Las vitaminas son nutrientes clave en la alimentación, debido a que su ingesta es determinante para el buen funcionamiento celular, el crecimiento y el desarrollo normal de las personas, entre muchas otras funciones. Cada una de ellas tiene una tarea a cargo en el organismo como, por ejemplo, la vitamina K tiene un efecto protector del corazón, mantiene el esqueleto fuerte, previene la calcificación de las arterias y juega un papel determinante en el proceso de coagulación de la sangre, evitando sangrados descontrolados.
También previene enfermedades cardíacas y un déficit de esta puede provocar caries, osteoporosis, venas varicosas o enfermedades infecciosas, entre otras afecciones.
Según los National Institutes of Health, de Estados Unidos, la cantidad de esta vitamina que una persona necesita depende de la edad y el sexo y para obtenerla se requiere del consumo de alimentos como hortalizas de hojas verdes como la espinaca, col rizada (o berza), brócoli y lechuga; aceites vegetales; algunas frutas como los arándanos azules y los higos, además de queso, huevos y granos de soya.
La deficiencia de esta vitamina es poco común, porque además de los alimentos, las bacterias que están presentes en el colon fabrican cierta cantidad de vitamina K que el cuerpo absorbe, precisa el portal Cuidate Plus. Sin embargo, algunas personas pueden tener dificultades para obtenerla.
Actualmente, la dosis diaria recomendada por las autoridades sanitarias se sitúa en 120 microgramos (mcg) al día para hombres mayores de 19 años y 90 para mujeres que superen esa edad. Para los adolescentes es de 35 microgramos diarios. Una ración de brócoli o de col rizada, por ejemplo, puede aportar la cantidad de vitamina K recomendada.
Cuando una persona no consume la cantidad de vitamina K que el cuerpo necesita, puede presentar diversos síntomas como hemorragias, aparición de hematomas, síndrome purpúrico y calcificación excesiva en las articulaciones.
Si un individuo tiene la sangre muy líquida, es más propenso a sufrir hemorragias. Por ejemplo, una pequeña herida podría convertirse en un serio problema, ya que se hace complicado detener la hemorragia.
En este sentido, es importante chequear los niveles de esta vitamina, pues si una persona va al odontólogo o se somete a alguna intervención o cirugía menor, puede complicarse. Esto sin descartar la posibilidad de que se presenten hemorragias internas, más o menos invasivas.
La manifestación más benigna de una hemorragia es un hematoma, indica el portal Mejor con Salud. Este consiste en la acumulación de sangre como consecuencia de una hemorragia. Sin embargo, su frecuente aparición puede representar una ventaja, en el sentido de que puede indicar que falta vitamina K.
Una tercera señal es el síndrome purpúrico, que se da por la proliferación de manchas púrpuras o rojas en determinadas zonas del cuerpo, debido al amontonamiento de sangre en las mismas. A diferencia de los hematomas, estas manchas no desaparecen. Lo más frecuente es que se presenten en los tobillos, ya que es un lugar crítico en cuanto a circulación.
Por otro lado, está la calcificación excesiva en las articulaciones. La vitamina K actúa como un conductor haciendo que la vitamina D se sitúe en los lugares adecuados. En consecuencia, cuando los niveles de la primera son bajos, la segunda se acumula en las zonas equivocadas, tales como las articulaciones y los cartílagos.
Esto origina que demasiado calcio dificulte el movimiento, al tiempo que otras zonas se hacen débiles por la ausencia de este mineral. Si la deficiencia de vitamina K es muy acentuada, aparecerán dolores agudos y debilitamiento general del sistema óseo, dicen los especialistas.
Estudios citados por el National Institutes of Health indican que las personas que consumen más alimentos ricos en vitamina K tienen huesos más fuertes y menos probabilidades de romperse la cadera que quienes ingieren menos.
Ante estos síntomas, es recomendable realizar un análisis de sangre para medir los niveles de vitamina K en el cuerpo. Atender a tiempo una posible insuficiencia permitirá controlar más rápidamente la condición, y por ende, sus síntomas.
Consejos para prevenir enfermedades en los huesos
El portal de salud, belleza y cuidado personal Cuerpo y Mente menciona algunos consejos que pueden prevenir enfermedades en los huesos. Daniel Bonet, Médico especializado en terapias naturales, menciona que el estilo de vida y la alimentación influye de manera directa (para mal o para bien) en la reconstrucción y destrucción de los huesos. “El estrés, el embarazo, el tabaco y el alcohol, pueden favorecer la pérdida de densidad ósea”.
- Se recomienda llevar una dieta rica en fibra, frutas y verduras e involucrar los frutos secos de manera frecuente en el plan de alimentación.
- Consumir de manera moderada las proteínas, ya que estas aceleran la pérdida ósea.
- “Las proteínas son ricas en nitrógeno y fósforo, y para compensarlo el organismo tiende a extraer calcio del hueso. Es preferible mantener una ingesta proteica no superior a 100 gramos diarios”.
- Aumentar el consumo de productos a base de soja. Estos contienen fitoestrógenos lo cuales cumplen un efecto positivo sobre el metabolismo del calcio; por ende, su consumo previene cualquier enfermedad que afecte a los huesos.
- Evitar el consumo de bebidas alcohólicas, azucaradas o productos que contengan este ingrediente de manera exagerada; además, limitar el consumo de cafeína, “ya que contribuyen a eliminar el calcio del organismo”.
- Las bebidas gaseosas o productos industrializados contienen en su mayoría algo que se conoce como fosfatos; estos se “comen” el calcio de los huesos.
- Practicar actividad física de manera regular y acordé para la edad y condiciones de cada paciente. El ejercicio “dinamiza los músculos y el esqueleto, activa el sistema cardiovascular y aumenta la oxigenación (también a nivel óseo). Las mujeres que practican deporte desde jóvenes tienen menor riesgo de padecer osteoporosis”.
- Evitar cargar cosas pesadas, movimientos bruscos y posturas inadecuadas.