Yeisson García soñaba con ser actor desde niño. Pero en Villapinzón, el pequeño pueblo del altiplano cundiboyacense donde creció, las opciones eran nulas. No existía una escuela de teatro y su familia, campesinos de siempre, que se ganaban la vida sembrando papa y zanahoria, no disponían de recursos económicos para costearle una carrera universitaria en Bogotá.
Todo cambió cuando Clara Inés Sánchez, su mamá, una maestra de primaria, se topó con el anuncio de una pequeña academia. Yeisson, para entonces de 13 años, comenzó a viajar todos los sábados, sin falta, hasta Casa Actores y se ayudaba vendiendo ropa en un almacén.
Pero pronto se estrelló con una realidad que no esperaba: “En los castings me daba cuenta de que siempre buscaban actores rubios, de piel y ojos claros. Y claramente yo no encajaba. Ya no sé cuántos de esos castings presenté, y era frustrante. Invertía tiempo, me mataba trabajando y estudiando. Pero sentía que ese sueño cada vez más se alejaba. No veía resultados, sentía que no estaba haciendo nada con mi vida”, relata Yeisson en SEMANA.
Un amigo cercano le propuso entonces probar desde otra orilla. “¿Por qué no intenta hacer una carrera detrás de cámaras?”, le dijo.
“Pero entrar a la universidad no era fácil y menos si dices en tu casa que es para estudiar algo relacionado con artes. Lo primero que piensan los papás es que no es precisamente algo que te dé para vivir. Pero me propuse estudiar Medios Audiovisuales con énfasis en Cine. Y con ayuda de mi papá me conseguí un crédito en el Icetex”.
Yeisson recrea la historia al otro lado del teléfono, muchos años más tarde, desde Guadalajara, en México, donde forma parte de El Taller del Chucho, un estudio de animación fundado por el genial Guillermo del Toro, y del que han salido producciones tan aplaudidas como Pinocho, que el año pasado se quedó con un premio Óscar a mejor película animada.
En ese lugar, el stop motion es rey. Una elaborada técnica de animación que consiste en aparentar el movimiento de objetos estáticos por medio de una serie de imágenes fijas sucesivas. Un tipo de animación que Yeisson conocía bien y ya le había traído importantes premios, entre ellos, varios de SmartFilms, el festival de cine con celulares, creado por la actriz Yesenia Valencia, y que llega este 2024 a su décima edición.
La artista hace memoria. La primera vez que Yeisson participó lo hizo en la categoría de aficionado. Era 2019 y este hijo de Villapinzón sorprendió a los jurados con el cortometraje Un último abrazo. “Estaba tan bien hecho, con tanta calidad, que dudamos de su creador. Llegamos a pensar que seguramente lo había hecho un realizador profesional”, relata Yesenia.
Pero, no. La pieza audiovisual había nacido de la imaginación de un joven humilde, que se vio obligado a pedirle prestado un celular a su mejor amigo para poder grabar la historia, creada en homenaje a su abuelo paterno, Marcos García, quien falleció a los 88 años.
“En esa época, yo tenía de esos celulares que llaman ‘flecha’. Sin cámaras, ni nada. Y fue mi amigo Jesús Gómez quien me prestó el celular por varios meses para poder grabar el corto. Me lo prestaba varios días a la semana. Y los días en que no podía contar con el aparato, iba construyendo las figuras de la historia, con material reciclado. Con lo que tenía a la mano. Porque, claro, plata era lo que no había. Mi papá se había quebrado, había perdido toda su cosecha de papa y en la familia de cuatro hermanos vivíamos una crisis económica tremenda”, relata el colombiano.
Y así, con más ingenio que dinero en los bolsillos, aprendió los secretos del stop motion viendo tutoriales de YouTube. Los jurados de SmartFilms ignoraban que Yeisson había fabricado las figuras de sus personajes en compañía de Néstor Albeiro, su papá.
Tampoco sabían que no disponía de modernas aplicaciones para iluminar su historia, y que, en cambio, él mismo forraba bombillos con papel celofán de colores para que todo saliera perfecto y controlaba la intensidad de la misma con papel mantequilla, en un cuarto abandonado y oscuro en la finca familiar.
Al final, Yeisson se quedó con el primer lugar en SmartFilms y la vida le sonreía por primera vez. Una reconocida marca de celulares le regaló uno de estos dispositivos de última generación y, gracias a su talento, el festival lo hizo merecedor de varios millones de pesos, con los que el joven de 28 años torció el destino: compró para la familia “dos vaquitas; aboné a mi deuda del Icetex, que tenía atrasada, y me compré mi primer computador para poder editar mis trabajos de animación”.
Decidido a convertirse en pionero de una técnica del cine poco explorada en Colombia, se aventuró con un nuevo corto, El primer día, en el que un niño va narrando la vida de un pequeño que se asoma a un mundo hasta entonces desconocido y ‘temerario’: la vida escolar.
Y los reconocimientos no han parado de llegar. Yeisson ha sido premiado en el Festival Internacional Cine de América en Hidalgo, México; en el Festival Académico de Cine Universitario Internacional; en el Festival de Cine Luz del Desierto; en el Festival Internacional de Cine de Tepic; en el Festival de Cortos Verticales The Sero. En SmartFilms suma otros siete galardones en distintas categorías. Hoy, ya incluso lo invitan como jurado de festivales de cine. Se volvió un referente de esta técnica.
Con esa fama a cuestas, un día fundó en su pueblo la primera escuela de cine de la que se tuvo noticia. “Y para mi sorpresa, no solo llegaba a estudiar gente joven, sino personas de hasta 50 años a las que les encanta el cine y que toda la vida habían aguardado la oportunidad de hacer su propia película, tal como una vez yo mismo lo soñé”, relata Yeisson.
Todos se sorprenden cuando escuchan su historia: la de un joven campesino que sabe tanto de cultivar papas como de narrar historias con pequeñas figuritas construidas por él mismo.
“Estar en el taller de animación de Guillermo del Toro me ha impulsado a no dejar de soñar. Él mismo ha sido una inspiración porque supo transmitir su esencia de latinoamericano a sus trabajos de animación”, asegura el cineasta.
“Todas esas costumbres mexicanas con las que él creció fueron las que permearon esa fantasía que luego llevó al cine. Y él se siente orgulloso de eso. Nunca quiso hacer historias a lo Disney, sino romper los esquemas tradicionales. Y es un gran impulsor de gente joven como yo en este oficio de la animación”, asegura Yeisson.
Con un tercer corto animado en camino, Yeyón, Yeisson espera volver pronto a Colombia y hacer lo propio. Sabe que tiene todo para lograrlo y seguir escribiendo una vida de película.