De acuerdo con la definición del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés), el colesterol es una sustancia cerosa que el cuerpo necesita para funcionar correctamente y gozar de buena salud, no obstante, es necesario que corresponda a cantidades adecuadas.
El riesgo está en que los niveles poco saludables de colesterol pueden derivar en múltiples problemas para el organismo. Básicamente, esta sustancia se encarga de transportar lipoproteínas, partículas compuestas por proteínas y grasas.
- Lipoproteína de baja densidad (LDL), también denominada colesterol “malo”.
- Lipoproteína de alta densidad (HDL), también denominada colesterol “bueno”.
Cuando el colesterol LDL -o malo- adquiere niveles altos deriva en la acumulación de placa en los vasos sanguíneos. En consecuencia, se genera una especie de taponamiento de grasa que, a su vez, aumenta el riesgo de sufrir un ataque al corazón, derrame cerebral u otras complicaciones de salud.
Por su parte, los niveles altos de colesterol HDL -o bueno- pueden reducir el riesgo de sufrir problemas de salud. “El colesterol HDL transporta el colesterol y la placa acumulada en las arterias hasta el hígado, para que pueda ser eliminado del organismo”, anota el NIH.
Por su parte, la presión arterial es una medición de la fuerza ejercida contra las paredes de las arterias a medida que el corazón bombea la sangre para que recorra el cuerpo. Se le denomina hipertensión al escenario en que la presión arterial está por encima de los márgenes normales.
El NIH detalla que la presión arterial cambia a lo largo del día según las actividades que se realizan. En la mayoría de los adultos, la presión arterial normal es menos de 120 sobre 80 milímetros de mercurio (mm Hg), que se escribe como la lectura de la presión sistólica sobre la lectura de la presión diastólica: 120/80 mm Hg.
Ahora bien, la presión arterial se considera alta cuando hay lecturas sistemáticas de presión sistólica de 130 mm Hg o más o lecturas de presión diastólica de 80 mm Hg o más.
Es importante prestar atención a la presión arterial, ya que, si no se trata adecuadamente, puede derivar en varias afecciones médica, por ejemplo: enfermedades del corazón, accidente cerebrovascular, insuficiencia renal, problemas en los ojos, entre otros.
Beneficios del té de manzanilla
Como es usual, la medicina alternativa ofrece algunas opciones para mantener estables los niveles de colesterol en la sangre, así como la presión arterial. No obstante, es pertinente mencionar que este tipo de tratamientos no cuentan con respaldo científico, por lo que su efectividad no está 100 % garantizada.
Dicho esto, antes de intentar con cualquier remedio casero, lo más recomendable es acudir a un profesional de la salud para obtener un diagnóstico preciso y definir el tratamiento adecuado.
El portal especializado en temas de salud Tua Saúde reseña que el té de manzanilla ofrece numerosos beneficios para la salud. Por ejemplo, ayuda a aliviar las náuseas, mejorar la mala digestión y eliminar los gases. Adicionalmente, contribuye a prevenir problemas gastrointestinales, como la gastritis y úlceras gástricas.
A esta infusión natural se le atribuye la capacidad de equilibrar los niveles de colesterol en la sangre, por lo que ayuda a prevenir enfermedades cardiovasculares. Este efecto tiene que ver con su contenido de luteina, quercetina y esculetina, antioxidantes que evitan la oxidación de las células de grasa.
A su vez, el citado portal agrega que “los flavonoides presentes en el té de manzanilla, también promueven la elasticidad y salud de las arterias, mejorando la circulación en la sangre y previniendo la presión alta”.
¿Cómo preparar té de manzanilla?
Ingredientes:
- De 0,5 gr a 4 gr de flores de manzanilla deshidratadas.
- 150 ml de agua.
Preparación:
- Hervir el agua.
- Poner las flores de manzanilla dentro de una taza.
- Una vez el agua alcance su punto de ebullición, incorporarla en la taza con las flores de manzanilla.
- Tapar la taza y dejar reposar durante cinco minutos.
- Colar la infusión y beber.