En abril de 2021 fui a la oficina y sentí como una gripita que comenzó con una tos cansona; por políticas internas me aislé y me hice la prueba. No me dolía nada y no tomé nada. Llamé al médico de la póliza y me tomó el oxígeno en la sangre, lo que se conoce como saturación, y la tenía bajita, entre 67 y 70. Cuando me dijo que estaba muy baja, me recomendó hospitalizarme. Me ayudó con la ambulancia, alisté mi ropa y a la media hora llegó la ambulancia que me llevó a la clínica VIP. Entré a la habitación y me pusieron oxígeno y suero. Me mantuve acostado boca abajo, pero no recuerdo cuantos días pasé allí, fueron entre tres y cinco. Como continué con la tos, me preguntaron si autorizaba a pasarme a la UCI y en mi ignorancia médica yo dije que sí, que de una, porque creía que si me pasaban allá iba a ser mejor y me iba a mejorar más pronto.

Después de eso no recuerdo nada. A uno le dan calmantes y lo inducen a un coma para intubarlo. Yo me desconecté de la realidad, si me preguntan cómo es la UCI no la recuerdo, ni recuerdo ver enfermeras ni al doctor ni cómo me bañaban. No recuerdo nada, cero. Es como estar en un sueño, pero más muerto que vivo. Duré hospitalizado 62 días, de los cuales 41 estuve en la UCI. Es decir, más muerto que vivo. En esos días solo viví delirios. Los recordé al salir de la UCI.

En uno de ellos yo ya estaba muerto y mis familiares viajaban a una misa que era en un pueblo. Yo observaba, podía ver la misa, a mis parientes, tíos y familia que llegaban consternados porque me había muerto. De ahí conectaba con un horno crematorio natural. Me llevaban en un carro en madera con unas ruedas que empujaban a unos troncos en brasas al rojo vivo. Cuando me fui acercando a ese calor y a esos troncos gigantes empecé a sentir el calor en mi cuerpo. De repente, un señor gordo frenó el carro y me dijo que si quería una bebida fría. Le dije que claro. Y nos fuimos a una tienda a la vuelta de la esquina. Nunca vi una luz blanca al fondo del túnel ni el cielo despejado y hermoso.

Yo hablé sobre esto con la psiquiatra y ella decía que estos delirios podían ser efecto de la droga fuerte cuando uno esta en coma. Son más reales que un sueño de todas las noches, es más en vivo, más real.

El duro despertar

Cuando me desperté ya me habían pasado a la habitación. Estaban Ruth, mi hermana y las enfermeras. Yo me sentía muy adolorido, como si me hubiera pasado un camión encima, con muy poca movilidad y poca fuerza, y triste, con depresión. Cada vez que intentaba moverme no podía. No podía ni siquiera alzar el brazo. No podía hablar porque salí muy lesionado de las cuerdas vocales por la intubada. Yo mido 1,75 metros y entré a la clínica con 80 kilos. Salí pesando 55.

Ruth Antolínez, hermana de Jairo Alberto Antolínez, se comunicaba con los médicos de la UCI mediante videollamadas. Foto: Juan Carlos Sierra-Revista Semana. | Foto: Juan Carlos Sierra

Me explicaban los médicos que el organismo usa primero la grasa y después sigue con el músculo y te acaba la masa muscular, yo salí forrado en los huesos de la cabeza a los pies. Mi hermana cuando me vio se puso a llorar. Un día yo me miré las piernas. Si algo tenía fuerte y musculoso eran las piernas porque jugué mucho fútbol en mi juventud y cuando las vi eran dos palos de escoba. En ese momento pensé que habría sido mejor haberme muerto porque no creí que fuese a ser capaz de volver a construirme como era. No lo dije porque no se puede, pero les iba a decir que me dieran una inyección que me matara. Yo era un hueso, un esqueleto de laboratorio es gordo ante lo que yo era. Por esto tuve estos momentos de entrega, nunca sin ser malagradecido con Dios y la vida, pero es tal el punto al que llegas que decía ‘hagan conmigo lo que quieran’, pero no con nervios, sino pensando en que era lo mejor.

