El lunes el mundo llegó a niveles de optimismo no registrados en los últimos cuatro meses. El entusiasmo vino por cuenta de la compañía Moderna, uno de los competidores en la carrera por crear una vacuna contra la covid-19, la enfermedad causada por el nuevo coronavirus. Según el reporte, la vacuna de esta compañía es segura y logró estimular el sistema inmune del grupo de voluntarios que participan en esta primera fase de estudios clínicos.

Moderna utiliza una novedosa tecnología hasta el momento no probada. En lugar de usar una porción del microorganismo desactivado o atenuado, como otras, emplea el ARN (el ácido que transporta la información genética) para que el organismo que la recibe produzca la misma proteína presente en la corona del virus. De esta manera, el sistema inmune del individuo la reconoce y diseña un mecanismo para atacarla. En teoría, cuando el virus real llegue, el organismo ya sabrá defenderse.

Los investigadores de la compañía encontraron que luego de 43 días, 8 de los 45 voluntarios inoculados de entre 18 y 55 años tenían niveles de anticuerpos similares o superiores a los de una persona ya recuperada de covid-19. En el hallazgo más sorprendente, sin embargo, hallaron que cuatro de ellos recibieron la dosis más baja de la vacuna y produjeron anticuerpos neutralizantes que detuvieron el coronavirus. Estos anticuerpos son cruciales porque protegen a los humanos de la infección.El mismo lunes hablaron de la posibilidad de tener las primeras dosis a finales de diciembre, destinadas para los adultos mayores y el personal de salud en el mundo, las poblaciones en mayor riesgo. Y dijeron que a comienzos de 2021 estaría lista para el público general. Como la vacuna es una condición sine qua non para que la vida vuelva a la normalidad, los mercados reaccionaron positivamente ante la noticia. En la bolsa de Nueva York la acción de Moderna se cotizó 30 por ciento más alto; igualmente subió el precio del petróleo y los futuros del índice S&P 500. Las acciones en Europa también tuvieron alzas.

Sin embargo, los resultados son demasiado preliminares como para cantar victoria y todavía no hay vacuna ni esta ha terminado de pasar las pruebas. Para usar una metáfora deportiva: creer que ya hay vacuna sería equivalente a coronar a Nairo Quintana campeón del Tour de Francia solo porque lideró la etapa 12.

La vacuna de Moderna aún debe pasar la fase 2, que abarcará 600 participantes, entre ellos personas mayores de 55 años, para ver si asimismo genera en ellos una respuesta inmunológica. Luego vendrá la prueba de fuego: la fase 3, con cientos de voluntarios, que la compañía tiene previsto empezar en julio. Los voluntarios deben provenir de áreas muy afectadas como Nueva York y deberán exponerse al virus de manera natural. Esta fase podría tener demoras si la pandemia baja su intensidad, ya que los vacunados no tendrían tanto riesgo de infectarse para probar la eficacia.

Otro dato que podría arruinar el optimismo: menos del 10 por ciento de las candidatas a vacunas pasan las pruebas. Varias resultan ineficaces, algunas inseguras, mientras que otras no protegen a toda la población sino a determinados grupos. Por eso, hacer vacunas de la manera tradicional puede durar entre 15 y 5 años. En algunos casos más, como sucede con las de la malaria y el VIH.Pero en este momento el mundo científico se mueve a velocidad de pandemia con la meta de tenerla lo más pronto posible. En este caso tratan de hacer una en 18 meses, una meta factible pero también un tiempo récord.

Muchas cosas han permitido acelerar el proceso. La primera, que las candidatas a vacuna han surgido más rápido debido a que ya existía investigación previa sobre los coronavirus por epidemias pasadas como la de SARS y MERS. Así, la etapa de investigación, que puede tardar un año o más, solo toma unos meses.Los científicos, además, están tratando de hacer las etapas de investigación clínica, tradicionalmente escalonadas, casi simultáneamente. “Antes de tener resultados se está validando y evaluando la fabricación de lotes para tenerlos disponibles en caso de que la posible vacuna cumpla con los requisitos de seguridad, eficacia y calidad exigidos”, dice Carlos Reyes, director médico de Sanofi Pasteur. Agrega que está surgiendo colaboración con las autoridades regulatorias. De esta manera el proceso de evaluación de los resultados de los estudios y requerimientos inicia temprano, y así los tiempos de uno y dos años que toma esta revisión se acortan sustancialmente.

Aun así, los científicos, los desarrolladores y las agencias regulatorias tienen la responsabilidad de no repetir errores del pasado, como sucedió con la primera vacuna contra la polio. En 1950 un lote contenía una versión del virus vivo, lo que ocasionó que algunos vacunados adquirieran la enfermedad y que otros murieran. También deben evitar que la vacuna haga a la gente más susceptible al virus, tal fue el caso de medicamentos para el VIH y de una vacuna para el dengue. La necesidad de que además de efectiva sea segura hace que a pesar de los atajos, una vacuna no estará lista antes de 12 meses.

