Para nadie es un secreto que el intestino delgado es uno de los órganos más importantes a la hora de hablar de la digestión. Sea cual sea el alimento, todo debe pasar por la longitud de esa zona. Por lo tanto, es una parte de alto riesgo a la hora de contraer enfermedades o contagiarse de bacterias.

Según las cifras de la Sociedad Americana de Gastroenterología, hay millones de bacterias en el intestino grueso, debido a que los desechos tienen que pasar por ahí. Sin embargo, no es algo extraño sino normal para el organismo, dado que hay algunas necesarias. En cambio, el intestino delgado es más sensible y se mantiene la mayoría del tiempo sin microbios peligrosos.

No obstante, hay una enfermedad llamada sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado (SIBO), la cual es una complicación ocasionada cuando los microbios hacen presencia en esa zona del cuerpo. Como tal, la enfermedad no es la dañina, sino los estragos que genera, los males van desde diarrea y gases, hasta cuadros de sintomas gastrointestinales de gravedad. Es una condición poco conocida, pero fácil de contraer.

El SIBO afecta el funcionamiento del intestino delgado. | Foto: Getty Images

Para conocer detalles de esta patología, la investigación El espectro del sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado (SIBO) realizada por expertos ahonda en ella. Si bien varias series continúan ilustrando la aparición de SIBO en estados de enfermedad donde están presentes factores de riesgo bien conocidos para su aparición (hipoclorhidria, trastornos de la estructura intestinal o de la función motora, insuficiencia pancreática y enfermedad hepática crónica, por ejemplo), el desafío actual es definir los límites de SIBO.

Al ser una condición poco explorada, la información conocida es escasa y no ha permitido que la medicina profundice en gran medida. Los expertos dieron a conocer más información mediante el uso de técnicas moleculares modernas al estudio del microbioma del intestino delgado, junto con algunas técnicas de muestreo innovadoras, como el muestreo de gases intestinales en tiempo real. Todo esto permitió definir en verdad el espectro de peligro capaz de alcanzar por el SIBO.

Esta enfermedad está asociada a una mala digestión o absorción de nutrientes. El motivo para contraerla es cuando las bacterias logran romper las enzimas pancreáticas, ácidos gástricos y válvula ileocecal. Las tres partes son una especie de barrera física en el túnel digestivo que impide que la materia fecal retorne. Cuando los microbios superan los filtros, entran al intestino y empiezan a desarrollarse.

Si no se trata a tiempo, esta enfermedad conlleva a varias complicaciones de mayor gravedad. | Foto: Getty Images

Los síntomas de esta enfermedad son hinchazón, dolor abdominal, gases, flatulencias y diarreas. Igualmente, en algunos pacientes se experimentan náuseas, calambres, estreñimiento y deficiencias nutricionales. Las consecuencias del SIBO es que se fermentan más azúcares de la dieta y se provocan más gases, distensión abdominal, diarrea, flatulencia y dolor. Son síntomas muy inespecíficos asociados a muchas enfermedades o que pueden no ser nada, por lo que es una patología difícil de diagnosticar.

Esta condición implica una operación quirúrgica. | Foto: Abel Mitjà Varela

En consecuencia, la capacidad del intestino para llevar a cabo el movimiento de las heces se complican, por lo que la única forma de tratar esta enfermedad es mediante una cirugía gastrointestinal. Aparte, el organismo acumulará tejido fibroso y dificultades para expulsar las necesidades con normalidad.

Bajo esa lógica, en los peores casos de falta de tratamiento, los pacientes arriesgan su vida al aumentar la probabilidad de padecer colitis ulcerosa, enfermedad de Crohn, pancreatitis crónica, enfermedad hepática o celiaquía.