En enero, al comienzo de lo que se convertiría en la pandemia de la covid-19, un pasajero infectado y asintomático contagió a un tercio de los pasajeros de su autobús mal ventilado durante un viaje de menos de una hora. Ese fue el primer indicio de que el coronavirus, muy probablemente, era transmisible por vía aérea. La tesis de la transmisión del virus por el aire que inspiramos y expiramos, y no solo por las gotitas expulsadas al estornudar o toser, fue inicialmente desestimada por las autoridades sanitarias del mundo. Sin embargo, en el verano boreal, esta apreciación experimentó un giro bajo la presión de muchos expertos en virus respiratorios y estudios sobre la presencia de partículas virales en las microgotículas suspendidas en el aire, que son expulsadas simplemente al hablar.