Era primavera de 1962 cuando Timmie Jean Lindsey, una madre de seis niños se acostó sobre la mesa de operaciones en el hospital Jefferson Davis en Houston, Texas. En las siguientes dos horas, sus pechos aumentaron una talla. Una talla para una mujer, un gran salto en la historia de la cirugía estética. "Creo que todo salió perfecto. Se sentían suaves, como senos reales", recuerda Lindsey, ahora con 80 años. "Pienso que no entendí en ese momento la magnitud del cambio hasta que salí a la calle y los hombres comenzaron a silbar cuando me veían", añade. Aunque la operación colaboró con su autoestima, y fue un placer para ella la nueva atención que generaba en los hombres, Lindsey nunca planeó aumentar el tamaño de sus senos. Ella se encontraba en el hospital para remover un tatuaje de uno de sus pechos, cuando los doctores le preguntó si quería ser voluntaria para la primera operación de esta naturaleza. "Yo estaba más preocupada en arreglarme mis orejas, que sobresalían como las de Dumbo. Y ellos dijeron: 'Listo, podemos hacer eso también'". Entonces el trato quedó finiquitado. Esmeralda, el conejillo de indias Los cirujanos eran dos ambiciosos pioneros, Frank Gerow y Thomas Cronin. Fue Gerow el que primero planteó una nueva clase de implante mamario. "Y tuvo ese momento 'eureka', en el que concibió el implante mamario de silicona". El primer conejillo de indias para el implante de silicona fue una perra llamada Esmeralda. "Yo estaba a cargo del perro", recuerda Thomas Biggs, quien trabajaba con Gerow y Cronin en 1962 como un joven interno en la unidad de cirugía plástica. "El implante fue colocado debajo de su piel por un par de semanas. Luego tuvimos que sacárselo cuando comenzó a morderse los puntos de sutura". La operación fue considerada un éxito y Gerow llegó a decir que los implantes eran "tan inofensivos como el agua". Inmediatamente el equipo comenzó a buscar una voluntaria. En el momento justo Timmie Jean Lindsey tiene muy pocos recuerdos de la operación. "Cuando salí de la cirugía había mucho peso sobre mis senos, como si alguien muy grande se hubiese sentado sobre ellos. Pero eso fue todo, después de tres o cuatro días el dolor había desaparecido". Los doctores estaban contentos con su trabajo, pero en ese momento, Biggs no entendía la relevancia que tenía lo que habían hecho. "Claro que fue excitante, pero si hubiese tenido un espejo que me mostrara el futuro, habría quedado estupefacto". "No era lo suficientemente sabio para entender la magnitud de lo ocurrido". La importancia de la operación comenzó a hacerse patente cuando Cronin presentó el trabajo ante la Sociedad Internacional de Cirujanos Plásticos en Washington DC, en 1963. "El mundo de la cirugía plástica estaba en llamas por el entusiasmo", dice Biggs. El tiempo era preciso. Estados Unidos estaba, en la década del 50, atrapado por influencias culturales vinculadas a la idea de tener pechos grandes. Esa fue la década en la que aparecieron la revista Playboy y la muñeca Barbie, y las estrellas de cine comenzaron a jugar un papel más importante en la sociedad. "La imagen curvilínea de Marilyn Monroe y Jane Russell y también el nuevo look de Dior realmente destacaron esta clase de silueta y pusieron a las mujeres a pensar en la idea de aumentar el tamaño de su busto", señala Teresa Riordan. Prostitutas japonesas, las primeras "Los corpiños con aumento eran populares, pero las mujeres querían algo más". Por aquellos años, muchos métodos fueron estudiados para incrementar el tamaño de los senos. En la década del 50 los doctores comenzaron a insertar implantes de esponja. Algunos sostienen que Marilyn Monroe pasó por un procedimiento de esta naturaleza, pero esta versión es refutada por muchos. La técnica de la esponja funcionó bien al principio pero no duró demasiado. Las esponjas se encogían y pronto se tornaban "duras como pelotas de baseball", dice Biggs. La silicona era además el material de la época. "Había una fascinación en los EE.UU. de la postguerra con todo lo que era plástico y artificial", indica Riordan. Pero no fue en ese país donde la silicona fue utilizada por primera vez para aumentar el tamaño de los senos, sino en Japón, y las primeras en usarla fueron las prostitutas. Tratando de sacar la mayor ganancia posible con las tropas de ocupación estadounidense, soldados que según ellas presumían preferían a las mujeres con busto grande, las meretrices se inyectaban silicona –robada de los puertos de Yokohama- directo en sus pechos. Estas inyecciones provocaron un doloroso efecto secundario conocido como "putrefacción de silicona", que era una gangrena en el pecho alrededor del lugar donde entró la aguja. 450 variedades de senos Por suerte los primeros implantes de silicona en EE.UU. evitaron esta fase pero tampoco fueron completamente inmunes a los problemas. Los hematomas fueron uno de los primeros inconvenientes. También se produjeron infecciones y "contracciones fibrosas capsulares", cuando se forma una cicatriz y el implante se endurece. "No adoramos los que teníamos 50 años atrás, porque eso ya es historia", dice Biggs.