Dicen que el sexo en la edad mediana es como ir al gimnasio: habría que hacerlo un par de veces a la semana, pero, entre el trabajo, los hijos y el frenesí diario, la intimidad termina en el rincón del olvido junto a la promesa de “ya lo haré la próxima semana”. A esto se suman factores biológicos, como la menopausia, que alimentan el mito de que la intimidad y el placer están condenados a morir en esta etapa. A las mujeres les preocupa todo lo que puede pasar en sus partes íntimas debido a que alrededor de los 45 años el nivel de hormonas como el estrógeno y la progesterona empieza a caer. Según las estadísticas, en algún momento del cuarto o quinto piso todas dejarán de producirlas, y alrededor del 75 por ciento experimentará síntomas como sofoco, insomnio, aumento de peso y una montaña rusa de emociones. Esos cambios físicos también incluyen la alteración del deseo y una serie de síntomas vaginales, como ardor, dolor e incontinencia urinaria.
En este momento de la vida, por ejemplo, baja la libido e incluso a ellas les toma mucho más tiempo lubricar naturalmente. “Estos cambios pueden hacer que ciertos tipos de actividad sexual, como la penetración, resulten dolorosos o menos deseables”, explica la sexóloga y psicóloga Rosa Guevara. Incluso, esas incomodidades llevan a muchas a pensar que la menopausia significa el fin del sexo. De hecho, de acuerdo con las investigaciones, más de la mitad de las mujeres experimentan cambios en su vida sexual debido a la menopausia. Y una de cada diez deja de tener relaciones sexuales por completo. “Muchos suelen creer que la sexualidad está ligada a la reproducción y que a esa edad las mujeres salen de la cancha”, agrega Guevara. Pero no es así. El nuevo libro The M Word: Everything You Need to Know About the Menopause afirma que, si bien hay cambios drásticos en el cuerpo, llegar a la madurez femenina no significa quedar condenada al verano sexual. Igual que existe una pastilla azul para los hombres que por esta misma edad se ven afectados por la disfunción eréctil, hay muchas opciones para que ellas puedan disfrutar a plenitud del sexo. Para empezar, Philippa Kaye, autora del libro, dice que tanto mujeres como especialistas deben reconsiderar los beneficios de la terapia de reemplazo hormonal (TRH). Es cierto que en 2002 un informe de Women’s Health Initiative (WHI) encontró una conexión entre el tratamiento, el cáncer de seno y un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, para la experta quedaron por fuera muchos matices. Por ejemplo, el estudio demostró que las hormonas no deben tomarse a largo plazo, pero no abordó los beneficios para controlar los sofocos y otros síntomas de la menopausia a corto plazo.
En su libro explica que, lejos de desconocer la evidencia, la TRH todavía puede ser muy útil para un amplio grupo. Un ejemplo aparece en una revisión del informe de 2017 de JoAnn Manson, jefe de Medicina Preventiva en el Hospital Brigham and Women e investigadora principal de la WHI. Los responsables encontraron que las mujeres que usaron terapia hormonal (con estrógenos solos o con progesterona) durante cinco o siete años no tenían un mayor riesgo de sufrir cáncer o riesgo cardiovascular que aquellas que tomaron un placebo. En ese sentido, la terapia no implica mayores peligros al usarla solo por un periodo determinado.
