A finales de julio, la reconocida Universidad Johns Hopkins publicó un decálogo sobre las estrategias que los países deben seguir para evitar los rebrotes. El sexto punto de su lista hace referencia a la necesidad de organizar y financiar una agenda de investigación que haga frente a seis desafíos que han surgido con la pandemia. Resolverlos será clave para que gran parte del mundo pueda retomar su ritmo. 1. Cual es el papel de los niños en la transmisión Durante la pandemia las hipótesis han variado drásticamente y hasta hoy los científicos no lo tienen del todo claro. La razón es que desde el inicio de la propagación los colegios y las guarderías han estado cerrados, lo que ha impedido estudiar con precisión su rol. Sin embargo, recientes investigaciones han encontrado que los niños menores de cinco años son portadores de niveles más altos del virus: podrían acumular hasta 100 veces más partículas en sus narices que el resto. Esto abre el camino para pensar que su papel en la transmisión puede ser mayor al que antes se creía. “¿Cuál es el papel de los niños asintomáticos? ¿Los niños transmiten el virus a tasas similares a las de los adultos?”, se preguntan.
2. Cómo mejorar la ventilación en los espacios cerrados La ciencia ha establecido que el mayor riesgo de contagio por coronavirus se produce en los espacios cerrados. Por ejemplo, el riesgo de infectarse en un local es casi 20 veces mayor al de estar al aire. Por eso, expertos de Johns Hopkins alientan a los países a investigar más a fondo sobre soluciones de ingeniería que permitan mejorar los sistemas de ventilación en edificios, que se puedan hacer de manera rápida y económica. También proponen que “si las actividades que normalmente se llevarían a cabo en ambientes cerrados pudieran trasladarse al aire libre, eso les permitiría continuar operando con mayor seguridad". 3. Cuál es la mejor estrategia para reabrir los colegios Abrir o no abrir ha sido uno de los debates más álgidos del coronavirus. Mientras la OMS advierte de los peligros que pueden significar para los rebrotes, gobiernos e instituciones buscan cómo equilibrar la balanza para no afectar la educación de las futuras generaciones. También está la advertencia de pediatras y psicólogos sobre los efectos en su salud mental. El llamado de los investigadores es a profundizar en “la epidemiología única de los niños”, pero también a sopesar qué necesitan las familias y las comunidades escolares para facilitar un aprendizaje seguro y eficaz, “ya sea en persona o en forma remota, y cómo garantizar que los niños y las familias vulnerables reciben apoyo”. 4. Cómo mejorar el uso del tapabocas La mascarilla ya se ha vuelto un accesorio más a la hora de salir a la calle. Y de hecho todos los estudios han demostrado que usarlo es la mejor protección para evitar el contagio, incluso más que el distanciamiento social y el lavado de manos. No obstante, los científicos de Johns Hopkins reconocen que aún hace falta mucha más conciencia sobre su uso y educación sobre cómo deberían usarse y cuáles son los más útiles. También plantean que la ciencia debería indagar “cómo mejorar los revestimientos faciales para hacerlos más cómodos y mejorar la filtración”, pues es probable que el mundo deba convivir con ellos por largo rato.
5. La transmisión aérea Si la reapertura de los colegios ha generado debate, la transmisión aérea del coronavirus llegó a dividir a la comunidad científica por meses. Al principio, la OMS defendió férreamente que el virus solo podía transmitirse a partir de gotitas de saliva, tos o superficies. Sin embargo, ante la creciente evidencia, el organismo admitió que es posible su transmisión aérea por aerosoles en entornos cerrados, como restaurantes, clubes nocturnos, iglesias, donde mucha gente está gritando, cantando o hablando. Aun así, la investigación se queda corta y por eso los científicos de Johns Hopkins urgen a descifrar con exactitud cuál es la contribución de estas partículas suspendidas en el aire en el contagio, igual que la del contacto directo con objetos contaminados. Pues solo así el mundo podrá modificar sus prácticas de mitigación hacia métodos más eficaces. 6. Cómo mejorar la comunicación científica Debido a que el coronavirus es un enemigo nuevo, la información científica está en constante actualización, y eso muchas veces llega a confundir a la ciudadanía. Por eso, la última recomendación de los especialistas es que los países trabajen mucho más en estrategias de comunicación que generen cambios de conducta reales y ayuden a mitigar la epidemia. “¿Cómo se pueden adaptar esos mensajes a los grupos de mayor riesgo?”, escriben. Esto resulta crucial después de ocho meses de pandemia global y largos periodos de cuarentena, en los que la gente ya empieza a mostrarse cansada de las restricciones. Recientemente, la OMS advirtió que uno de los desafíos más grandes que enfrentaba hoy el mundo era hacer entender a los jóvenes el riesgo de la enfermedad y su papel en la transmisión. En sus manos estarían los rebrotes. En ese sentido, líderes políticos y científicos deben trabajar estrechamente para lograr cambiar estas conductas.