En ocasiones es descaradamente obvia, aunque generalmente se expresa de una manera sutil: eludir la comunicación directa, demoras, excusas, no responder, trabajar mal, hacerse la víctima, culpar a los demás, utilizar sarcasmos, elogios irónicos, silencio… se combinan estos comportamientos de tal manera que confunde e irrita. La característica esencial del comportamiento pasivo-agresivo es un patrón generalizado de actitudes negativistas y resistencia pasiva a las demandas familiares, sociales y ocupacionales. La resistencia se expresa por la dilación, el olvido, la terquedad y la ineficacia intencional, especialmente en respuesta a las tareas asignadas por figuras de autoridad. Las redes sociales y el correo electrónico no son ajenas a este fenómeno: mensajes sin respuesta, estados de Facebook con mensajes agresivos o textos en los que no se menciona el nombre pero se sabe a quién se refiere.
El comportamiento pasivo-agresivo es un gran ejemplo de la complejidad de la comunicación humana: decir que se está bien mientras el lenguaje corporal y la actitud revelan claramente que no es así. Algunos han sugerido que estos comportamientos pasivo agresivos, como en la mayoría de los trastornos mentales, proviene de una combinación de factores genéticos y ambientales. También puede ser el resultado del condicionamiento social de los individuos. La sociedad con frecuencia enseña que la confrontación directa puede tener consecuencias perjudiciales. Por otra parte, el maltrato y la negligencia infantil, así como el abuso sexual, parecen contribuir a este problema. Generalmente estas personas se sienten engañadas, despreciadas e incomprendidas y se quejan de todo. Cuando aparecen las dificultades, culpan de sus fracasos al comportamiento de los demás. Son hoscos, irritables, impacientes, discutidores, cínicos, escépticos y les gusta llevar la contraria. También son envidiosos y resentidos con las personas que tienen éxito o que son vistas positivamente por las figuras de autoridad.
Estos individuos a menudo son ambivalentes y vacilantes en sus acciones y un conflicto intenso entre la dependencia de los demás y el deseo de autoafirmación. El comportamiento pasivo-agresivo es ambiguo. El cerebro no maneja bien la ambigüedad o la incertidumbre y causa angustia e incomodidad mental. Con el comportamiento pasivo-agresivo, es imposible determinar con certeza la respuesta, lo que causa aún más angustia y frustración. Por supuesto, no es una manera sana de interactuar y es necesario encontrar algunas estrategias efectivas para afrontarlo y no sucumbir en ese remolino emocional. Si bien es bueno ser comprensivo, es importante no intimidarse por las manipulaciones astutas, conscientes e inconscientes, de la persona pasivo-agresiva.
Lo primero es identificar los comportamientos pasivo-agresivos sin caer en la trampa de interpretar como tales, comportamientos o reacciones ocasionales de este tipo. Las personas pueden tener comportamientos pasivo-agresivos por estrés, cansancio, miedo o falta de autoestima. El comportamiento se vuelve problema cuando es la forma consuetudinaria como la persona se comunica e interactúa con otros. Algunas señales incluyen: Aparentar estar de acuerdo para luego descubrir que hace todo lo contrario. Criticar y menospreciar los logros de otras personas con chistes o sarcasmo. Insinuar de manera sutil que el éxito de otra persona es por suerte o que se logró con trampa. Incapacidad para felicitar o reconocer algo bien hecho. Quejarse de que se le malinterpreta. Discutir por todo lo que se le dice o sugiere. Decir que la intención no era hacer daño. Resentimiento. Envidia. Terquedad. Fomentar el caos. Dejar las cosas para más tarde. Miedo a la intimidad. Aparentemente agradable pero interiormente frustrado. Alberga ira, tristeza, ansiedad o culpa no expresadas. Evita el conflicto pero lo instiga en otros. Muestra poco remordimiento por sus comportamientos. Se disculpa pero no modifica su modo de ser. Los individuos pasivo agresivos tienen la rara habilidad de poder identificar el punto débil de la otra persona, jugar con sus vulnerabilidades y despertar intensos sentimientos de rabia. Generalmente la persona pasivo-agresiva busca el control de personas y situaciones porque siente que su posición está de alguna manera amenazada y hace un intento encubierto por recuperar el poder sobre los demás. Tiende a diagnosticarse con mayor frecuencia en las mujeres pero esto puede ser una forma de evitar el estigma social y el rechazo que a menudo se asocian con las mujeres que son consideradas desafiantes o agresivas al defender sus propias necesidades y deseos.
Es importante incrementar la conciencia de las razones por las que algunas personas utilizan comportamientos pasivo-agresivos y actuar en consecuencia. He aquí algunas recomendaciones: Por encima de todo, permanecer calmado. Puede ser fácil sentirte perturbado o molesto, pero esto hace que su respuesta pueda ser impulsiva. Confronta a la persona de forma abierta y amable. No dejar que la otra persona le reste importancia a los asuntos que lo ameritan. Establecer límites. Explicar por qué no se siente cómodo. Limitar la interacción para sentirse tranquilo. No sentarse a esperar un milagro. Este tipo de rasgos de personalidad no cambian fácilmente.
Aunque el comportamiento pasivo-agresivo puede ser una característica de varios problemas mentales, no se considera un trastorno mental como tal. Sin embargo, el comportamiento pasivo-agresivo puede interferir con las relaciones y causar dificultades sociales y laborales. Si está luchando con un comportamiento pasivo-agresivo, o cree que un ser querido lo está, considere consultar a un profesional de la salud mental. * Grupo de Investigaciones Nuevas Perspectivas en Salud Mental UCMC