El doctor Medina, un día en que estaba solo en la habitación, me contó del milagro. Yo le debo esta vida y la otra a ese médico. El me dijo: ‘Hola Jairo, quería contarle una cosa. Usted se me apareció allá en la UCI’. Y yo le contesté: ¿cómo así que me le aparecí en la UCI? ‘Yo estaba ahí cuando de pronto lo vi pasar a usted caminando’, me dijo. Pero yo no se cómo pude hacerlo si no podía ni levantar un pie. ‘Precisamente cuando lo veo pasar a usted pensé que se había muerto, me fui a su cuarto y efectivamente su corazón estaba haciendo paro cardiaco; lo reanimé y su corazón reaccionó, volvió a palpitar y no le afectó nada porque la reacción fue rápida’. Ellos se basaban solo en la ciencia y esa parte, como quien dice de milagros, no es bien vista entre los médicos. Me contó que nunca le había pasado algo así.

Yo pienso que pudo ser energía mía que estaba avisándole a él de una situación en la que yo estaba entrando, una situación de muerte. Es lo único que se me viene, porque cómo más lo puedo explicar. Él me dijo que yo estaba para grandes cosas. Eso me lo han dicho todas las personas que han conocido la historia. Un día, ya en casa de mi hermana, me sentí un poco asustado y le dije: ‘Ruth, ¿yo qué debo hacer?, ¿qué tengo que hacer porque yo estoy para grandes cosas y no sé qué es eso?, ¿qué es una cosa grande? No tengo plata, no soy millonario para montar una fundación y ayudar a la gente, ni equipos de capacitación, pero la gente me tiene asustado con que yo tengo que estar para grandes cosas y pasan los días y no hago nada grande, sino terapias.

He sido buena persona. A mí me quiere harta gente. Durante mi enfermedad hubo muchas cadenas de oración y quedé atortolado porque no soy muy amiguero y soy amable pero tengo pocos amigos, soy reservado, me gusta estar en el apartamento, pero cuando me enteré de la cantidad de cadenas de oración que hicieron acá y fuera de Colombia, en España, me convencí de que esa energía me ayudó a no morir.

El lento y doloroso regreso a casa

En el hospital me empezaron a decir que ya era hora de irme. Yo no quería porque no me veía en capacidad de irme a la casa de Ruth en ese estado. Ruth dice que ella recibió a un casi muerto. Yo sentía que me habían puesto cadenas de hierro en todo el cuerpo. No podía dar un paso. En donde Ruth me quedé como tres meses y allá comencé mi proceso y plan de terapia física con una terapeuta que iba día de por medio al apartamento a hacerme ejercicios físicos para comenzar a adquirir masa muscular, algo que es muy lento de recuperar.

El doctor Ronald Medina cuenta que gracias a que él vio caminando a su paciente por los pasillos de la clínica supo que estaba en peligro de muerte. En efecto, cuando llegó a su cuarto, Jairo Alberto estaba entrando en paro cardíaco. Gracias a eso le pudo salvar la vida. Bogotá, 21 de enero de 2022. Foto: Juan Carlos Sierra-Revista Semana. | Foto: Juan Carlos Sierra

Me hicieron plan de alimentación con la nutricionista y terapia respiratoria. También tenía bala de oxígeno 24 horas. Ahora también estoy con oxígeno medicado 24 horas y lo uso hasta para dormir y bañarme. Es bien aburrido ir para todas partes con eso. Tengo un condensador con un cable largo que va por todo el apartamento y tengo oxígeno portátil para salir.

Sentado duraba máximo cinco minutos por reloj y lloraba para que me pasaran a la cama porque era terrible. No estoy exagerando ni un milímetro. Es más, creo que es más fuerte de lo que pueden describir las palabras. No hay palabras para explicar la recuperación. Lo más difícil fue volver a caminar. La primera vez que lo intenté la terapeuta me alzó y me iba teniendo, pero las piernas estaban sin fuerza, me temblaba todo. Ni siquiera di un paso el primer día. Yo duraba parado tres segundos y me tenía que acostar. Así hasta ir ganando.

