Hembrujas es la combinación de dos palabras: Hembras y brujas, que recoge el poder creador de las mujeres y su sexto sentido. Ese es el título del nuevo libro de Claudia Palacios, periodista y presentadora de televisión quien lo escribió para rescatar la lucha de muchas mujeres por la igualdad de género. “La palabra feminismo carga con un estigma negativo, pero es injusto porque a ellas les debemos muchísimo: el ingreso a la vida laboral, el derecho a votar, entre otras cosas”, dice. Pero ella sugiere que para lograr una sociedad más equitativa las mujeres deben seguir luchando y dejar participar más voces, incluidas las de los hombres, incluso las de aquellos que están en desacuerdo con ellas. La cultura machista, para ella, no le sirve a nadie, ni siquiera al sexo masculino. “A ellos les cae la responsabilidad de ser los proveedores cuando lo justo es que esto sea equitativo”, explica.Aunque le impactaron todas las historias de su libro, la más inspiradora fue la de María Teresa Arizabaleta, quien comenzó su lucha a los 8 años, una edad muy temprana para tener conciencia feminista. Su caso fue inspirador porque en esa época las luchas eran muy tangibles: el derecho a estudiar, a divorciarse, a abortar. “Mucha gente por eso dice: qué más quieren, pero cuando uno mira que de la ley a la vida real hay un trecho grande, la lucha sigue en acabar los sesgos inconscientes”, señala Palacios. Esos sesgos son simples: que los baños públicos no tengan donde colgar la cartera, que la seguridad de los vehículos se haga con modelos masculinos e incluso aprender a saber qué decir en casos de acoso sexual sin temor a perder su trabajo. “Los hombres no hacen estas cosas necesariamente por molestar a las mujeres sino porque son aspectos aceptados en la cultura”. Para el libro ella hace una serie de preguntas a estas mujeres, las mismas para todas. La autora aceptó responder ese cuestionario para SEMANA. SEMANA: ¿Cuál fue el primer momento en que por ser mujer se dio cuenta de que la vida era más desafiante?Claudia Palacios: Hubo varios. Me acuerdo que cuando era pequeña un niño me dijo algo que no me gustó y le di una cachetada. El niño se quejó con mi papá y él me dijo que las niñas no hacían eso, y es correcto, no está bien lo que hice. Pero mi papá me quería decir que las cosas no se solucionan con violencia, y su argumento fue que las niñas no debían ejercerla, y en realidad ni las niñas ni los niños deben hacerlo. Otra vez fue cuando yo era scout y fui con mi novio a una excursión y en el regreso nos dimos besos en el asiento del tren. El jefe del grupo scout fue a hablar con mi papá muy preocupado por ese hecho y porque yo había dado un espectáculo. A mí me sorprendió que él fuera a mi casa y no fuera también a la de mi novio porque él también se estaba dando besos conmigo. Me di cuenta que el mundo era diferente para las mujeres y que nos juzgaban más”. En otra oportunidad, cuando cumplí 14 años, mi papá llegó con tragos y se molestó porque mi mamá estaba ocupada en algo y le empezó a pegar. Yo no me imaginaba que eso podía pasar y cuando la vi quise defenderla. Cogí un palo de un camarote y con ese palo le pegué a mi papá para que la soltara. Cuando terminó la parte violenta de la historia yo le pedí a mi mamá que nos fuéramos. Estaba aterrada de ver que en mi casa pasaran esas cosas. Éramos una familia de clase media baja y no nos sobraba la plata para nada. Esto fue un sábado y mi mamá nos dijo con entereza a mí y a mis hermanos: ‘Cojan sus libros y el uniforme para que puedan ir al colegio el lunes’. Fue un mensaje importante: no importaba que pasara, no nos íbamos a derrotar por eso. Salimos con la maleta de los libros y mi papá se quedó en la casa. Nos fuimos caminando a donde mi tío que vivía a cuatro cuadras, todos llorando.
