La observación proporciona pistas importantes sobre cómo crecen las galaxias excepcionalmente brillantes y cómo evolucionan hasta convertirse en cuásares energéticos, que emiten luz a través de la mayor parte del universo observable.

Un tema fundamental en astronomía es la cuestión de cómo se forman, crecen y evolucionan las galaxias. Como parte de su evolución, la mayoría de las galaxias parece albergar un agujero negro supermasivo en su centro. Estos monstruos gravitatorios ocasionalmente tragan gas y estrellas cercanas, arrojando el exceso de energía en forma de poderosos chorros, un fenómeno conocido como cuásar.

Aún se desconocen muchos detalles sobre la transición de galaxias “normales” a cuásares. Sin embargo, en un nuevo estudio publicado en Nature Communications, un equipo de astrónomos dirigido por Michele Ginolfi puede haber estado un paso más cerca de comprender esta evolución.

“Antes de convertirse en un cuásar en toda regla, se cree que algunas galaxias pasan por una fase de estar muy polvorientas y muy ‘activas’ en términos de formación de estrellas y acumulación de gas en sus agujeros negros supermasivos centrales”, explica Ginolfi en un comunicado. “Nos propusimos diseñar un experimento para aprender más sobre esta fase de transición”, detallaron.

Ginolfi y sus colaboradores se centraron en una galaxia ya conocida, W0410-0913, una de las más brillantes, masivas y ricas en gas del universo distante, vista hace 12.000 millones de años.

El polvo es calentado por la energía de la luz de las estrellas y el agujero negro central, haciéndolo brillar y divulgando la galaxia a través de su luz infrarroja. Esto ha llevado a que este tipo de galaxias se denominen galaxias oscurecidas por polvo caliente (también conocidas coloquialmente como “perros calientes”).

Debido a que la evolución de las galaxias está intrínsecamente conectada con su entorno, Ginolfi y su equipo, cuyo núcleo de manera algo atípica consistía ―principalmente― en investigadores de carrera temprana, decidieron observar W0410-0913 con el instrumento “MUSE” en el Very Large Telescope (VLT) de Chile. Esta herramienta avanzada les permitió estudiar una región 40 veces más ancha que la propia galaxia.

Peter Laursen, del Cosmic Dawn Center, en Copenhague, participó en el estudio. “Las observaciones revelaron que W0410-0913 está rodeado por un enjambre de no menos de 24 galaxias más pequeñas. Lo bueno del instrumento MUSE es que podemos medir no solo su posición en el cielo, también su distancia a lo largo de nuestra línea de visión. En otras palabras: podemos medir sus posiciones en 3D”, explica.

Aunque esto implica que W0410-0913 reside en una región al menos diez veces más densa que el universo promedio, esto no es del todo inesperado, ya que se cree que los perros calientes viven en entornos densos.

Además, aunque W0410-0913 se ve en un momento en que el universo tenía 1/8 de su edad actual, ya es diez veces más masivo que nuestra propia galaxia, la Vía Láctea. Hacer crecer una galaxia tan grande en tan poco tiempo y alimentar un agujero negro supermasivo requiere un suministro sustancial de material fresco. Todo esto encaja bien con la imagen convencional de que las galaxias masivas crecen acumulando gas y galaxias satélite, atraídas desde el espacio intergaláctico por su inmensa gravedad.

De hecho, en un entorno tan denso, se espera que la tasa de interacción y fusión de galaxias sea muy alta. Expuestos a tal bombardeo, los astrónomos anticiparon que W0410-0913 sería un accidente automovilístico de grupos de gas y estrellas que giraban caóticamente.

Sin embargo, al profundizar en observaciones antiguas obtenidas por las antenas de radio de ALMA ubicadas a solo 300 km al noreste del VLT, Ginolfi y sus colegas pudieron medir el movimiento interno del gas dentro de W0410-0913.

Aquí surgió una imagen completamente diferente. Sorprendentemente, las observaciones de ALMA revelaron que W0410-0913 no parece haber sido perturbado en absoluto por interacciones con galaxias compañeras. Según las observaciones, este gas gira ordenadamente alrededor del agujero negro central. Ordenado, pero sorprendentemente rápido, con velocidades que alcanzan los 500 km/s.

*Con información de Europa Press