Descubrir una vacuna es apenas parte del proceso. Todavía hay que pensar en cómo producir 7 mil millones de dosis para vacunar a la población mundial y cómo hacer para distribuirla y aplicarla.Eso sin hablar de las tensiones por la propiedad intelectual de la vacuna. La Unión Europea propuso que los desarrolladores cedan voluntariamente sus derechos sobre ella, pero otros creen que si no se hace obligatorio, los nacionalismos aflorarán y los Gobiernos priorizarán a la población de origen de las compañías farmacéuticas

La coalición Cepi apoya muchas de estas iniciativas y en sus contratos deja claro que el acceso debe ser global. “Ningún país podrá controlar la enfermedad solo. Se debe vacunar a todos o si no el virus seguirá. El mejor escenario es que todos tengan la vacuna”, dice Michelle Saville, directora de investigación de esta organización. Anita Zaidi, directora de Desarrollo de Vacunas de la Fundación Bill y Melinda Gates, comparte esa mirada y asegura que solo al vacunar a todos al mismo tiempo la humanidad podría ganar la batalla. “Hay que pensar y actuar global”, señaló.Por eso, mientras desarrollan la vacuna, muchas compañías ya piensan en cómo expandir su capacidad de producción. La ventaja es que varias de ellas se desarrollan con tecnologías ADN y ARN, más fáciles de producir, pues no dependen de cultivos biológicos. Bill Gates dijo recientemente que, aunque escogerá invertir en los dos proyectos más prometedores, ya ha inyectado capital en todos, entre otras cosas para construir las fábricas que producirán la vacuna masivamente.

Hay otra gran ventaja: otras siete potenciales vacunas participan y algunas de ellas podrían tener éxito. Además, sus investigadores usan al menos cuatro diferentes formas de fabricarlas: con el virus inactivado o atenuado, con material genético, con vectores virales y el resto se basan en el uso de proteínas. Unas cuantas, como la de la Universidad de Oxford y la de Sinovac en China, han mostrado resultados positivos en animales. Los científicos de Oxford incluso anunciaron que la suya estaría lista en septiembre, aunque en opinión de algunos, declaraciones como esas solo forman parte de estrategias para atraer inversionistas.El establecimiento científico está empeñado en el tema y los primeros indicios señalan que varios de los candidatos van por el camino correcto. Pero muchas cosas pueden pasar aún y la ansiada vacuna podría no aparecer hasta 2022.

Por ello hay que pensar como los pesimistas y tener un plan B, que podría ser un tratamiento que permita continuar la vida normal sin una vacuna. Así pasó con el VIH, que después de 40 años aún no la tiene, pero sí tratamientos antivirales que han cambiado el curso de la enfermedad. La OMS, de hecho, ya comenzó a buscar tratamientos para la covid-19. Si esta investigación arroja buenos resultados y encuentra uno que evite o disminuya la severidad de los casos, el mundo sobrevivirá mientras llega la vacuna. ¿De quién será la vacuna?Una gran discusión se ha generado por saber cómo será la patente de la vacuna y si llegará a todo el mundo.

La asamblea anual de la Organización Mundial de la Salud tuvo en su agenda cómo garantizar que los países pobres tuvieran acceso a la vacuna independientemente de quién la desarrolle. En juego está una suma considerable, pues proporcionar la vacuna a 3.700 millones de personas podría costar lo que ganan en cuatro meses las diez primeras compañías farmacéuticas juntas. Por esto la oenegé Oxfam instó desde un comienzo a los Gobiernos y a la industria farmacéutica a garantizar que las vacunas y otros tratamientos estuvieran libres de patentes y se distribuyeran equitativamente a todos en el mundo.La Fundación Bill y Melinda Gates busca algo similar, y por eso ha apoyado varios desarrollos de vacunas. La Unión Europea ha hablado de ceder las patentes de manera voluntaria y China ha dicho que si encuentra la vacuna le dará tratamiento de bien común. Sin embargo, el Gobierno de Donald Trump ha abogado por respetar las patentes para estimular la innovación y la competencia.

En este panorama, la industria pondría los precios y acordaría la distribución con los países, lo que podría llevar a un escenario inequitativo a favor de los ricos. Al final en dicha reunión acordaron que la vacuna debe distribuirse de manera equitativa y a tiempo. Carlos Reyes, director médico de Sanofi, asegura: “En estos últimos cinco meses hemos tenido un nivel de cooperación científica como nunca antes”, y eso garantiza que, dada la magnitud del problema, ese escollo se resolverá para que no haya trabas en el acceso a la vacuna.