La actriz Valentina Lizcano se convirtió en madre hace cerca de una década y hoy disfruta de la crianza de Alma y Salvador, sus dos pequeños hijos, de 9 y 2 años.
Como madre, cuenta que uno de los aspectos a los que más ha puesto interés ha sido el de la sana alimentación de los pequeños. Por eso, desde siempre tuvo claro que a ellos era necesario educarlos sobre la base de que productos como el azúcar debían consumirse moderadamente.
“Comprendo lo que hace el exceso de azúcar en el cuerpo. Y exponer a los niños a temprana edad, antes de los 5 años, es inoficioso. No hay que darle azúcar al cerebro de los niños. Como mamá ha sido importante el desarrollo neuronal de mis hijos. Por eso, mi hijo mayor, Salvador, no tuvo contacto directo con el azúcar hasta los 5 años. El dulce que consumía era solo a través de frutas. Alma, la menor, aún no lo consume”, narra Valentina.
Agrega que solo hasta que Salvador cumplió 3 incluyó en su dieta productos como la miel y la panela. “El consumo de azúcar va más allá de un tema de peso y de talla. En casa no usamos azúcar refinada porque contiene trazas de químicos que son cancerígenos y activan en el cerebro las mismas zonas que estimulan las drogas. Así que estamos exponiendo el cerebro de los niños a necesidades de picos que los ponen eufóricos y luego vienen los bajonazos”.
Pero ¿cómo lograr que los pequeños se concienticen de los riegos del exceso de dulce a tan temprana edad? Valentina asegura que ha sido a partir de la propia cotidianidad. “Educo a mi hijo en las decisiones que toma. Por ejemplo, alguna vez experimentó mucha ansiedad después de tomar una gaseosa en la noche. Él mismo se dio cuenta de que, claro, puede consumir dulce, pero en ciertas medidas y con horarios, pues son calorías vacías que no le aportan nada”.
En efecto, esta práctica familiar de la actriz no es una exageración. Según la reciente Encuesta nacional de situación nutricional (Ensin), uno de cada cuatro niños colombianos entre los 5 y los 12 años tiene exceso de peso, y alrededor del 18 por ciento de los adolescentes tienen riesgo de sobrepeso y obesidad.
Pese a que en el imaginario de muchas personas hace carrera la idea de que un niño gordito es sinónimo de estar bien alimentado, no hay nada más alejado de la realidad. El aumento del sobrepeso y la obesidad infantil constituye uno de los principales problemas de salud pública del siglo XXI. El incremento de este problema es crítico y ya ha tomado dimensión de epidemia, como lo expresa la Organización Mundial de la Salud (OMS).
De acuerdo con el organismo, en los últimos 40 años, la cantidad de personas obesas en el mundo se triplicó. En América Latina la proporción de personas con sobrepeso y obesidad aumentó significativamente en las últimas décadas, siendo para el año 2020 de 57,7 y 23 por ciento, respectivamente.
Lo sabe bien Luisa Mercedes Mosquera Cera, especialista en pie diabético del Hospital Universitario de La Samaritana, quien sostiene con preocupación que, pese a las campañas de organizaciones como Red PaPaz y de estrategias como las etiquetas octogonales, los niños siguen expuestos al “consumo descontrolado de dulce”.
Y enumera varias razones: se trata de niños que están creciendo sin mayor acompañamiento, “con papás que trabajan todo el día, que viven muy ocupados para hacer, por ejemplo, una lonchera nutritiva, que demanda más preparaciones. Así que lo fácil es hacer una lonchera llena de paquetes. Y, ojo, consumir ese paquete no está mal. Lo que está mal es que ese producto se convierta en varias dosis al día o en una comida principal”.
Dulces estrategias
La actriz, cantante y tiktoker colombiana Nathalia Gutiérrez, madre de Bella, una adolescente, también se ha esmerado por inculcarle buenos hábitos alimenticios. “Lo que consumimos son golosinas bajas en azúcar. Por ejemplo, chocolate con solo 30 por ciento de este ingrediente. Y no por un tema de peso, sino por situaciones relacionadas con acné, ansiedad y manejo de frustraciones, enfermedades que hoy en día envuelven a los adolescentes por cuenta de dulces en exceso.
Por eso, nunca los incluyo en las compras de la casa. Nos cuidamos toda la semana y uno de los dos días del fin de semana nos permitimos el dulce”. En ese sentido, el llamado de Mosquera es a “tener una relación amigable con la comida. No se trata de satanizar los alimentos. Es de que todos en casa entiendan que el exceso de cualquier alimento es dañino”.
Y plantea como estrategias acercar los sabores, colores y texturas de las frutas y verduras a los niños desde que son bebés; además, realizar actividades como “hacer las compras del mercado con ellos o llevarlos al campo con regularidad. Que entiendan de dónde sale eso que se comen, que creen vínculos con entornos naturales. Porque encima está una generación que se está criando a punta de televisor y de videojuegos, que es sedentaria. Es una generación que está expuesta a una mezcla peligrosa: la mala alimentación y la falta de actividad física. Así que ese niño mal alimentado hoy tristemente será la persona con obesidad y diabetes que será mi paciente en unos años. Que le costará mucho dinero al sistema de salud y será paciente toda su vida”.
Anna Jaraba, actriz y cantante, madre de Salvador, asegura que la clave está en las dosis diarias de dulce. “Si hoy se comió un helado, no dejo que consuma ninguna otra golosina en el día. Él sabe que después del almuerzo está permitido un postre, pero es el único dulce del día. En cambio, le enseño a que se tome un yogur u otro alimento que le sepa a dulce, pero que sea nutritivo”.
Para Mosquera, los padres de familia deben estar atentos a las señales tempranas que muestran los niños en relación con el sobrepeso y la diabetes. “Cuando un niño, por ejemplo, sufre de diabetes tipo 2, que es la generada por mala alimentación, pero que puede ser modificable, hay que estar alertas si presentan zonas oscuras alrededor del cuello o en la entrepierna; si sienten mucha sed u orinan con mucha frecuencia y esa orina tiene poco olor o un olor a dulce, o si se sienten cansados con frecuencia. Todas esas son señales que no deben pasar inadvertidas por los padres y cuidadores”.
Ella tiene motivos para estar preocupada: se calcula que el 60 por ciento de los niños con sobrepeso pueden sufrir de diabetes. Y eso ocurre en un país donde 98.000 niños y adolescentes ya padecen esta enfermedad.
En el mundo, explica la doctora, cada 20 segundos “se le amputa un pie a una persona por diabetes, que es la consecuencia más extrema de la enfermedad. Pero, muy seguramente, ese paciente fue un día un niño diabético que no comía bien y que por descuido o ignorancia no cambió sus hábitos”.