Los científicos también habrían obviado la variable de la edad. La mayoría de las mujeres evaluadas en el informe de 2002 comenzaron la terapia a los 63 años, es decir, 12 después del inicio promedio de la menopausia. Eso desvirtúa la posibilidad de equiparar ese resultado con lo que les sucederá a aquellas que toman la TRH en cuanto sientan los síntomas. De hecho, Manson y sus colegas, en 2017, encontraron en su revisión que las mujeres que empiezan una terapia hormonal a los 50 años, en realidad, muestran un menor riesgo de mortalidad que las mayores (ver recuadro). “Mientras más temprano comiencen, menos riesgos”, concluyó Manson. Aun así no deja de ser un tema espinoso. Muchos expertos, como Guevara, prefieren no recomendarla hasta esclarecer todos los efectos secundarios. Pero Kaye considera que hay que mirarlo con lupa. Es cierto que las mujeres no deben usarla como una varita mágica o un elixir de la juventud. Y tampoco resulta recomendable para aquellas con antecedentes de riesgo cardiovascular o cáncer de seno. Pero dice que debería ser una opción, pues está demostrado que, administrado en los perfiles adecuados, “alivia en un 98 por ciento algunos síntomas de la menopausia, como los sofocos”. Para aquellas que prefieren mantenerse al margen, la TRH no es la única alternativa. Hoy en día, las mujeres pueden elegir entre pastillas, parches o productos vaginales. Por ejemplo, la resequedad se controla con lubricantes, humectantes vaginales y tratamientos tópicos con estrógenos, dice Guevara. “Es una terapia que las mujeres pueden tomar a largo plazo sin preocuparse por los efectos secundarios”. Para aumentar la libido, la experta recomienda la testosterona. Si quiere una solución todo en uno, la respuesta es la tibolona, un esteroide sintético con propiedades similares al estrógeno, la progesterona y la testosterona, y efectos similares a la terapia de reemplazo hormonal. También asegura que los vibradores ofrecen una buena posibilidad si no quedan satisfechas con la calidad del orgasmo. Las investigaciones muestran que estos aparatos mejoran el sueño y reducen el dolor y el estrés.
Con frecuencia, la menopausia también produce la pérdida de tono muscular del suelo pélvico, lo que quita intensidad y duración a las contracciones producidas durante el orgasmo. Para fortalecer estos músculos hay varias opciones. La primera y más recomendable es hacer ejercicios de gimnasia pélvica. Los más conocidos, los de Kegel, consisten en apretar los músculos del piso pélvico de tres a cinco segundos y luego relajarlos. Para que funcione hay que hacer una serie de diez de estos ejercicios, tres veces al día. Como pocas mujeres tienen tanta constancia, hay soluciones más rápidas, entre ellas, el rejuvenecimiento vaginal, que implica un procedimiento láser para reparar y engrosar la zona de la dermis de la mucosa vaginal. “Funciona, pero es un tema más estético”, dice Guevara.
Claudia Gutiérrez, sexóloga de la Universidad Nacional, dice que las mujeres deben entender que el sexo a esta edad no se termina, pero sí cambia. “La sexualidad después de los 50 va a ser menos maratónica y menos frecuente que en la juventud. Pero eso significa que los encuentros son más íntimos e intensos”. Con ella coincide Guevara, quien confiesa que su propia actividad sexual cayó en un 70 por ciento tras la menopausia. “La misma edad me hace estar cansada, emperezada, pero es el momento de hablar con la pareja y tomarlo con calma”, dice. Para ella, las personas deben entender que el sexo va más allá de la penetración, y hay otras partes del cuerpo útiles y sensibles para encender la llama.
Para muchas dejar de ser fértil es un recordatorio del paso inexorable del tiempo. Aunque para las expertas significa una liberación y la posibilidad de disfrutar del sexo sin miedo al embarazo. “En ese momento, las mujeres han perdido el miedo a su cuerpo, son más libres y pueden experimentar un placer más genuino”, explica. Para ambas, entonces, no hay que encasillar la etapa fisiológica de la menopausia. No es una ‘edad limbo’, ni el final de la vida productiva, sexual o afectiva. De hecho, en esa etapa ellas pueden vivir una sexualidad más franca, abierta y receptiva. La terapia hormonal según la edad Philippa Kaye dice que las mujeres deben considerar esta evidencia antes de empezar, y siempre contar con la asesoría médica de un profesional. Antes de los 50: reemplaza las hormonas que se esperaría que estén presentes hasta la edad promedio de la menopausia. Entre los 50 y 59: la evidencia muestra que los beneficios superan a los riesgos. Entre los 60 y 69: los beneficios de iniciar la terapia hormonal en este momento son casi iguales que los riesgos. 70 años en adelante: los riesgos de empezar la terapia en esta edad superan los beneficios. No es recomendable.