de pareja, trastornos de la conducta, alteraciones de la sociabilidad, consumo de prostitución, riesgos reproductivos y de infecciones entre otros, pasando por el aprendizaje de un modelo de relaciones sexuales agresivo, inaceptable desde todo punto de vista, sobre todo cuando nos referimos al porno violento”.
Para García, es lamentable que niños y niñas “se inicien en la sexualidad con ese modelo que ven en las pantallas de sus móviles, modelo que contribuye a configurar el concepto y el sentido de su sexualidad y de sus relaciones a partir de ese momento. El porno es el manual de instrucciones 3.0 de las primeras relaciones sexuales de muchos chicos y chicas. Y los expertos tenemos la certeza de que la pornografía cambiará muchos de los códigos y las claves sexuales que hasta ahora conocíamos respecto de la estética corporal, la sexualidad y de las relaciones sexuales”.
Hablar de sexo en casa
En todo caso, lo aconsejable lo importante es no caer en la prohibición, aconseja la doctora Martínez.
“Estamos ante una generación hiperconectada, que recibe estímulos de forma imparable a través de la televisión, las plataformas de streaming y las redes sociales como TikTok, donde hay contenidos que, sin llegar a ser pornográficos, tienen una carga sexual altísima. Entonces, no se puede pretender que ellos estén al margen de esos contenidos”, asegura la experta.
Para ella, lo recomendable es que los padres de familia creen espacios de diálogo con sus hijos, les hablen abiertamente de la sexualidad, del autocuidado, de la importancia de cultivar una vida afectiva sana.
“Muchos papás sienten temor de hablar de estos temas con hijos pequeños porque erróneamente piensan que, al hacerlo, los enfrentan a temas de adultos de forma prematura o les van a romper su infancia. En realidad, es todo lo contrario. Lo que hacen no solo es construir con ello relaciones de confianza, sino que les entregan herramientas para que ellos puedan enfrentar situaciones como el acceso a la pornografía y espontáneamente hablar con sus papás de las dudas que tengan sobre ella”.
La doctora Martínez cree indispensable romper los tabúes alrededor de la educación sexual en casa y evitar reaccionar de forma negativa o represiva ante las preguntas que niños y adolescentes tengan sobre el sexo.
“Ya no estamos en los tiempos en que los padres se escandalizaban porque encontraban una revista PlayBoy bajo el colchón, dice la especialista. Esta es otra generación, son nativos digitales, están más expuestos como ninguna otra, a gran cantidad de información. Hablar de sexo es una forma más de comunicación y es algo que no se debe relegar al colegio. Como ocurre con cualquier otro tema, ofreciendo la verdad estaremos alimentando un vínculo de confianza”.
Por eso, “empoderar a los niños con mecanismos de defensa y autoprotección es fundamental. No solo para que sepan cómo evitar abusos sexuales o emocionales, sino también como herramientas para construir relaciones íntimas basadas en el respeto”.
Y, para esta experta, la única forma de lograrlo es a través de la educación en sexualidad desde la infancia, acompañándoles mientras maduran, descubren, forman y desarrollan sus intereses. Lo contrario es arriesgarnos a que construyan sus modelos e ideas bebiendo de cualquier fuente, “con el peligro de caer en confusiones y prejuicios”.