El pasado 16 de mayo, el ministro de Salud, Juan Pablo Uribe Restrepo, anunció que en varios territorios del país ya se están llevando a cabo jornadas de socialización sobre la Política de Salud Mental que pretende tratar como un asunto de salud pública a patologías como la depresión, el suicidio, entre otros trastornos mentales. Al menos el 40,1 por ciento de la población entre los 18 y los 65 años, ha sufrido o sufrirá alguna vez en la vida un trastorno mental. Durante el anuncio el jefe de la cartera explicó que el programa ya se está socializado con más de 2.100 profesionales de seis departamentos y que su objetivo será reducir la carga que hoy representan este tipo de trastornos para la población y sus consecuencias en el desarrollo social. Las cifras más reciente del Estudio Nacional de Salud Mental en Colombia indican que este tipo de enfermedades, en efecto, vienen en aumento, pues según los resultados al menos el 40,1 por ciento de la población entre los 18 y los 65 años, ha sufrido o sufrirá alguna vez en la vida un trastorno mental. Según Restrepo, el panorama es tan preocupante, que actualmente los trastornos mentales son la segunda causa de enfermedad en el país y sin duda, “serían la primera si todos pudieran hablar sin tabúes de ella y se mejorara su diagnóstico”.  El problema es que aún sigue existiendo estigmatización sobre el tema y la mayoría de afectados prefiere no tratar sus problemas por temor al rechazo social. Lea también: La salud mental en Colombia, un enorme desafío del posconflicto De hecho, un estudio realizado por la Fundación Saldarriaga Concha y publicado hace dos meses, concluyó que la trivialización de la salud mental es uno de los puntos que más impacta la decisión de poder conversar, entender las emociones y  pensar en pedir ayuda .Tras una serie de entrevistas a profundidad y en grupos focales hechos en Bogotá, Barranquilla, Cartagena, Manizales y Pasto, los investigadores encontraron que a nivel general, existe el imaginario de que las personas con problemas de salud mental son peligrosas, anormales y no pueden tener trabajar o mantener una relación de pareja.

Los expertos también advirtieron que esta discriminación  lleva a una baja adherencia a los tratamientos y por ende, a que la duración de las enfermedades mentales tenga un impacto mayor y  su diagnóstico empeore. Además, según comprobó la investigación, los indígenas y los afrodescendientes son los más afectados. La preocupación del país por atenderla y la importancia que le dan los mismos afectados, hasta ahora, sigue siendo de segunda categoría. Para abordar esta situación, el Ministerio está priorizando los territorios que tienen indicadores y metas concretas. Por ejemplo el objetivo es que el acceso a los servicios de salud mental se incrementen en 5 por ciento; que el uso de sustancias psicoactivas comience dos años más tarde y que la percepción social para las personas con trastornos mentales mejore en 30 por ciento. Otra meta es que los programas de intervenciones colectivas se implementen de manera oportuna, y que las tasas de suicidio en adolescentes y adultos mayores se reduzcan. En contexto: “La salud mental no se contempla en el PND”: senador Juan Luis Castro “Hay cuatro trastornos mentales en los que debemos enfatizar: la depresión, la violencia personal e intrafamiliar, los suicidios e intentos de suicidio y el consumo de sustancias psicoactivas” afirmó Uribe Restrepo. Sobre este último aspecto, el Gobierno nacional, a través del Ministerio, presentó a comienzos de abril la Política Integral para la Prevención y Atención del Consumo de Sustancias Psicoactivas, otra área que están abordando como problemática de salud pública y que se articula con la de salud mental. En un país con más de ocho millones de víctimas del conflicto armado y una población de más de 49 millones que creció y vivió en un país en guerra, es imposible ignorar que existe una huella profunda en la salud mental. El problema es que la preocupación del país por atenderla y la importancia que le dan los mismos afectados, hasta ahora, sigue siendo de segunda categoría.