El estrés puede definirse como un conjunto de reacciones fisiológicas que se presentan cuando una persona sufre un estado de tensión nerviosa, producto de diversas situaciones en el ámbito laboral o personal: exceso de trabajo, ansiedad y situaciones traumáticas, entre otros.

Según la compañía de salud Sanitas, existen diversos tipos de estrés. El normal, que está relacionado con las reacciones fisiológicas que se dan en el organismo ante determinadas situaciones y que son naturales del día a día, y el estrés patológico, que se presenta de modo intenso por periodos prolongados.

En este segundo caso, es muy probable que cause problemas físicos y psicológicos, transformándose en un estrés crónico y nocivo que puede provocar crisis de llanto, depresión y diversas afecciones físicas, dicen los especialistas.

También está el estrés post-traumático, que se presenta después de que una persona ha vivido algún tipo de suceso aterrador, como puede ser un accidente de tráfico o un desastre natural y, el laboral, que es en el que se presentan un conjunto de reacciones nocivas, emocionales y físicas, que se producen cuando las exigencias en el ámbito laboral superan los recursos, las capacidades o las necesidades del trabajador.

Un estudio realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) indica, por ejemplo, que el 28 % de los trabajadores europeos sufre estrés laboral.

No saber controlar el estrés en situaciones bajo presión puede generar problemas de salud. | Foto: Getty Images

Todo el mundo experimenta esta situación de manera diferente. Es posible que la persona se enoje o esté irritable, que no pueda dormir o que sufra dolores de cabeza o malestar estomacal.

El estrés libera hormonas que aceleran el corazón, hacen que la persona respire más rápido y le dan una descarga de energía. Puede ser útil cuando se requiere concentración o desarrollar un proyecto determinado, pero demasiado estrés o atravesar esta situación durante mucho tiempo no es bueno para la salud.

Estas son algunas técnicas que pueden ayudar a mantener el control cuando se está estresado y bajo presión:

1. Adaptar el lenguaje: El lenguaje y el pensamiento siempre están unidos, por ello es importante saber adaptar el lenguaje a las distintas situaciones. Esto, automáticamente, moldea el pensamiento y lo pone a jugar a favor de la persona, indica el portal La mente es maravillosa.

Para mantener el control de las situaciones cuando se está bajo presión es necesario describir lo que le sucede a la persona, de la manera más realista posible. En otras palabras, es importante no darle rienda suelta a ese lenguaje tremendista que se suele emplear cuando la persona está estresada o ansiosa. Por ejemplo, pensar “por qué me pasa esto a mí” no funciona, dicen los expertos.

Esto, en cambio de ayudar, puede aumentar el malestar interno. De ahí que sea esencial cuidar las palabras con las que se estructuran los pensamientos en momentos de fuerte presión.

2. Activar pensamientos positivos: Controlar el estrés y mantener la calma depende en gran medida de la perspectiva que se adopte frente a la situación y a los elementos de presión. Es importante pensar bien las cosas y no ver todo de manera negativa. La tarea es entonces tratar de encontrar lo positivo que se puede sacar de situación que tanta presión genera.

En momentos en que el cerebro está bajo presión, es importante conectar el lenguaje con los pensamientos. | Foto: Christian Weber/Getty Images

Pensar, por ejemplo, que lo fácil no suele enseñar demasiado, es otra forma de ver las cosas, indica el portal Psicología y Mente. Por el contrario, los episodios complicados son los que más nutren. A veces, simplemente enseñan a las personas a ser más pacientes y ponen a prueba su capacidad de control.

3. Estrategias de planificación del tiempo: Hay oportunidades en las que el estrés y la ansiedad aparecen como consecuencia de una falta de planificación, por eso es importante determinar la importancia o valor que se da a cada tarea o actividad. Se debe establecer un orden de prioridad o una jerarquía de las tareas, de acuerdo con la importancia de cada una y con base en ello realizar la planeación.

La recomendación de los expertos es que en primer lugar se haga frente a las tareas urgentes e importantes. A continuación, las tareas importantes y no urgentes y posteriormente, aquellas que siendo urgentes no son importantes. Por último, las no urgentes y no importantes.