La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la diabetes como una enfermedad crónica que aparece cuando el páncreas no produce insulina, la hormona encargada de regular el azúcar en la sangre, o cuando el organismo no utiliza eficazmente la insulina que produce.

Hay tres principales tipos de diabetes: diabetes tipo 1, diabetes tipo 2 y diabetes gestacional. El Instituto Nacional de la Diabetes y las Enfermedades Digestivas y Renales (NIDDK, por sus siglas en inglés) señala que en la diabetes tipo 1 el organismo no tiene la capacidad de producir insulina para poder extraer el azúcar –glucosa– de los alimentos que consume el individuo y así lograr convertirlos en energía, lo que configura un problema. “Las personas que tienen diabetes tipo 1 deben tomar insulina todos los días para vivir”, dice.

En lo que refiere a la diabetes tipo 2, la forma más común de esta enfermedad, el cuerpo no puede producir o usar bien la insulina presente. Explica que las personas que la padecen podrán necesitar de pastillas o de insulina para controlar la enfermedad.

La tercera, la diabetes gestacional, se presenta en algunas mujeres que están en gestación y, en su mayoría, suele desaparecer tan pronto nace el bebé. “Sin embargo, aún si desaparece, estas mujeres y sus hijos corren un mayor riesgo de desarrollar diabetes más adelante”, advierte el NIDDK. Hay otros tipos menos comunes de esta enfermedad, como la diabetes monogénica, que es una forma hereditaria de diabetes y la diabetes relacionada con la fibrosis quística.

Los datos más recientes que registra el Instituto señalan que 30,3 millones de personas en Estados Unidos –el 9,4 % de la población–, tenían diabetes en el 2015. “Más de 1 de cada 4 de estas personas no sabían que tenían la enfermedad”, precisa. Otros datos muestran que la diabetes afecta a 1 de cada 4 personas mayores de 65 años de edad y cerca del 90 % al 95 % de los casos en adultos corresponden a la diabetes tipo 2.

Esta última cifra explica por qué suele hablarse de la diabetes tipo 2 con mayor frecuencia. En consecuencia, el NIDDK explica que las personas que tienen mayores probabilidades de desarrollar este tipo de diabetes son aquellas que tienen más de 45 años de edad, registran antecedentes familiares de diabetes o sobrepeso. Las personas con antecedentes de enfermedades del corazón o accidentes cardiovasculares también corren el riesgo de sufrir esta enfermedad.

La información recogida por la máxima autoridad de la salud –OMS– revela que en 2019 la diabetes causó de forma directa 1,5 millones de defunciones.

La alimentación puede ser un factor determinante en el manejo de la enfermedad y entre el amplio número de productos que conviene consumir para beneficiar al organismo, también hay algunos tés que ayudan a combatirla. El sitio de información de salud Healthline reseña dos tipos de té que pueden consumir las personas que han sido diagnosticadas con diabetes.

Té verde

De acuerdo con el sitio, ciertos compuestos de esta variedad de té han demostrado que estimulan la absorción de glucosa en las células del músculo esquelético, lo que permite la reducción de los niveles de azúcar que se encuentren presentes en el torrente sanguíneo. Reseña que los expertos aconsejan el consumo de tres a cuatro tazas de té verde al día.

Té negro

Las teaflavinas y tearubiginas, dos sustancias con propiedades antiinflamatorias, antioxidantes y reductoras del azúcar en la sangre presentes en el té negro proveen de numerosos beneficios para la salud de los pacientes diabéticos, explica Healthline. Estudios hechos con ratones han demostrado que su ingesta puede ayudar a tener los niveles de azúcar en la sangre bajo control, así como también puede fomentar la secreción de insulina saludable que permite proteger las células secretoras de insulina del páncreas. El número de tazas que recomiendan beber los expertos es el mismo que el del té verde.