El barrio se dio cuenta de que algo terrible había pasado. Ahí fui muy consciente de la injusticia que viven muchas mujeres. Me di cuenta de que eso había pasado muchas veces. Una vez que la vi con la cara morada y ella nos dijo que era por una caída en una moto, en realidad había sido una golpiza de mi padre. Mi abuela me contó cómo estando ella en embarazo mi papá le pegó. Para mí fue terrible descubrir eso y se me empezó a desfigurar esa figura del padre.Muchos años después logré reconciliarme con él. Mi madre también lo perdonó y pudimos pasar fiestas de fin de años juntos. Pero la violencia no terminó y aunque ya no era con mi mamá, eso me marcó. Ese episodio me enseñó a ver la fortaleza de mi mamá, verla luchar por darles todo a sus hijos. Yo fui muy dura con ella porque era la que estaba cerca. Pero hoy siento que esas experiencias nos ayudan a entender en qué cosas fallamos y qué debemos cambiar para mejorar la vida de las familias”.SEMANA: ¿Qué situación de género que vivió manejaría diferente hoy?C.P.: Una situación fue, tal vez y en eso me identifico con Ana Fernanda Maiguashca, que es una de las mujeres que entrevisté para el libro, y es que a uno le hace falta el padre cuando está recibiendo tanta atención masculina. Uno se siente muy halagado por gustarles. Yo decía: si a todos les gusto les voy a reservar un espacio. Tenía un novio y terminaba y tenía otro y al otro mes, otro. Eso no es que este mal, pero siento que si yo hubiera sido más consciente a esa edad de cómo saber qué quiero como mujer en lo emotivo, psicológico y sexual hubiera sido más asertiva en escoger las personas con las que quería estar y en manejar la situación con quien no he debido estar. SEMANA: ¿Es cierto que tuviste un hijo y tres matrimonios?C.P.: Tres matrimonios porque me casé con el papá de mi hijo por estar en embarazo. Eso no debió suceder. Uno no debe casarse por embarazo, pero tenía temor de no tener respaldo laboral o profesional si era una mama soltera. Luego nos separamos. Pero luego con eso que nos enseñaron -y que comparto- y es que un niño crezca con papá y mamá en una familia, en la misma casa, que garantice ese amor, tomé la decisión de volverme a casar con el papá de mi hijo. O sea me casé con la misma persona dos veces. Lo tratamos de hacer bien pero no éramos el uno para el otro y nos volvimos a divorciar. Luego el año pasado me volví a casar luego de cinco años de relación de pareja con mi esposo actual, que será esposo para toda la vida. Ojalá yo hubiera podido casarme con el padre de mi hijo en esas condiciones.SEMANA: ¿Qué le enseñó esa experiencia?C.P.: Un mensaje que trato de mandar al compartir esta historia es que a las mujeres nos deberían enseñar desde niñas a escoger a la persona con la que uno va a compartir la vida, que de verdad sea un socio con quien uno comparte unas afinidades, si tiene la capacidad de administrar las diferencias de manera armónica. Pero eso no lo enseñan. Hay muchas mujeres, hogares divorciados y mujeres sufriendo mucho o llevando cargas más pesadas por cuenta de esa falencia”.
