Tratar de prevenir y evitar el envejecimiento es un ideal para muchas personas. Sin embargo, encontrar el “secreto de la eterna juventud” es una misión casi imposible, pues es natural que el cuerpo se enfrente a transformaciones físicas, metabólicas, mentales y funcionales que se van dando con el paso del tiempo.
Se trata de cambios inevitables, pero es natural que las personas quieran lucir jóvenes y atractivas y hay formas sencillas de lograr este objetivo.
En el caso específico de la piel, por ejemplo, los cambios biológicos comienzan a notarse alrededor de los 40 años con el desarrollo de pequeñas arrugas que, poco a poco, se irán haciendo más visibles. Estos signos de edad son consecuencia de la disminución hormonal que afecta a las células de la piel y a la producción de colágeno y elastina.
Y tal como sucede con la piel, ocurre con las diferentes partes del cuerpo que van perdiendo sus fortalezas y virtudes de la juventud. Para ayudar a retrasar estos procesos hay algunos hábitos que las personas pueden tener en cuenta en su día a día y de esta forma sentirse mejor no solo física, sino mentalmente. Estos son algunos de ellos:
1. Actividad física
Realizar ejercicio moderado de 30 a 45 minutos al día es una rutina fundamental, ya que acciona y acelera el metabolismo.
“El ejercicio ‘’ideal’' para prevenir el envejecimiento consistiría en unos 20-25 minutos diarios de ejercicio cardiovascular, a un ritmo que permita llevar una conversación al mismo tiempo, lo que significa que no genere déficit de oxígeno ni excesiva fatiga. Para el resto del tiempo, es indicado realizar un ejercicio de fuerza: trabajo de pesas combinado con ejercicio funcional. Si se es principiante, se puede comenzar caminando 30 minutos todas las mañanas a un ritmo acelerado”, precisa la Sociedad Española de Medicina Antienvejecimiento y Longevidad.
2. Alimentación sana y equilibrada
El cuerpo requiere de una nutrición indicada para gozar de buena salud y evitar la oxidación causada por los radicales libres del ambiente. Para aportarle compuestos antioxidantes, vitaminas, minerales y otros nutrientes que participan en su restauración, la dieta debe estar basada en alimentos como frutas, verduras, legumbres, carnes magras, frutos secos y ácidos grasos omega 3.
3. Dormir bien
El sueño es una de las mejores terapias antienvejecimiento. La piel y el sistema nervioso están estrechamente relacionados, siendo el reflejo del estado físico, psicológico y mental. Por tanto, dormir bien por la noche se refleja positivamente al disminuir el estrés, la angustia o el cansancio. El sueño es un proceso constructivo que reajusta el sistema biológico con funciones regeneradoras y estabilizadoras.
Durante la noche tienen mayor eficacia los mecanismos de reparación de la piel porque los músculos se relajan y esto permite que la circulación sea más fluida y se oxigene mejor la piel; se eliminan en mayor cantidad los radicales libres; se reparan y crean nuevos tejidos y células; las células reorganizan sus funciones, se reparan y equilibran los daños ocasionados durante el día y se eliminan las contracciones musculares a todos los niveles incluida la piel.
4. Mantenerse hidratado
El consumo diario de agua no solo garantiza un buen funcionamiento de los órganos internos, sino que resulta clave para hidratar y oxigenar la piel. Las personas que no ingieren suficiente líquido al día tienden a tener signos de deshidratación y, producto de esto, su piel suele sufrir más agresiones.
Según el portal Mejor con Salud, lo ideal es ingerir de 6 a 8 vasos de agua a día con el fin de garantizar una correcta hidratación de las células y, por ende, un óptimo proceso de regeneración. El agua desintoxica la sangre y previene las imperfecciones causadas por las toxinas.
5. Consumir antioxidantes
Los alimentos ricos en compuestos antioxidantes tienen la capacidad de mitigar el impacto negativo de los radicales libres sobre las células, principales responsables del envejecimiento acelerado. Su absorción promueve el proceso de regeneración y ayuda a mantener la piel suave y protegida.
6. No fumar
Está comprobado que la piel de los fumadores envejece más rápido en comparación con la de las personas que llevan un estilo de vida sano, indica la revista Muy Saludable de Sánitas. El humo del tabaco seca la piel y fumar reduce la cantidad de flujo sanguíneo que llega a ésta, privándola de oxígeno y otros nutrientes esenciales y provocando su deshidratación.
Además, los tóxicos del cigarrillo afectan a cada una de las células del organismo. El resultado es un cuerpo más enfermo y una piel visiblemente más arrugada, con manchas y otros trastornos cutáneos que deterioran su aspecto.