La Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos (Medline Plus) menciona que la glucosa es un tipo de azúcar que se encuentra en el torrente sanguíneo, de tal importancia que le da energía al cuerpo.

Aunque siempre se ha mencionado que los altos niveles de azúcar son perjudiciales para la salud, ciertamente los bajos también y se denomina hipoglucemia.

Según explica la enciclopedia a través de su servicio en línea, la hiperglucemia (niveles altos de glucosa) suele estar relacionada con las glándulas suprarrenales o el páncreas. Lo anterior quiere decir que la enfermedad que más se destaca es la diabetes, que de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) es una enfermedad crónica y metabólica que daña muchos órganos del cuerpo.

Cabe recordar que la diabetes tipo 1 consiste en la insuficiente producción de insulina por parte del páncreas; mientras que la diabetes tipo 2 se debe a la resistencia de las células a esta hormona.

Además, la Clínica Mayo precisa que dentro del grupo de factores de riesgo de esta enfermedad se encuentran los antecedentes familiares; sin embargo, hace una precisión: una persona con sobrepeso y obesidad incrementa las posibilidades de padecer diabetes gestacional, diabetes tipo 2 e incluso prediabetes, según sea el caso.

La diabetes es una enfemredad crónica. | Foto: Getty Images

Entre tanto, los niveles altos de azúcar en la sangre pueden provocar cansancio, pérdida de peso, visión borrosa, y aumento de sed; pero los índices bajos de glucosa, nerviosismo, dolores de cabeza, mareo, hambre, desmayos y convulsiones.

En este sentido, dentro de las complicaciones o riesgos más frecuentes que se presentan tras un diagnóstico de diabetes es la muerte. Pero también se encuentran asociados los daños en los nervios, que recibe el nombre de nefropatía diabética, ya que los índices elevados de glucosa en la sangre perjudican los vasos sanguíneos, generalmente de las piernas.

También los riñones se ven involucrados con esta afección porque “daña este delicado sistema de filtración”, porque dentro de las funciones de estos órganos es filtrar la sangre.

No obstante, el cerebro también se afecta con los niveles irregulares de azúcar en la sangre, ¿cómo?

Es improtante mantener una dieta balanceada para regular el azúcar. | Foto: Getty Images

El nivel de azúcar que afecta el cerebro

Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) el cerebro es un órgano sensible que tanto los niveles altos como los bajos de glucosa lo pueden dañar.

“Usted puede ayudar a prevenir o retrasar los problemas al mantener los niveles de azúcar en la sangre tan cerca de sus valores deseados como sea posible”, aseguran los CDC.

Resulta que la entidad explica que “el cerebro usa el azúcar en la sangre para obtener energía. El cerebro es el órgano que más energía requiere: necesita la mitad de toda la energía que provee el azúcar en el cuerpo para funcionar correctamente”.

De ahí que sea fundamental procurar mantener regulada la glucosa en el torrente sanguíneo con la ayuda de exámenes de glucemia que pueden ser en ayunas o aleatorios.

El cerebro necesita de azúcar. | Foto: jonathan Kitchen

Por ejemplo, MedlinePlus comenta que si el examen fue en ayunas, el nivel de glucosa se considera normal si se registra entre 70 y 100 mg/dl (3.9 y 5.6 mmol/l); si es aleatorio, es decir, hay ingesta de alimentos el nivel de glucosa podría ser 125 mg/dl (6.9 mmol/l) o menor.

En conclusión, la Biblioteca asegura que los laboratorios miden la glucosa de manera distinta; sin embargo, es importante considerar que si un examen fue en ayunas: “Un nivel de 100 a 125 mg/dl (5.6 a 6.9 mmol/l) significa que usted tiene una alteración de la glucosa en ayunas, un tipo de prediabetes (...) pero si es mayor a 126 mg/dl (7 mmol/l) es un indicativo de diabetes”, puntualiza en su página web.

Finalmente, Soy Vida señala que no hay un número de nivel de azúcar que apunte o asegure un derrame cerebral, pero sí podría ocasionar formación de coágulos sanguíneos que lo provoquen.

“Los niveles altos de azúcar en sangre también pueden dañar vasos sanguíneos más grandes que aportan oxígeno al corazón y el cerebro”, concluye The National Kidney Foundation.