SEMANA: ¿A qué atribuye su éxito?C.P.: El éxito mío lo atribuyo a una combinación de factores, tengo la herencia de mis padres, a pesar de las diferencias que tenga con ellos, tengo su capacidad de trabajo y el compromiso de hacer las cosas bien en la vida. Puedo no ser la mejor dotada, inteligente o talentosa pero al tener esos dos factores pues uno hace carrera. No soy como esa generación de hoy que se gradúa y quiere ser presidente de la compañía sin hacer la carrera para merecerlo. SEMANA: ¿Quién la ha inspirado?C.P.: Mi mamá. Ella trabajaba en el aeropuerto de Palmaseca y paralelamente hacia empanadas y kumis, cerámicas. Yo la acompañaba. Verla siempre tan trabajadora fue importante. Mi mamá no fue millonaria, pero nos pudo sacar adelante a todos e inocularnos ese espíritu de trabajo. Ella saliendo de una familia tan pobre, sin título universitario logró ser clase media y nos metió esa energía para progresar y eso es lo que me ha pasado. He tenido oportunidades maravillosas que no todos las tienen. Otros las tienen y las desbaratan por falta de capacidad de trabajo y compromiso.SEMANA: ¿El machismo fue un obstáculo en su carrera?C.P.: Yo no he experimentado machismo para ascender en mi profesión. No he sentido que no pueda llegar más alto por el hecho de ser mujer. De hecho, he sido directora de noticias en dos partes. Ahora, podría decir que las críticas que me caen encima cuando escribo mis columnas o cuando alguien opina cosas calumniosas y sexistas sobre mí pues si pueden afectar mis posibilidades profesionales. Como decía hace unos días María Paulina Baena (la puya) en un panel, a ella le dicen perra, mientras que a su compañero lo máximo que le dicen es que está feo. También les encanta meterse con la inteligencia de las mujeres. Si uno tiene una opinión que no les gusta a algunos lo primero que le dicen es que es bruta e ignorante, y de ahí para adelante zorra, perra y todas esas cosas. Eso sí puede afectar en un mundo donde el reconocimiento de la gente es importante en el sentido de que algunas personas digan: ‘no trabajo con ella pues podrían trasladar esas críticas a mi marca o a mi proyecto‘. Pero no tengo pruebas para comprobar eso. SEMANA: ¿Pero si le ha tocado vivir acoso sexual?C.P.: He estado en entornos machistas donde el acoso sexual es el plato servido desde que uno llega hasta que uno se va. Y he sido parte en ahondar y nutrir ese ambiente tóxico porque yo al principio creía que si yo quería sobrevivir en esto debía responder igual. Eso no está bien. Después de un tiempo, cuando fui a CNN en Atlanta y vi que allá eso no pasaba porque ya las grandes corporaciones tienen en su ADN incorporado el tema, encontré que uno podía trabajar sin estar capoteando el acoso y me pareció fantástico. Cuando regresé a Colombia, después de ocho años por fuera, empecé a ser más consciente de los acosos permanentes en el día a día: Miradas, comentarios. Los hombres creen que con eso están siendo buenos compañeros y caballerosos, pero no, no. No se equivoquen. Eso deberíamos corregirlo. SEMANA: ¿Qué más quisiera lograr?C.P.: Siempre he querido escribir pero la vida me ha llevado por la televisión. Luego de CNN quise explorar otros campos que no fueran la televisión. Siento que hoy tengo un cuento que contar como sucedió con el primer libro ¿Te vas o te quedas?. Luego con Perdonar lo imperdonable y ahora con este Hembrujas para aportar a la equidad de género pero tengo más mensajes que quiero dar. El año entrante publicaré un libro sobre hombres. Pero tengo otras historias y quiero seguir escribiendo y usar otros formatos. Eso me parece interesante. Quiero seguir produciendo contenidos para poner a la gente a pensar.SEMANA: ¿Qué mensaje le quiere dar a las mujeres?C.P.: Para ellas, que pensemos y enseñemos a otras a pensar en cómo podemos ser mujeres que dejen un legado a otras mujeres para que lo que hemos vivido y que no nos gusta, no lo deban vivir otras.Creo que a pesar de que los temas de género siguen generando resistencias y odios, en esta generación tenemos la oportunidad de seguir logrando metas de género sin entrar en confrontaciones que ahonden esa falsa idea de que esto es una pelea de mujeres contra hombres. No podemos ir por el mundo pegándole cachetadas a la humanidad, pues muchos comportamientos machistas son inconscientes y creo que podremos corregirlos si abordamos las situaciones que nos afectan con pedagogía amable, respetuosa y estratégica.SEMANA: ¿Y a los hombres?C.P.: Que piensen que significa ser hombres. Nosotras llevamos décadas preguntándonos qué significa ser mujeres. Ellos no han tenido la necesidad porque están en el lado alto de la balanza. Pero creo que llegó el momento de esa necesidad porque muchos se sienten abrumados con la mujer de hoy y no saben qué hacer con eso, se sienten agredidos, otros se están quedando solos porque no saben cómo estar con mujeres exitosas. Ellos deben pensar en que significa la masculinidad y espero que lleguen a conclusiones importantes para que tengan relaciones más armónicas.