Este padecimiento se presenta cuando ocurre un coágulo que viene de otra parte del cuerpo y obstruye un vaso sanguíneo, impidiendo o dificultando que el riego llegue a una determinada zona del organismo.

Los especialistas coinciden en que estos coágulos pueden salir del corazón, aunque también de grandes arterias y trasladarse a otros lugares como las extremidades, la circulación intestinal, la renal o la pulmonar generando graves afectaciones en el flujo normal de la sangre.

Si bien su aparición puede deberse a diversas causas, la presencia de factores de riesgo cardiovascular, sobre todo, la edad, la hipertensión arterial, la diabetes, el sedentarismo, la obesidad y el tabaquismo hacen que esta circunstancia se presente de manera más frecuente.

Según información de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, una embolia arterial puede ser causada por uno o más coágulos. Estos se pueden atascar en una arteria y bloquear el flujo sanguíneo. Dicha obstrucción priva a los tejidos de sangre y oxígeno. Esto puede producir daño o muerte tisular, más conocida como necrosis.

Los émbolos arteriales a menudo se presentan en las piernas y en los pies, pero también pueden ocurrir en el cerebro. Cuando esto pasa se produce un accidente cerebrovascular. Los que ocurren en el corazón provocan un ataque cardíaco, explican los especialistas. Entre los sitios menos comunes están los riñones, los intestinos y los ojos.

Los factores de riesgo para una embolia arterial incluyen: ritmo cardíaco anormal como la fibrilación auricular, lesión o daño a una pared arterial y afecciones que incrementen la coagulación de la sangre.

Otra afección que tiene un riesgo alto de embolia (especialmente en el cerebro) es la estenosis mitral. La endocarditis (infección del interior del corazón) también puede provocar émbolos arteriales.

Una fuente común para un émbolo son las áreas de endurecimiento (ateroesclerosis) de la aorta y otros grandes vasos sanguíneos. Estos coágulos pueden desprenderse y bajar hasta las piernas y los pies.

Corazón y sistema circulatorio con vasos sanguíneos | Foto: Haag & Kropp GbR

Sin embargo, también se puede presentan la embolia paradójica que se da cuando un coágulo en una vena ingresa por el lado derecho del corazón y pasa a través de un orificio hacia el lado izquierdo. El coágulo puede entonces trasladarse a una arteria y bloquear el flujo sanguíneo al cerebro. Si un coágulo viaja y se aloja en las arterias que irrigan sangre a los pulmones, se denomina émbolo pulmonar.

¿Cuáles son los síntomas?

Un artículo publicado en el portal efesalud.com, señala que una embolia arterial puede presentar distintos síntomas. Por ejemplo, a nivel de la circulación cerebral, puede producir inestabilidad, pérdida de fuerza en una de las extremidades, dificultades para hablar, desviación de la comisura bucal o dolor de cabeza intenso.

Otra enfermedad grave relacionada con la coagulación de la sangre es la trombosis. La embolia es un coágulo formado a otro nivel que viaja por el sistema circulatorio hasta impactar en otro lugar. En cambio, el trombo es el coágulo formado directamente en el sitio en el que se produce la obstrucción. Este último mecanismo es el más frecuente en el caso de infarto de miocardio y de trombosis arterial aguda de miembros inferiores, por deterioro de la circulación local.

Las complicaciones de la embolia se concentran en el daño que se puede producir en la zona afectada por la falta de riego, dando lugar a una isquemia que puede concluir en la pérdida de la función del órgano o de una falta de él.

El control adecuado del colesterol, de la glucemia y de la hipertensión, junto con el tratamiento anticoagulante y antiagregante plaquetario, son las medidas preventivas más importantes.

Según la Agency for Healthcare Research and Quality, algunas de las recomendaciones para evitar la formación de coágulos son:

  • Usar ropa y medias holgadas.
  • Levantar las piernas 15 centímetros por arriba del corazón, de vez en cuando.
  • Usar medias especiales, si su médico las receta.
  • Hacer los ejercicios
  • Cambiar de posición a menudo, sobre todo en viajes largos.
  • No mantenerse de pie ni sentado más de una hora seguida.
  • Comer menos sal.
  • No golpearse ni lastimarse las piernas y evitar cruzarlas.
  • No ponerse almohadas bajo las rodillas.