Los demógrafos calculan que por cada década que pasa, la vida en promedio se extenderá dos años. Esto significa que quien actualmente tiene 60 tendrá 50 por ciento de posibilidades de llegar a 90. La mitad de los que tienen hoy 40 llegarán a 95, y los que hoy cumplieron 20 tendrán una gran oportunidad de convertirse en centenarios. Ese fenómeno se observa en el mundo entero, incluso en los países pobres. La semana pasada, la Organización Mundial de la Salud dio a conocer un informe en el que registró un aumento de cinco años en promedio en la expectativa de vida en apenas 15 años, y curiosamente el mayor crecimiento se presentó en África.Los estudiosos siempre han visto ese fenómeno con un tinte trágico: que la pirámide demográfica ya no se sostendrá, que no habrá dinero para pagar las pensiones, que el mundo se llenará de viejos con alzhéimer, que los sistemas de salud colapsarán. La psicóloga Lynda Gratton y el economista Andrew Scott, profesores del London Business School, son conscientes de que los retos no son de poca monta, pero creen que no todos esos cambios van a ser malos. Todo dependerá de los ajustes que hay que comenzar a hacer hoy. “Si esta tendencia se pasa por alto, tener más tiempo será una maldición. Pero si lo hacemos bien será un gran regalo”, dicen en su libro The 100-Year Life, en el que describen cómo será vivir y trabajar en la edad de la longevidad.Los autores sostienen que en un mundo de centenarios la trama de la vida no puede desarrollarse en tres simples actos, tal y como sucede hoy, cuando la gente primero se enfoca en educarse, luego en trabajar y después de 30 años en jubilarse. En el escenario de los 100 años se necesitará un libreto diferente, porque nadie logrará sostenerse con una pensión a la edad de retiro actual. Si las cosas siguen tal cual, dicen, las personas tendrán que arreglárselas con una pensión muy baja y, según ellos, no tiene sentido vivir más pero en condiciones de pobreza. Aunque es duro aceptar que habrá que pasar trabajando los años extra, esa parece ser la única salida. Y se calcula que habrá que marcar tarjeta hasta los 80 para vivir sin afugias.No es difícil imaginar el tedio y cansancio que generaría pasar 50 años en la misma empresa e incluso en la misma profesión. Por eso, Gratton y Scott piensan que la vida tendrá que volverse una obra con más episodios y temporadas, e incluso con nuevos actores (los de la generación de 18 a 30) que podrán tener hasta tres profesiones. “En una etapa profesional se trabajará al 100 por ciento para asegurar las finanzas, en otra para balancear la vida de familia y lo laboral, y otra dedicada a prepararse para el retiro”, dicen. Todo ello implicará más estudio pues si bien en las vidas cortas lo que se aprende a los 20 alcanza hasta el final, en un mundo de centenarios se requerirá aprender constantemente. Esto se debe a que robots y sistemas de inteligencia artificial se encargarán de los trabajos mecánicos y repetitivos. Pero al mismo tiempo surgirán nuevos empleos, y para estar a la altura de ese reto la gente tendrá no solo que darse un brochazo en ese nuevo tema, sino “aprenderlo todo desde cero”.Así las cosas, personas de 50 y 70 años desfilarán por los salones de pregrado, y la mezcla de generaciones en las universidades y empresas mejorará las comunicaciones entre ellas. De hecho, desaparecerá la división tajante entre jóvenes, adultos y viejos. En una misma familia vivirán hasta cuatro generaciones, incluida la tatarabuela. Además, hoy se puede intuir cuántos años tiene alguien con solo preguntar lo que hace, pero en ese nuevo escenario que un individuo esté en un pregrado o sea un ejecutivo sénior no indicará ni juventud, ni vejez.Quienes ven la longevidad como una catástrofe creen que vivir 100 años significa ser viejos por más tiempo. Gratton y Scott piensan lo contrario: la gente será joven por más años. Surgirá una generación de 18 a 30 años, de la misma manera que en el siglo XX nacieron los adolescentes y los jubilados. Esta etapa después de la juventud se enfocará en el estudio y, en consecuencia, se postergará el comienzo de la vida laboral. En su primer título estos jóvenes aprenderán a pensar y a desarrollar habilidades. Luego buscarán un grado profesional en un tema más relacionado con su vocación. Luego es posible que se tomen un tiempo para viajar, explorar tendencias y hacer conexiones. El curriculum vitae quedará obsoleto. Ellos se darán a conocer por las redes sociales.Algo de eso ya se está viendo. Universidades como Harvard están recomendando a los jóvenes bachilleres tomarse un año sabático antes de iniciar el estudio universitario. Y muchos de los graduados reciben su diploma y se van a viajar por el mundo en lugar de reclutarse en una empresa.Una vez ingresen al campo laboral, la flexibilidad será la norma. Un típico empleado de esa época se preguntará constantemente si este año sigue trabajando, si vuelve a estudiar, o si mejor cambia de sector productivo. Habrá que ser experto en muchas materias y estar abierto a nuevas formas de pensamiento. Por eso, los hitos de la vida de sus padres, como graduarse a los 23, casarse antes de los 30, tener hijos y comprar casa, desaparecerán del panorama. Estos compromisos se postergarán para poder mantener otras opciones abiertas. Pero surgirán nuevos límites. Para Gratton y Scott esta generación será pionera porque tendrá que diseñar nuevas maneras de buscarse la vida durante un tiempo más largo.Pero consolidar un colchón financiero no será suficiente. Hay que tener salud, familia y amigos y para eso se necesita tiempo de ocio. Los expertos señalan que no será posible malgastar las horas de descanso en ver televisión o echar globos. Habrá que invertir parte de ese tiempo en estudiar, cultivar amigos y hacer ejercicio para prevenir enfermedades y estar sano a los 80. Las relaciones de pareja sufrirán más de lo normal porque será más difícil coordinar las carreras de ambos. Se espera que la estructura familiar tome nuevas formas y para algunos la vida larga dará tiempo para casarse hasta dos y tres veces.Se ha hablado mucho de los problemas que la expectativa de vida genera en la etapa final, pero los autores del libro señalan que vivir 100 años afectará a todas las edades. Por eso se requerirá que toda la sociedad se transforme. “Aunque los gobiernos se han ocupado del tema del retiro tendrán que considerar también la educación, el matrimonio, la jornada laboral y otras cuestiones sociales”, dicen. El reto más grande, según Gratton y Scott, es evitar la desigualdad social pues “el regalo de una vida más extensa no puede ser para unos pocos que tengan acceso a la educación y la salud”.Hay 873.000 horas en 100 años, 262.000 más que en 70. La pregunta es qué se va a hacer con ese tiempo extra. Los autores proponen un ejercicio que consiste en imaginarse a sí mismo de 80 años y preguntarse: “¿Estoy seguro de que las decisiones que estoy tomando pasarán el escrutinio de mi yo futuro?”. La respuesta es importante ante la frase que alguna vez dijo Thomas Hobbes: “La vida es brutal, asquerosa y corta”. Sería terrible que, por mala planeación, ahora fuera brutal, asquerosa… y además larga.