Por estos días, Laurie Garrett se ha convertido en la mujer más buscada del mundo. Cada mañana, cuando se sienta en la sala de su apartamento en Brooklyn Heights, Nueva York, y abre su computador, esta periodista científica, ganadora de un premio Pulitzer, se encuentra con cientos de solicitudes de reuniones y preguntas de medios de comunicación, gobiernos extranjeros y centros de investigación.    No es para menos: a todos les interesa hablar con la mujer que llevaba varios años alertando al mundo de que una pandemia global como la actual era inminente y a la que pocos escucharon. De hecho, hoy muchos la llaman Casandra, como esa figura de la mitología griega que puede ver las desgracias que ocurrirán en el futuro pero a la que nadie le hace caso.   La historia de Laurie Garrett   Su historia con los virus infecciosos comenzó desde los años setenta, cuando estudió Biología en la Universidad de California y luego se especializó en Bacteriología e Inmunología en la Universidad de Stanford.  

  Justo cuando estaba haciendo un doctorado en el mismo tema, la contactaron de una estación de radio local para que ayudara a explicar las noticias sobre ciencia y salud. El hobby la apasionó tanto que terminó dejando sus estudios (nunca acabó el PhD) para dedicarse de lleno al periodismo científico.   En los años noventa, cuando trabajaba en Newsday, un periódico neoyorquino, tuvo que investigar la epidemia del VIH/sida y sus artículos, bastante completos y muy claros, la convirtieron en una periodista reconocida. Por esa misma época, además, hizo un reportaje sobre el brote de ébola en Zaire que le valió el premio Pulitzer en 1996 y escribió una serie de 25 artículos sobre la situación de la salud pública en los países de la antigua Unión Soviética, por los que recibió un premio George Polk de periodismo un año después.   Por sus triunfos, además, comenzó a hacer parte del Council on Foreign Relations (Consejo de Relaciones Exteriores), una institución privada sin ánimo de lucro que se dedica a analizar la política exterior y los asuntos internacionales en Estados Unidos.  

  Las advertencias que nadie escuchó   Para entonces ya se había dado cuenta de lo evidente: en cualquier momento el mundo, cada vez más globalizado, podía enfrentar una pandemia de grandes proporciones que terminaría paralizando la economía. Por eso publicó, en 1994, el libro ‘La próxima plaga‘, un best seller en el que habla de sus pronósticos y afirma que la verdadera guerra de los seres humanos debería ser contra los gérmenes y microbios, “nuestros depredadores”, y no entre países, razas y religiones.   En los años siguientes continuó escribiendo libros y artículos al respecto. En uno de ellos, publicado en 2005 en la revista Foreign Affairs, alertó sobre los devastadores efectos que tendría una pandemia global: “Algunos países podrían imponer cuarentenas o cerrar fronteras y aeropuertos, tal vez por meses. Eso interrumpiría el comercio, los viajes y la productividad. Sin duda, los mercados bursátiles se tambalearían y quizás caerían precipitadamente. Pero además de la economía, la enfermedad probablemente afectaría directamente la seguridad global”.  

  En ese entonces, sus palabras sonaban lejanas y propias de una novela de ciencia ficción, por lo que nadie hizo nada.   Ella, sin embargo, no dejó de alertar al mundo. En 2007 dio una charla TED en la que habló sobre las debilidades y los peligros de la humanidad ante la aparición de un virus letal. Y en 2011, gracias a su trabajo y al conocimiento en el tema de los virus infecciosos, unos productores de Hollywood la llamaron como consultora para armar el guion de la película Contagio, protagonizada por Matt Damon, Marion Cotillard y Kate Winslet.  

Garrett participó como consultora de la película Contagio, de 2011, que trata sobre una pandemia muy letal de gripe porcina. Lo que está pasando se parece mucho.   La cinta, que muestra los efectos de una pandemia global por gripe porcina, pasó sin pena ni gloria por las salas de cine, pero en los últimos meses se ha popularizado gracias a la crisis del coronavirus y a Netflix (en Colombia, sin embargo, está disponible en HBO).

  Aunque el virus de la película es mucho más dañino y letal que el actual SARS-CoV-2, los paralelos con lo que ocurre hoy en el mundo estremecen: la economía y la sociedad se paralizan, varios gobiernos imponen duras cuarentenas y la única esperanza está puesta en la búsqueda de una vacuna.  

  Un futuro negro   Ahora que sus pronósticos se hicieron realidad, Garrett pasa sus días resolviendo consultas, asistiendo a reuniones virtuales y respondiendo entrevistas. En una reciente con The New York Times, criticó la respuesta del Gobierno de Donald Trump ante la crisis y dijo que nunca imaginó que el país más descuidado y lento en responder a la pandemia iba a ser el suyo.   Más que pruebas masivas, los gobiernos deberían, según ella, financiar estudios rigurosos sobre cómo afecta el coronavirus a determinados subgrupos de personas, para así tomar mejores decisiones sobre el distanciamiento social.   También habló con el diario sobre cómo ve el futuro a mediano plazo. Sus pronósticos son poco esperanzadores: “Les he estado diciendo a todos que mi horizonte de eventos es de unos 36 meses, y eso que ese es mi mejor escenario”, dice. Para ella, la única solución a la crisis sería la aparición de una cura o de una vacuna, pero no cree que eso suceda pronto. Ni siquiera el próximo año.   “Estoy bastante segura de que esto va a comenzar a afectarnos en oleadas. No será como un ‘tsunami’, que se produce una sola vez de manera devastadora y luego se retira. Serán, más bien, microoleadas que se dispararán en distintos lugares y que afectarán la forma en que la gente piensa sobre todo tipo de cosas”, le dijo al diario.   En ese sentido, Garrett cree que no habrá un “regreso a la normalidad”, como muchos lo están pidiendo, sino que la humanidad tendrá que encontrar una nueva “normalidad” después de la pandemia.  

  Compara la situación actual con lo que ocurrió en Estados Unidos luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001: el Gobierno firmó varios decretos antiterroristas que afectaron la privacidad de los ciudadanos, las medidas de seguridad aumentaron notoriamente, se pusieron detectores de metales a la entrada de todos los edificios y el protocolo para subirse a un avión cambió para siempre.   Pero el mayor peligro, cree ella, es el descontento popular. “Cuando la gente salga de sus cuevas y se dé cuenta de cómo se ve un desempleo del 25 por ciento, puede generarse un brote de ira colectiva”, explica.   Algunos esperan que esta vez sus pronósticos no sean tan acertados.