Elizabeth Castillo tiene una cosa clara: no se va a rendir nunca en su lucha porque, en un futuro, las personas sean reconocidas como humanos y no simplemente por su género, raza u orientación sexual. Aunque durante años, ha sido un reconocida abogada y activista de la comunidad LGBTI en Colombia, desde este sábado 9 de febrero los bogotanos la podrán ver en las tablas riéndose de sí misma y contando lo difícil que ha sido atravesar el proceso de reconocerse como una mujer homosexual. Lo decidió así luego de pasar años en la academia, pues cree que hoy más que nunca es necesario apostarle a nuevas formas de comunicar para “reflexionar acerca de una cantidad de afirmaciones falsas que se hacen sobre los homosexuales”. En sus 20 años como activista ha vivido de todo: insultos en la calle, escupidas, empujones, pero los momentos que más le ha costado superar han sido dos: el primero cuando el Congreso decidió no darle trámite a la ley que regulaba el matrimonio entre parejas del mismo sexo, pues ver cómo al otro lado de la plaza los grupos antiderechos, “celebraban que nos hubieran quitado nuestro derecho, fue muy fuerte”. Lea también: ¿Qué es la ‘homofobia internalizada‘? Para ella, y toda la comunidad, fue desgastante y agotador pues según cuenta, desde ese suceso “nos volvimos un instrumento” con el que los políticos y los sectores más tradicionales difundieron discursos homofóbicos y agresivos, para decir que la población LGBTI estaba tratando de homosexualizar a todo el país. “Yo me quedé sin aliento cuando ví en la televisión una señora con un cartel que decía “prefiero un hijo muerto que marica”. Eso, de verdad, ha sido una de las cosas más difíciles de asimilar para mí”. El segundo episodio más complejo lo vivió cuando estalló la noticia de Sergio Urrego, el joven de 16 años que se suicidó tras ser víctima de la homofobia en 2014. “Fue difícil de superar, cuando me senté a escribir el capítulo de crímenes de odio en mi libro ‘No somos etcétera‘ fue algo que escribí llorando. Me sentaba, escribía, lloraba, me secaba las lágrimas, me sentaba, escribía y volvía a llorar”. Le podría interesar: “Papá, me dijiste que por ser gay iba a ser alguien vergonzante” Todas estas experiencias difíciles están reflejadas en su obra ‘A ver si nos entendemos’, una puesta en escena en clave de comedia que pone a prueba todo lo que piensa la gente sobre los “temibles homosexuales”. Es un viaje personal y colectivo, similar al que realizó con su libro, narra su vida como joven, católica y lesbiana en Manizales. El guión está lleno de sus experiencias desconcertantes como, por ejemplo la de un día en que una persona con la que debatía en un foro le dijo: “usted lo que tiene es una herida en su heterosexualidad”. "Yo me quedé pensando, ¿esa vaina que será?, ¿una herida en la heterosexualidad en qué consiste? ¿Qué tan profunda? ¿Será que deja secuelas? Pero no, no dejo nada”, cuenta entre risas.