Mi cuñado decía que me ayudó mucho mi actitud porque no me dejé de la situación, pero había días en que no sabía cómo iba a hacer. Por la ventana de mi cuarto pasaban pajaritos y palomas y muchas veces yo quería convertirme en uno de ellos e irme de esta hermosura de mundo porque era tan difícil. Este pajarito vuela y yo no podía ni dar un paso, prefería ser un pajarito, que le toca buscar la comida. Yo dependía de mi hermana para todo, no podía ir solo ni al baño ni cepillarme los dientes. Me llevaban y todo era muy supervisado, porque no tenía fuerza. Era como un niño chiquito, pero peor porque a un adulto ya grande quién lo tiene. Las terapias, que son importantísimas, me hacían llorar. Me retaban a vivir y a la vez me llevaban a no querer más.

La terapia física es la que te ayuda con la masa muscular y tus pulmones. Me pesaba todos los domingos y, como comía muy bien y con suplementos vitamínicos, comencé poco a poco a ganar peso. En una semana subía muy poco, aunque había hecho mucho esfuerzo y llorado mucho. Yo tenía nutricionista, psiquiatra, cardiólogo, internista, neumólogo, terapeutas y nefrólogo. El psiquiatra porque sales muy deprimido y triste. Es que uno se acaba. Mi nivel es el nivel de antes de morirse. El psiquiatra me ayudaba a luchar, porque la recuperación es lenta, pero se avanza cada día un pasito y eso ayuda a seguir. Un día uno ve que ya tiene carne en pantorrilla y ese es el triunfo del día, son cambios leves.

Soy un milagro

Cumplí tres meses allá donde mi hermana. Decidí irme cuando sentí que podía pararme, que era más autónomo. Mi sobrino me ayudó con terapias de yoga y mi hermana, a quien no tengo forma de agradecerle, me cuidó como si fuera su bebé. Hoy acabé las terapias, que fueron 32 en total y las hice en la fundación neumológica tres veces a la semana. Siento que voy en un 85 % de la recuperación y ya han pasado seis meses. He recuperado 15 kilos. Ya no me veo mal. Aun no he ido al trabajo porque como estuve tanto incapacitado he tenido inconvenientes con los perfiles de los accesos. En diciembre tuve cita con el neumólogo y me mostró exámenes de pulmones, de un tac, y se ven las secuelas que todavía tengo. El covid atacó mis riñones y corazón, pero al que más fue el pulmón. Eso se recupera con ejercicio físico. Yo debo caminar, alzar pesas, movilidad y los hago con oxígeno porque el pulmón no está fortalecido. Cree que por ahí en seis meses me lo quitarán, pero sobre covid no hay nada escrito.

Jairo Alberto Antolínez ya siente que lleva el 85 por ciento de su recuperación después de siete meses de su salida de la UCI. Bogotá, enero 20 de 2022. Foto: Juan Carlos Sierra-Revista Semana. | Foto: Juan Carlos Sierra

Hoy todavía me preguntó por qué me pasó a mí, si estaba perfecto de salud. Tampoco sé qué tengo que hacer por haber tenido esta segunda oportunidad, no sé cuáles son las grandes cosas que debo hacer. Soy humano, abierto, amable, agradable, no le hago mal a nadie y cuando digo eso me dicen: ‘por eso se salvó’. Pero pienso seguir trabajando y siendo el mismo. Hoy doy más las gracias, agradezco a Dios y soy mas agradecido con la vida. Yo alcancé a morirme cuando me dio el paro, la gente dice que yo le avisé al médico y puede ser, pero creo que fueron las oraciones de las personas. Creo en los milagros. Yo soy un milagro de la vida. Si no, no estaríamos hablando. Mi caso era muy difícil, yo estaba más enfermo que unos que se murieron y hoy estoy aquí mirando a la ventana.