Con el paso del tiempo, una de las zonas del cuerpo que más se ve resentida es la rodilla. Esta es la articulación más grande del organismo. Su principal función es la sostener el peso del cuerpo mientras se camina, se trota, se corre o se está de pie. Su estructura es muy firme.

En la rodilla se unen tres huesos; el fémur, la tibia y la rótula. Esta articulación está en vuelta por los ligamentos, los cuales le dan estabilidad a la misma. Los más importantes son el ligamento lateral externo, el ligamento lateral interno, el ligamento cruzado anterior y el ligamento cruzado posterior. Allí se insertan algunos músculos que permiten la flexión y extensión de la rodilla.

Cabe mencionar que la rodilla también se compone por los meniscos, que son pedazos de cartílagos. “El cartílago es un tipo de tejido firme, grueso y resbaladizo que recubre los extremos de los huesos en donde se unen con otros huesos para formar una articulación. El cartílago actúa como un cojín protector entre los huesos. En la rodilla, hay cartílago en los extremos de los huesos y en la parte trasera de la rótula”, explica el sitio web Cigna.

Rodilla. | Foto: Klaus Vedfelt

“Un menisco en un pedazo de cartílago que actúa como amortiguador entre los huesos. Estabiliza las articulaciones distribuyendo uniformemente la carga a través de la zona de la articulación. En la rodilla, los meniscos que tienen forma de medialuna se encuentran entre los extremos del hueso superior (fémur) e inferior (tibia) de la pierna”, agrega el portal.

Es muy normal que los cartílagos de la rodilla se desgasten con el paso del tiempo. Esto se puede producir por diferentes motivos. El primero de ellos son las lesiones deportivas; las más comunes son la ruptura de meniscos (desgarro de cartílago) y la bursitis, que es la inflamación en la rodilla.

Otro motivo por el cual se desgastan los cartílagos de la rodilla es por el surgimiento de algunas enfermedades; entre estas resaltan la artritis, el cáncer, la infección en la articulación y la enfermedad de Osgood-Schlatter.

Debido a que los meniscos (cartílagos) se resienten con facilidad y se desgastan, es de vital importancia consumir de forma regular dos vitaminas en específico que los ayudan a regenerar. Se trata de la vitamina C y la vitamina D.

La vitamina C es buena para el cartílago de la rodilla. | Foto: Libre de derechos

“La vitamina C es un nutriente con un gran poder antioxidante que mejora las defensas de nuestro organismo y favorece la producción de colágeno. Gracias a ello, mejora tanto la circulación de la sangre como la actividad de los vasos sanguíneos, lo cual acelera el proceso de curación de las lesiones y también acelera la regeneración del tejido fibroso del cartílago”, afirma la plataforma digital UnCOMO, publicada a través de Mundo Deportivo.

La vitamina C se puede encontrar en alimento como la naranja, la piña, la fresa, la mandarina, el tomate, el kiwi, el melocotón, la cebolla, el ajo, la lechuga, las coles, los pimientos, entre otras cosas más.

Por su parte, el sitio incluye que “la vitamina D ayuda a evitar que el cartílago pierda tejido fibroso, ya que, mejora la movilidad de las articulaciones y favorece la recuperación de algunas lesiones aliviando síntomas como el dolor muscular y el dolor de las rodillas”.

La vitamina D es posible adquirirla a través del consumo de alimentos como, por ejemplo; la leche, el salmón, las otras, los cereales integrales, entre otros más. Todas las vitaminas se deben consumir de forma moderada, sin llegar a un exceso, pues esto no es positivo.

La vitamina D regenera el cartílago. | Foto: Libre de derechos