Hace algo más de cuatro semanas que las diez de la mañana es la hora más importante para Paola Romero Castellanos y su esposo Jorge Marimón. Ese es el momento en que cada día los médicos de la Clínica La Merced, en Barranquilla, entregan el parte médico de Samuel David, el bebé símbolo de esperanza de la familia desde que el coronavirus causó la muerte de sus padres y abuelos.

Aunque intenta, esta joven de 33 años no puede pensar en otra cosa. El 28 de mayo pasado Samuel tuvo que ser sacado del vientre de su madre, Luz Angélica Romero Castellanos, en la semana 28 de gestación. Ante las complicaciones provocadas por la covid-19, la cesárea de emergencia fue el único camino.

El bebé aún recibe atención en la unidad de cuidados intensivos neonatal y su diminuto cuerpo lucha contra las complicaciones del nacimiento prematuro: ha tenido mucha secreción o flema por la inmadurez de sus pulmones, lo que ha obligado a realizarle constantes terapias y a estar conectado a un respirador. Toda una batalla.

En menos de tres semanas los Romero Castellanos, una reconocida familia de Luruaco, en el sur del Atlántico, perdió a cuatro de sus miembros. Su tragedia es una muestra de lo devastador que el virus puede ser. Luego de varios días de sospechas, el primero en ser confirmado como positivo, el 18 de mayo, fue Rodolfo Romero, patriarca de la familia y exalcalde del municipio. Como compartían vivienda, ese mismo día le practicaron la prueba a su esposa Luz Dary Castellanos, a Paola, a sus otras hijas Dariana y Luz Angélica, y al yerno Daison Zarco. Todos contagiados.

Debido a que presentaba obesidad y diabetes, Rodolfo fue internado en una clínica de manera inmediata, y a los tres días fue trasladado a Barranquilla a un centro de mayor complejidad. La misma suerte corrieron su esposa Luz Dary, Daison y Luz Angélica por su embarazo.

Miembros de la familia Romero Castellanos fallecidos por covid-19. | Foto: Archivo Particular Cortesía familia Romero

Pero el virus fue devastador. El 5 de junio falleció Daison; el 15 de junio, Luz Dary; el 18, Rodolfo; y el 20, Luz Angélica. La joven, de solo 26 años y también médica de profesión, luchó tres semanas contra la fuerza de la enfermedad, fue intubada, aunque no pudo recuperarse.

Han sido días muy difíciles para Paola más allá del doloroso peso del duelo múltiple. Ha tenido que tratar de estar tranquila para ponerse al frente de los negocios familiares, que incluyen una clínica y una panadería, cuidar de sus abuelos maternos, quienes atraviesan una dura depresión por la muerte de Luz Dary, y, además, estar muy pendiente de la evolución de Samuel.

“Las diez de la mañana es para mí una hora sagrada”, dice entre lágrimas. Ha sido más de mes y medio de angustia y miedo, resolviendo duras situaciones y recibiendo un golpe tras otro. Por eso, ahora cae en cuenta de que no ha tenido mucho tiempo de ponerse a pensar en el futuro, en cómo hará para volver a empezar la vida

Daison Zarco y Luz A. Romero, fallecidos por covid-19, en Luruaco. | Foto: Archivo Particular Cortesía familia Romero

Si se le interroga sobre el tema, es sincera y cuenta que no ha habido una discusión formal sobre la custodia del pequeño Samuel, pero que le gustaría poder hacerse cargo de su sobrino. Llora, está cansada, le cuestan las palabras. “Es lo que a mi hermana le hubiese gustado”, alcanza a decir. Y Jorge, su esposo, que para acompañarla tuvo que pedir una licencia de dos meses en su trabajo como ingeniero en Bucaramanga, la consuela con la mirada.

Paola piensa mucho en el por qué del desenlace fatal para su familia, en todo lo que se pudo haber hecho para no llegar hasta ese punto. Por por ejemplo, lamenta que no les hayan puesto la vacuna a tiempo a sus padres, a pesar de haber sido priorizados, porque hacían parte del personal administrativo de la clínica familiar. Según cuenta, en el portal Mi Vacuna del Ministerio de Salud les fue asignada la cita para el 16 de abril, pero como en ese entonces las medidas no eran tan flexibles y no se podía ir a cualquier punto de vacunación se dirigieron al hospital de Luruaco.

“La enfermera jefe y la gerente se negaron a aplicársela sin ningún motivo valedero, mi papá intentó conversar con el funcionario encargado pero no lo atendieron”, narra con tono de reproche. Casi tres semanas después de ese hecho fueron confirmados como positivos para el virus.

Samuel encarna el sentimiento general de la familia, en él está el futuro y la esperanza; al mismo tiempo, el recuerdo de sus padres y abuelos. Es el sueño no cumplido del hijo y el nieto varón, de los fines de semana en una escuela de fútbol y de la ilusión porque también sea un apasionado por la música vallenata. En estos momentos solo pesa 1.200 gramos y para que le den la salida de la clínica debe llegar a 1.800. Así mismo, es necesario que tenga mínimo 38 semanas.

Después de 40 días, los doctores le informaron a Paola que el pequeño Samuel le había sido retirado el tubo mediante el cual respiraba desde su nacimiento. El anuncio médico es un reconfortante consuelo. “Al fin una buena noticia”, expresa Jorge Marimón luego de escuchar en el teléfono la voz de su esposa. “Tenemos confianza en que va a estar bien; es la única forma de volver a empezar”.