Durante más de 15 años, Esteban fue un fiel seguidor del Santa Fe. Motivado por su abuelo, no había partido al que no fuera y en su cuarto guardaba banderas y cachuchas alusivas al equipo. Pero con los años su afición empezó a desvanecer, y para desgracia de su abuelo, se fue para Millonarios. "Me cambié porque la mayoría en mi colegio era de este equipo. Había un auge por el tema de las barras y el plan era ir a cantar al estadio". Pero Esteban sabía que ese bandazo no había sido correcto al punto que nunca les dijo a sus amigos que había sido santafereño.Esteban es un caso típico del 'voltiarepas', un término que por estos días está en boca de todos porque en la antesala de la campaña electoral se les otorgó a los políticos un plazo para que escogieran su partido, y muchos se han ido de un bando a otro, lo que ha suscitado la reprobación de la sociedad. La palabra es usada para referirse a los que de la noche a la mañana cambian de parecer. Camaleones, judas, fariseos, tránsfugas o vendidos. Los apelativos sobran a la hora de hablar de los que se venden al mejor postor. Pero lo que muchos se preguntan es por qué es tan difícil aceptar que las personas cambien. Según Fernando Fergusson, presidente de la Asociación Colombiana de Sicología hay un miedo a las transformaciones porque no se conocen las consecuencias que puede haber detrás del cambio. Según él, el temor es mayor cuando quien cambia es un dirigente o un personaje público. "El líder se caracteriza por el compromiso y por la seguridad. Pero cuando esta persona muda su posición, los demás desconfían y es considerado como un judas que traiciona por unas monedas de plata", dice.Esta desconfianza es verídica. Semana.com les preguntó a los lectores si confiaban en los 'voltiarepas', y las respuestas no dejaron bien parados a los políticos. "Todos son como las cometas... para donde vaya el viento", comentó un usuario. "De los políticos 'voltiarepas' ¡líbranos Señor!" escribió Mónica. "Hacen todo por conveniencia propia y representan sus intereses individuales", señaló otro. Y Andrés comentó que "si no son fieles a sus convicciones, mucho menos a las promesas que hagan". A lo largo de la historia cientos de personajes han cambiado diametralmente su pensamiento. Antes de erigirse como dictador y líder del fascismo, Benito Mussolini fue un militante del Partido Socialista Italiano. Incluso lo bautizaron así en homenaje a Benito Juárez, reformista presidente de México. Y Rafael Núñez, presidente de Colombia, luego de varios años como liberal independiente, se cambió a las toldas del conservatismo, y desde allí lideró el movimiento de la Regeneración, que creó una hegemonía de ese partido que duró varias décadas.Según Fergusson, detrás de todo cambio hay una ganancia, "un elemento utilitarista y oportunista. Si alguien ve que va a ganar con el cambio, las posibilidades de que lo haga son muy altas". No obstante Álvaro Camacho, sociólogo y profesor de la Universidad de los Andes, considera que no siempre la gente cambia por un interés material, sino también por convicciones ideológicas o éticas. Fabián Sanabria, decano de sociología de la Universidad Nacional, coincide con él y dice que los procesos de conversión hacen parte de la construcción constante de la identidad del ser humano a lo largo de la vida. "El hombre no es estático ni unívoco. La identidad de una persona se reinventa permanentemente y esto pasa en la política, en la moda, en los gustos musicales y en las opciones sexuales. El mundo es un flujo continuo de composiciones y descomposiciones". Ese sería el caso del escritor y periodista Plinio A. Mendoza, quien hasta los 38 años fue de extrema izquierda, pero decidió dar un giro en sus ideas y aunque no lo comparte, hoy es tildado por muchos como de derecha. "Yo hice parte de una generación que creció inspirada en la revolución cubana como una alternativa para el cambio. Pero muchos amigos que realmente vivieron esa realidad, como Carlos Franqui, me contaron lo que habían vivido. Esos testimonios fueron definitivos y supe que estaba engañado", le dijo Mendoza a SEMANA.Para Mendoza, lo que pasa es que "así como unos se aferran a un mito ideológico, otros vemos la realidad. Yo lo que soy es un liberal en el sentido europeo, es decir, creo en la libertad política y económica". Y cita a Churchill para afirmar que las transformaciones son parte del crecimiento personal: "el que a los 20 años no es de izquierda, no tiene corazón, y el que lo sigue siendo a los 40, no tiene cabeza".Otro caso es el de Gonzalo Arango, poeta y fundador del nadaísmo quien luego de crear este movimiento que iba en contra de todas las instituciones y de la religión, dio un giro espiritual y abandonó su manifiesto hasta el día de su muerte. "Gonzalo se enamoró en Providencia de un ángel que le venía destinado y en medio de un 'viaje' vio a Dios. Regresó a Cristo, pero creo que se encontró consigo mismo, que tenía un Cristo inherente", le contó a SEMANA Jota Mario Arbeláez, uno de sus compañeros nadaístas.Lo cierto es que la conversión de Arango fue frustrante para sus seguidores. "Nos sentimos celosos de Jesucristo. Sentimos que nos había traicionado y, siguiendo con nuestra posición demoníaca, le impartimos la excomunión", dice Arbeláez. "Lo que cuesta trabajo aceptar es el cambio de los líderes que nos convencieron de lo que hoy rehuyen", agrega. Paradójicamente, Jota Mario hoy confiesa que él también tuvo un proceso de conversión. "Cuando Gonzalo volvió a Cristo yo ya estaba con él, pero metido en el clóset. No consideraba prudente hace 40 años dar esa noticia. Sólo ahora estoy en la posición de expresar igualmente mi amor por Cristo cristal". Sanabria considera que en muchos casos la conversión ni siquiera ocurre por voluntad propia sino que "hay un cúmulo de situaciones que lleva a la persona a tomar una decisión incluso contra su voluntad". En el fútbol, el caso del portugués Luis Figo ilustra esta situación. Como figura del Barcelona, le había jurado lealtad a ese equipo. Pero cuando fue vendido al Real Madrid, el rival más acérrimo del 'Barsa', pasó de héroe a villano y terminó odiado por la afición, que se sintió traicionada. El descontento fue tal, que durante uno de sus partidos como atacante del Real, los hinchas del 'Barsa', le tiraron una cabeza de cerdo cuando se disponía a cobrar un tiro de esquina. La furia fue enorme a pesar de que el paso de un equipo a otro no es decisión del jugador, sino de los empresarios deportivos. Para Sanabria, el hecho de que algunos vivan saltando de un lado para otro se debe a la dificultad de tener una convicción y ser consecuente con ella. "Quien más persevera en una posición, después de unos años se convierte en héroe y pasa a la historia. Quienes se voltean, son personas que rápidamente se esfuman con el tiempo". Lo mismo piensa Fergusson. "El últimas, la gente premia la continuidad y a quien se logre mantener".