El continuo y prologado uso de las mascarillas o tapabocas pudieran ocasionar algunas afectaciones a la piel como resequedad, descamación, irritación y enrojecimiento. Además, algunos expertos en dermatología y estética han advertido que en el último año la utilización de estos elementos acelera el proceso de envejecimiento del rostro. La razón: la presión y la formación de los depósitos de grasa de la cara.
Desde la aparición de la pandemia por la covid-19, las mascarillas se convirtieron en parte de la indumentaria obligada diaria. Sin embargo, otra reacción que han empezado a ver los especialistas es la sensación de rostro cansado y envejecido.
Varios estudios describen que, debido a la presión de las mascarillas, la fricción y el aumento de temperatura y humedad, estos elementos puede dañar la barrera de la piel, causando ardor, picazón, ampollas, úlceras o piel reseca. Para quienes tienen piel sensible o condiciones pre-existentes de acné o dermatitis, hay una mayor susceptibilidad.
¿Es posible evitar esta afectación y envejecimiento en el rostro? De acuerdo con la revista Saber Vivir, para prevenir estos daños, hay varias cosas que se pueden hacer: descansar del tapabocas cuando sea posible, rotar entre distintos modelos y materiales, hidratar la piel antes, durante y después de usarlo, y evitar irritantes que sensibilicen aún más a la piel.
Más allá del proceso natural de envejecimiento, existen varios factores que influyen en el deterioro del rostro: el estrés, el cual perjudica e influye en la aparición de arrugas, los malos hábitos de alimentación; como una dieta de adelgazamiento drástica. Ahora se suma la presión de los tapabocas sobre el rostro.
Para entender cómo puede influir la mascarilla, explican los dermatólogos que hay que tener presente un elemento básico que nos marca el rostro: la grasa. La cara tiene una serie de depósitos de grasa que se encuentran sobre todo justo a los dos lados de la nariz, en los pómulos hasta las cuencas de los ojos.
“Estos depósitos se llaman grasa malar y aportan aspecto juvenil al rostro”, explica la doctora Conchita Pinilla, cirujana plástica y estética. Este tipo de grasa es muy superficial y se desplaza fácilmente si se presiona sobre ella o si el músculo facial que la sustenta no está bien entrenado.
Añade que la presión constante y diaria de la mascarilla puede desplazar la grasa malar, ralentiza la circulación sanguínea y produce retención de líquidos. Este desplazamiento puede ir hacia la zona inferior del contorno de ojos y producir ojeras y bolsas pronunciadas. También baja hacia la mandíbula en forma de doble mentón.
“La mascarilla condiciona la comodidad y la estética. Cuando son muy pequeñas las gomas tiran demasiado además de resaltar las ojeras dejar marca en la mejilla”, apunta la doctora Pinilla.
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